Una de las premisas m�s extensamente aceptadas entre los economistas pol�ticos es la siguiente: Todo monopolio es malo desde el punto de vista de los consumidores. El monopolio es entendido en su sentido cl�sico de ser un privilegio exclusivo otorgado a un solo productor de un commodity o de un servicio, por ejemplo, como el no permitir la libre entrada en una particular l�nea de producci�n. En otras palabras, solo una agencia, A, puede producir un bien determinado, X. Cualquier monopolio como �ste es malo para los consumidores, pues evitando la entrada nuevos productos en su �rea de producci�n el precio del producto X del monopolista, ser� mas alto y la calidad de X ser� mas baja.
Esta verdad elemental ha sido frecuentemente invocada como un argumento a favor de un gobierno democr�tico como opuesto al gobierno cl�sico, mon�rquico o a un principado. Esto es debido a que bajo la democracia la entrada en el aparato gubernamental es libre � cualquiera puede ser primer ministro o presidente � mientras que bajo la monarqu�a ese ingreso al gobierno est� restringido al rey y a su heredero.
Sin embargo, este argumento a favor de la democracia est� fatalmente errado. La libre entrada no siempre es buena. Libre entrada y competencia en la producci�n de bienes es buena, pero libre competencia en la producci�n de males no lo es. La libre entrada en los negocios de tortura o asesinato de inocentes, o libre competencia en falsificaci�n o estafa, por ejemplo, no es bueno; es peor que malo. As� que, �qu� clase de �negocio� es el gobierno? Respuesta: no es un productor acostumbrado a vender bienes a consumidores voluntarios. M�s bien, es un �negocio� comprometido en el robo y la expropiaci�n � mediante impuestos y falsificaci�n � y el cercado de bienes robados. As�, la libre entrada en el gobierno no mejora algo bueno. De hecho, hace las cosas peor que malas, es decir, potencia el mal.
Dado que el hombre es como es, en cada sociedad ha existido gente que codicia la propiedad de otros. Algunas personas se ven m�s afectadas que otras por este sentimiento, pero los individuos usualmente aprenden a no actuar de acuerdo a tales sentimientos o se sienten avergonzados por tenerlos. Generalmente son pocos los individuos incapaces de suprimir exitosamente su deseo por la propiedad de otros, los mismos que son tratados como criminales por sus cong�neres y reprimidos bajo amenaza de castigo f�sico. Bajo un gobierno de pr�ncipes s�lo una persona � el pr�ncipe � puede actuar legalmente basado en desear de la propiedad de otro hombre, y es esto lo que le hace un peligro potencial y un �mal�.
Sin embargo, un pr�ncipe est� restringido en sus deseos de redistribuci�n debido a que todos los miembros de la sociedad han aprendido a considerar el tomar y redistribuir la propiedad de otro hombre como algo vergonzoso e inmoral. As�, ellos ven cada acci�n del pr�ncipe con mucha sospecha. En contraste, abriendo la entrada al gobierno, a cualquiera le es permitido expresar libremente sus deseos por la propiedad de otros. Lo que anteriormente fue considerado como inmoral y en concordancia fue suprimido, es ahora considerado como un sentimiento leg�timo. Todos podemos codiciar abiertamente la propiedad de cada uno en nombre de la democracia, y cualquiera puede actuar en este deseo por la propiedad de otro, con tal que el consiga la entrada en el gobierno. As�, en la democracia cada persona se convierte en una amenaza.
En consecuencia, bajo condiciones democr�ticas el pensamiento popular aunque inmoral y anti-social de desear la propiedad de otro hombre es sistem�ticamente reforzado. Cada demanda es legitimada si �sta es proclamada p�blicamente bajo protecci�n especial como �libertad de expresi�n�. Todo puede ser dicho y exigido, y todo puede ser arrebatado. Ni el aparentemente m�s seguro derecho de propiedad privada est� exento de las demandas redistributivas. Peor a�n, sujeto a las elecciones de masas, esos miembros de la sociedad que tienen pocas o nulas inhibiciones en contra de tomar la propiedad de otro hombre, es decir, los amoralistas que son los m�s talentosos congregando mayor�as de una multitud moralmente desinhibida y las demandas populares mutuamente incompatibles, (demagogos eficientes) tender�n a ganar su entrada y encumbrarse a la cima del gobierno. As�, una situaci�n mala se convierte en una peor.
Hist�ricamente, la selecci�n de un pr�ncipe se dio trav�s del accidente de su nacimiento noble, y su �nica calificaci�n personal fue t�picamente su educaci�n como futuro pr�ncipe y preservador de su dinast�a, su estatus y sus posesiones. Esto no aseguraba, por supuesto, que dicho pr�ncipe no fuera malo o peligroso. Sin embargo, es importante recordar que cualquier pr�ncipe que fallaba en su deber primario de avanzar la dinast�a �quien arruinaba el pa�s� enfrentaba el riesgo inmediato de ser neutralizado o asesinado por otro miembro de su propia familia. En cualquier caso, sin embargo, a�n si el accidente de su nacimiento as� como su educaci�n no evitaran que un pr�ncipe pudiera ser malo o peligroso, al mismo tiempo el accidente de un nacimiento noble y una educaci�n magn�fica tampoco imped�a que pudiera ser un fr�volo inofensivo e incluso una persona buena y moral.
En contraste, la selecci�n de gobernantes por medio de elecciones populares hace casi imposible que una persona buena o inofensiva pudiese siquiera elevarse a la cima. Los primeros ministros y presidentes son seleccionados por su eficacia demostrada como demagogos moralmente desinhibidos.
As�, la democracia virtualmente asegura que solo los hombres malos y peligrosos puedan ascender a la cima del gobierno. Como resultado de la libre competencia y selecci�n pol�tica, aquellos que suben se volver�n individuos cada vez m�s corruptos y peligrosos, y sin embargo al ser cuidadores temporales e intercambiables, ellos ser�n raramente asesinados.
Uno no puede hacer nada mejor que citar a H.L. Mencken. �Los pol�ticos,� �l anota con su caracter�stico ingenio, �rara vez si es que alguna, llegan [a un cargo p�blico] por m�rito, al menos en estados democr�ticos. A veces, claro, esto pasa pero s�lo por alg�n tipo de milagro. Ellos son escogidos normalmente por varias razones, la principal siendo que simplemente tienen poder para impresionar y encantar a los intelectualmente desprivilegiados� �Alguno de ellos se aventurar� a decir la llana verdad, la total verdad y nada m�s que la verdad acerca de la situaci�n, externa o interna, del pa�s? �Alguno de ellos se abstendr� de hacer promesas que sabe que no puede cumplir -que ning�n ser humano podr�a cumplir? Alguno de ellos dir� una palabra, aunque sea obvia, que alarme o aliene a cualquiera de la gran masa de idiotas enquistados en el comedero p�blico, revolc�ndose en la papilla que crece cada vez m�s delgada, esperanzado contra toda esperanza? Respuesta: puede ser por pocas semanas, al inicio� Pero no despu�s que el asunto vas en serio, y la pelea es sincera� Ellos prometer�n a el territorio buscando oportunidades para hacer ricos a los pobres, para remediar lo irremediable, para socorrer lo insocorrible, para descifrar lo indescifrable, para deflogisticar lo indeflogisticable. Ellos curar�n las verrugas diciendo palabras sobre ellas, y pagando la deuda nacional con modeda que nadie tendr� que ganar. Cuando uno de ellos demuestre que dos veces dos es cinco, otro probar� que es seis, seis y medio, diez, veinte, n. En resumen, ellos se presentar�n a s� mismos como sensibles, c�ndidos, hombres confiables y simplemente siendo candidatos para el cargo, empe�ados solamente en asegurarse votos. Ellos van a saber para entonces, suponiendo que algunos de no lo sepan ya, que los votos son asegurados bajo la democracia, no al hablar sensatamente si no por hablar cosas sin sentido, y se dedicar�n a s� mismos a la tareas con una sonrisa de coraz�n. Muchos de ellos, antes de que el alboroto se haya terminado, se convencer�n realmente. La mayor�a de ellos, antes de que acabe el barullo, se habr�n convencido a s� mismoa. El ganador ser� quien prometa m�s con la menor probabilidad de cumplir.�