La astronom�a ha avanzado de una manera espectacular durante el �ltimo siglo, gracias a los avances tecnol�gicos en campos tan dispares como la fotograf�a, la electr�nica, la carrera espacial o la inform�tica. Uno de los �mbitos donde m�s se ha progresado es en la localizaci�n de los telescopios. Hubo un tiempo en que se pod�an hacer buenas observaciones dentro de las propias ciudades, como atestigua por ejemplo el Observatorio Astron�mico de Madrid, fundado por Carlos III y situado al lado del Parque del Retiro. Actualmente, los mejores observatorios se encuentran en monta�as elevadas, desiertos remotos o, incluso, el espacio exterior. En este contexto, la Ant�rtida es el �ltimo rinc�n por colonizar del planeta, y uno de los que mayor potencial presentan.
La b�squeda del observatorio perfecto
Un buen cielo debe ser oscuro, despejado y con una atm�sfera estable y libre de turbulencias. Un buen lugar debe ser adem�s fr�o y seco, especialmente para observaciones en los rangos infrarrojo y submilim�trico (longitudes de onda m�s largas que la radiaci�n infrarroja pero m�s cortas que la radiaci�n de microondas). Por �ltimo, un observatorio necesita de infraestructura diversa y comunicaciones mediante tel�fono e Internet.
Con el af�n de buscar los mejores lugares, los astr�nomos han levantado observatorios en sitios tan ex�ticos como las cimas de volcanes elevados (Islas Canarias y Hawai) o altiplanos de aridez extrema, como el desierto de Atacama en Chile. Estos lugares, a pesar de tener unas caracter�sticas excepcionales, presentan problemas desde un punto de vista operativo. El observatorio de Mauna Kea en Hawai o el emplazamiento de ALMA en Atacama est�n a m�s de 4.000 metros de altura y all� el aire es tan escaso que el personal tiene restricciones en cuanto a entrada y tiempo m�ximo de permanencia.
Una manera de evitar los problemas relacionados con la atm�sfera es colocar los telescopios en el espacio. Uno de los ejemplos m�s exitosos es el Telescopio Espacial Hubble, que ha permitido obtener im�genes de una calidad excepcional y una profundidad sin precedentes. El espacio tiene tambi�n inconvenientes. El mayor es quiz�s el precio tan elevado de cada kilogramo puesto en �rbita. Las reparaciones, adem�s, son imposibles para la mayor�a de las misiones y de costes fabulosos para el Hubble. Todo esto se traduce en que los telescopios espaciales son mas bien peque�os y tienen instrumentaci�n robusta y sencilla.
La Ant�rtida: un lugar entre la tierra y el espacio
La meseta ant�rtica contiene los mejores lugares del continente helado para la observaci�n astron�mica. Esta vasta extensi�n de hielo, que en algunos puntos supera los tres kil�metros de profundidad, tiene una climatolog�a excepcional. Se trata del lugar m�s seco del planeta. De hecho es un desierto mucho m�s riguroso que el S�hara. Las cimas de esta inmensa planicie casi nunca se ven cubiertas de nubes. Adem�s, la ausencia de tierra o rocas mantiene el aire libre de polvo y proporciona una de las atm�sferas m�s limpias del planeta.
Las cimas de la meseta se identifican por letras, son los Domos A, F y C, por orden de altura. Estos lugares son tan inh�spitos que hasta hace cuatro a�os ninguno estaba permanentemente habitado. Domo C, con una elevaci�n de 3.200 metros, es el primero en albergar una base operativa durante todo el a�o: la estaci�n franco-italiana Concordia. Desde el inicio de su construcci�n hasta la actualidad se han estudiado el cielo y las propiedades del lugar. Gracias a esto se ha confirmado que Domo C es actualmente el mejor sitio sobre la tierra para las observaciones astron�micas.
Uno de los resultados m�s interesantes es que la mayor parte de la turbulencia atmosf�rica se localiza en una delgada capa de unos 30 metros de altura, frente a tama�os t�picos de un kil�metro para latitudes templadas. La turbulencia es uno de los enemigos m�s severos del astr�nomo, pues limita la nitidez y resoluci�n m�xima de las im�genes. La extrema delgadez de la capa turbulenta en Domo C permite obtener im�genes con una calidad superior a la de cualquier otro observatorio terrestre y, en algunos casos, comparable a las obtenidas por telescopios espaciales.
La colonizaci�n del �ltimo lugar virgen
El Tratado Ant�rtico consagra al continente helado como un lugar sin fronteras donde los cient�ficos pueden instalar sus experimentos donde deseen. Al abrigo de este acuerdo se han construido numerosas bases. La estaci�n Concordia se encuentra a 1.100 kil�metros del tramo de costa m�s cercano y sujeta a condiciones extremas (hasta 80 grados bajo cero). Esto la deja completamente aislada durante nueve meses al a�o. Los problemas log�sticos son considerables. El material pesado puede tardar hasta dos a�os en llegar, tras un viaje en barco hasta la costa y una traves�a de la meseta en caravanas de tractores oruga. El personal se desplaza en aviones adaptados para aterrizar en el hielo.
Todas estas dificultades son, afortunadamente, resolubles. Como ejemplo est� la estaci�n estadounidense Amundsen-Scott, situada en el Polo Sur. Aunque no es el mejor lugar para la astronom�a, ha albergado diversos telescopios, siendo el m�s reciente y espectacular el Telescopio del Polo Sur, una gran antena de diez metros de di�metro.
A modo de conclusi�n, se puede decir que la astronom�a en la Ant�rtida es un campo muy prometedor y en plena efervescencia. Probablemente en unas d�cadas los telescopios ant�rticos sean rutina y sus descubrimientos contribuyan al avance de las fronteras del conocimiento de nuestro Universo.
Publicado originalmente en El Pa�s (Espa�a)