Hay por lo menos dos hechos evidentes o casi: la mayor parte de nuestro consumo de energ�a proviene de los combustibles f�siles, los cuales (salvo el carb�n) se acaban, se encuentran en zonas pol�ticamente vol�tiles o ambas cosas y son cada vez m�s caros. Adem�s, al quemarse emiten gases de efecto invernadero y contribuyen al cambio del clima que ya empieza a notarse dram�ticamente.
El otro hecho es que el hambre de energ�a del mundo aumenta r�pidamente, en la medida en que los pa�ses van avanzando en su "desarrollo" siguiendo las pautas occidentales, como lo est�n haciendo China e India, cuya poblaci�n en conjunto implica el 40% de la humanidad. Digo: siguiendo las pautas occidentales, que son especialmente dispendiosas y derrochadoras de todos los recursos naturales, entre ellos la energ�a.
Estos dos hechos chocar�n, irremisiblemente. Entonces, es natural que se busquen soluciones alternativas. Una de ellas es la generaci�n de energ�as llamadas "alternativas": la hidr�ulica y la nuclear, m�s un n�mero de alternativas m�s remotas, como la energ�a geot�rmica o mareomotriz, pero especialmente la e�lica y la fotovoltaica (el viento y la luz solar). El uso de ambas formas de generaci�n est�n avanzando velozmente, al ritmo de 20 a 40% anual; pero su participaci�n en el total es a�n bastante marginal, aunque la energ�a e�lica lleva una importante ventaja y las grandes torres de los molinos e�licos ya est�n cubriendo importantes superficies y haciendo una contribuci�n significativa al parque energ�tico en ciertos pa�ses: Alemania, Espa�a, Dinamarca.
En Argentina existe un recurso e�lico envidiable en la costa patag�nica, que hace que una m�quina alemana produzca all� el doble de lo que produce en su patria, si es que aguanta la intensidad y el car�cter arrachado de los vientos patag�nicos, cosa para la cual no est� dise�ada. Nuestra industria est� en condiciones de dise�ar y construir generadores e�licos y venderlos en todo el mundo, y es de esperar que no perdamos esta nueva ocasi�n de ingresar en un mercado en r�pida expansi�n: la ventana de ocasi�n es de no m�s de dos a tres a�os, as� que debemos empezar enseguida.
La generaci�n fotovoltaica est� m�s atrasada pero crece a mayor ritmo; es posible cubrir techos de edificios y grandes superficies con celdas fotovoltaicas y ya se alimentan as� muchos lugares remotos, como observatorios climatol�gicos monitoreados a distancia. Los paneles fotovoltaicos casi no necesitan mantenimiento y no tienen partes m�viles que se gasten, aunque a�n sean caros y no sean tan ambientalmente "limpios" como se podr�a pensar porque su fabricaci�n es una industria bastante contaminante. En Espa�a se construye el mayor "parque solar" del mundo, que suministrar� 20 MW y ocupar� 100 hect�reas.
Pero la fuente de energ�a de la que m�s se habla en estos d�as y en la que m�s dinero se invierte es el biodi�sel y otros biocombustibles que se pueden usar en veh�culos de combusti�n interna, el m�s conocido de los cuales es el alcohol et�lico absoluto. El biodi�sel se fabrica por transesterificaci�n de aceites vegetales sean de soja, de girasol, de colza o de ma�z. El aceite comestible es sometido a un proceso qu�mico que lo hace apto para ser quemado igual que el aceite di�sel mineral; se puede mezclar con �ste y tiene un poder calor�fico parecido.
Parece la soluci�n perfecta: al quemarse genera CO2 pero, como es un producto vegetal, esa misma cantidad de CO2 se absorbe al crecer una nueva cosecha del aceite vegetal del que se fabrica. El balance es: cero emisi�n. Como yapa, los pa�ses que planten las especies aptas para producir biocombustibles podr�n vender "derechos de emisi�n" a los otros, lo que les ayudar�a a cumplir las ya insuficientes normas del Protocolo de Kyoto.
El problema es que todo eso no es cierto, porque en la producci�n del biocombustible se consume energ�a y las cuentas no cierran tal como una mirada superficial lo har�a presumir. Para producir los vegetales con suficiente rendimiento es necesario usar fertilizantes y pesticidas que contribuyen al balance de carbono; en la mayor�a de los casos el balance energ�tico es negativo y el de CO2, tambi�n. El resultado es que el gasto en combustible f�sil o no que se necesita para producir el biodi�sel es mayor que la cantidad de energ�a que se ha de recuperar en su combusti�n. Para diversas materias primas el costo energ�tico neto es variable: para producir una unidad de bioenerg�a usando aceite de soja, se gastar�an casi 2 unidades de combustible, teniendo en cuenta todos los gastos, inclusive aquellos derivados de la fabricaci�n de fertilizantes y pesticidas. Si se fabricase alconafta a partir de ma�z o de madera, la relaci�n correspondiente ser�a 1,6 � 1,3; o sea, se gasta m�s de los que obtiene.
Otra falacia es la del precio. Es probable que el del petr�leo y sus derivados siga aumentando; pero por ahora, el aceite crudo de soja, sin la transformaci�n necesaria para que sea biodi�sel, es m�s caro que el di�sel com�n y los dem�s aceites lo son a�n m�s. Pero eso es una cuesti�n estrat�gica y de contaminaci�n, as� que s�lo encarecer� los alimentos...
Pero esa no es la peor de las falacias. La peor es que en un mundo donde m�s de 1.000 millones de seres humanos pasan hambre, parece una inmoralidad dedicar una alt�sima proporci�n de las tierras arables para luego quemar aceites comestibles para alimentar a una civilizaci�n dilapidadora de energ�a. La cantidad de ma�z necesaria para llenar de biodi�sel el tanque de una camioneta alcanza para alimentar a una persona durante un a�o. Si se quisiera reemplazar todo el petr�leo que se usa en los EE.UU. por biocombustibles, se necesitar�a m�s del 120% de todas las tierras arables de ese pa�s. Por supuesto ello no los privar�an de su autonom�a alimenticia, por lo que exportar�an la necesidad de emplear valiosa tierra arable para sembrar combustibles a los ya empobrecidos pa�ses del "Tercer Mundo". Si en Argentina quisi�ramos reemplazar s�lo el gasoil no todo el petr�leo con biodi�sel, la superficie sembrada de soja se deber�a ampliar en un 160%, lo que equivale a sembrar con soja m�s de toda la superficie cultivable actual de oleaginosas, dejando de sembrar ma�z, girasol, lino, algod�n, man�, colza, etc. Para reemplazar una forma de energ�a por la otra, habr�a que emplear pr�cticamente toda la superficie arable de muchos pa�ses en sembrar especies para producir combustibles en vez de alimentos. Esto amenaza seriamente la autonom�a alimenticia de muchos pa�ses en v�as de desarrollo y significa un ataque terrible contra la poca vegetaci�n natural que queda y un ataque fatal contra la biodiversidad: los desmontes para hacer lugar a la soja o a otras oleaginosas, que ya son uno de los problemas ecol�gicos m�s graves que tiene nuestro pa�s, terminar�an r�pidamente con los pocos bosques naturales que quedan, en medio de los salvajes desmontes que ya se est�n llevando a cabo en muchas zonas de la Argentina y la destrucci�n sistem�tica del pantanal y de las selvas amaz�nicas, para no alejarnos en la geograf�a m�s all� de Brasil (en Indonesia tambi�n se destruye la selva para plantar palmeras aceiteras...).
No cabe duda de que el resultado del intento de reemplazar todo o una parte significativa del combustible f�sil por alguna de estas pretendidas panaceas, en las que se est�n invirtiendo actualmente miles de millones, ser�a una verdadera cat�strofe ecol�gica y alimentaria.
Resumiendo: el �xito de la actual y vigorosa campa�a relacionada con los biocombustibles, inclusive el fomento legal otorgado a esa industria en la Argentina hace unos meses, ser�a un triunfo a lo Pirro para nuestro pa�s. Adem�s de los impactos ecol�gicos directos, empeorar�a a�n m�s la desigual distribuci�n de las tierras, expulsar�a a�n m�s gente de sus campos, destruir�a cada vez m�s la biodiversidad, amenazar�a la autonom�a alimentaria del pa�s y no resolver�a los problemas del Primer Mundo, que no son los nuestros aunque estamos haciendo todo lo posible para importarlos.
La �nica soluci�n justa para el mundo es un sistema social y econ�mico diferente a la actual tendencia al crecimiento constante en un mundo finito y cada vez m�s poblado. Todo lo dem�s no har� m�s que empeorar la situaci�n, sobre todo para la poblaci�n de los pa�ses "subdesarrollados", los que suministrar�n combustible a los ricos sobre el hambre y la sed de sus habitantes.
Publicado originalmente en R�o Negro (Argentina)