Los activistas de la nutrici�n est�n promoviendo una serie de medidas para que el gobierno intervenga en relaci�n a su cintura. El presidente George Bush asign� 125 millones de d�lares de su presupuesto para fomentar estilos de vida saludables. Las legislaturas estatales y los comit�s de educaci�n han comenzado a prohibir la venta de dulces, meriendas y bebidas gaseosas en las escuelas. Varios legisladores estatales y el alcalde Jerry Brown de Oakland, California, entre otros, quieren imponer un impuesto de gordura a los alimentos con muchas calor�as. El Congreso est� considerando legislar sobre el contenido de los men�s, con lo cual se obligar�a a las cadenas de restaurantes indicar la grasa, sodio y calor�as de cada plato.
Esa es exactamente la peor manera de luchar contra la obesidad. En lugar de intervenir en la gran cantidad de opciones alimenticias de la gente, nuestro gobierno debiera promover los sentimientos de responsabilidad personal con respecto a nuestra salud y bienestar.
Lamentablemente, los pol�ticos est�n haciendo exactamente lo contrario. Por d�cadas, el sistema de salud se desplaza hacia la medicina socializada. Tenemos leyes que obligan a unos ciudadanos a pagar por las medicinas de otros y varios estados proh�ben a las empresas de seguros m�dicos ofrecer primas m�s bajas a gente que se mantiene saludable. Eso elimina el incentivo econ�mico en la toma de decisiones saludables. Pero, peor a�n, la medicina socializada nos convierte en tolerantes de la intromisi�n gubernamental en nuestra libertad personal. Si yo pago en impuestos parte del costo del infarto que sufre mi vecino, ser� mucho m�s tolerante de leyes sobre lo que �l puede o no comer y respecto a las restricciones impuestas a lo que s�permercados y restaurantes de comida r�pida pueden vender. As�, el costo y la preocupaci�n de ser obeso no lo cargan los gordos sino todos los ciudadanos.
La mejor manera de combatir la amenaza de la obesidad a la salud p�blica es eliminar el tema de la obesidad del �mbito de la salud p�blica. Es dif�cil pensar en algo m�s privado y menos p�blico que aquello que le metemos a nuestro propio organismo. Dada la responsabilidad moral, financiera y personal de cada quien con respecto a su propia salud, la obesidad no es un tema p�blico sino algo muy personal, con todo el peso, costo y preocupaci�n que ello implica para quienes sufren del problema.
Dejemos que cada quien asuma toda la responsabilidad por su dieta y por su estilo de vida. Indudablemente que tomaremos mejores decisiones cuando nosotros mismos, en lugar de terceros, estamos pagando las consecuencias de nuestras actuaciones.
Radley Balko es Analista de Pol�ticas P�blicas del Cato Institute
Publicado originalmente en El Cato