En cualquier grupo social que analicemos, ser� un valor incontestable el contar con lo que hemos llamado grandilocuentemente don de gentes, esos individuos e individuas capaces de convencer a cualquiera de lo que les venga en gana, sin necesidad de muchos esfuerzos, ya que se supone que lo llevan en los genes como una bendici�n del Alt�simo. Pueden ser los reyes de la fiesta sin necesidad de propon�rselo, as� como los m�s admirados del barrio por el mero hecho de existir. En el otro extremo de esta maravilla social encontramos a los apocados, esos y esas que por mucho que se esfuercen son incapaces de ser visibles a los ojos de los dem�s, excepto por su acusada y terrible timidez, que consigue anularlos de por vida incluso estando en compa��a de una �nica persona, que por pura casualidad pueden llegar a percibir su presencia.
La tendencia general es pensar que el t�mido nace, pero la psicolog�a nos dicta que se hace, aunque con sus matices. Las personas somos muy recelosas de lo que puedan llegar a pensar los dem�s de nosotros y eso es algo que representa gran parte de las preocupaciones en la relaci�n con nuestros cong�neres. Si a lo largo de la primera infancia vamos cosechando fracaso tras fracaso en el contacto directo con el pr�jimo, las consecuencias tender�n a ser negativas y nos cerraremos como ostras. Pero no solamente juegan los primeros a�os, tambi�n pueden surgir problemas en el periodo adolescente, ese gris�ceo proceso de maduraci�n que nos lleva de cabeza cuando lo pasamos y nos vuelve a llevar de cr�neo cada vez que alguien cercano tiene que recorrer ese camino escabroso. En esas edades cr�ticas, podemos caer en las redes de la incomprensi�n y acabar cerrando el pico cual muertos vivientes. Cuando realmente salvamos los papeles es en la primera juventud y la edad adulta, donde ya es menos probable que caigamos en la timidez, a no ser que tengamos un acontecimiento muy estresante, que desequilibre nuestro comportamiento futuro. Parece que nunca estamos libres de sus maldades.
Desde la psicolog�a cient�fica se detallan bloques diferenciados de introversi�n con sufrimiento, dejando a un lado patolog�as que son sumamente complejas como el autismo o el s�ndrome de Asperger. Los t�midos particulares o privados ser�an un gremio definido por el eminente psic�logo americano Zimbardo, ajust�ndose a un patr�n de comportamiento claramente inadaptado, porque no consiguen controlar el malestar que les produce estar con gente a su alrededor y comunicarse con ella. En cambio el denominado t�mido p�blico, es mucho m�s adaptativo, consiguiendo vivir las situaciones sociales con m�s desparpajo, llegando a interactuar con dificultad en grupos y reuniones, intentando sobreponerse al sufrimiento y al silencio. Para los m�s apocados, existen coyunturas muy delicadas que pueden llegar a marcar su vida. Las m�s representativas giran alrededor del trabajo, cuando han de conseguir un puesto y pasar una entrevista; y las emociones, cuando tienen que declarar su amor a la persona elegida.
Hasta ahora se han desarrollado varias terapias que amortiguan los efectos castrantes de los m�s retra�dos, pero como en el fondo seguimos siendo biolog�a en estado puro, un grupo de investigaci�n canadiense ha experimentado con un espray que contiene b�sicamente oxitocina, una hormona que se genera en el embarazo con potentes efectos en el contacto f�sico y sexual, y que parece que tiene unos resultados impresionantes en el comportamiento social de los usuarios. Mejora las relaciones interpersonales alejando la verg�enza y el retraimiento. A partir de ahora no habr� excusa para los m�s hura�os, despu�s de dos o tres aspiraciones del aerosol, se disipar�n todas sus inquietudes y pasar�n del apocamiento desde�able al m�s deseado de los virtuosismos sociales.
Publicado originalmente en La Verdad (Espa�a)