El autor se�ala que siempre le llam� la atenci�n que a pesar de que tienen registros de militantes num�ricamente superiores y sus valores pol�ticos y postulados econ�micos son compartidos por m�s norteamericanos, los dem�cratas pierden elecciones con m�s frecuencia que los republicanos. Se�al� tambi�n que encontr� que las elecciones se ganan en el �mercado de la emoci�n� y no en el de la raz�n y que cuando emoci�n y raz�n combaten, �sta pierde invariablemente. Esto se debe, dice, a que los republicanos entienden mejor el cerebro pol�tico y apelan mejor a la emoci�n, y que por ello en los �ltimos 30 a�os han ganado m�s ocasiones la presidencia y los presidentes republicanos en funciones se han reelegido con m�s facilidad, mientras que los dem�cratas no han entendido que los datos duros por s� mismos no conducen a la victoria.
Political Brain afirma que la concepci�n moderna de la mec�nica de la mente humana no tiene nada que ver con la manera en que funciona efectivamente. El autor y un grupo de neur�logos estudiaron a finales de 2004, en plena campa�a presidencial, los procesos cerebrales de militantes partidistas cuando procesan nueva informaci�n pol�tica, potencialmente inc�moda. El objetivo del experimento era ponerles retos de razonamiento que llevar�an a un no militante a una conclusi�n l�gica, pero que orillar�a a un militante a enfrentar una antinomia entre la dicha conclusi�n y su fervor partidista. Se trataba de inducir una disonancia entre evidencia y emoci�n. La hip�tesis era: si datos y deseo chocan, el cerebro pol�tico buscar�a �razonar� hacia la conclusi�n deseada.
Westen present� en enero pasado los resultados en la Octava Conferencia Anual de la Sociedad de Psicolog�a Social y de la Personalidad en Memphis, Tennessee, y confirm� que cuando un militante se enfrenta a informaci�n pol�tica discordante (como francas inconsistencias entre dos discursos de un candidato, o entre lo que dice y hace) trata de obtener conclusiones predeterminadas y emocionales por naturaleza y que en el proceso le da mayor peso a la evidencia confirmatoria y desde�a la contradictoria.
El militante logra todo esto debido a que su cerebro activa una red neuronal que le produce estr�s y reacciona disipando esa incomodidad a trav�s, inclusive, de razonamientos incorrectos. Se descubri� adem�s otra peculiaridad: as� como se apagaron los circuitos neuronales de las emociones negativas, se encendieron los de las positivas e inclusive los de las sensaciones de recompensa.
Las conclusiones de Westen son dos con sus respectivas implicaciones para aquellos que hacen pol�tica o la estudian. Primera, que los candidatos de los partidos grandes, cuando est�n en campa�a, no deber�an preocuparse por tratar de atraer a los militantes de otros partidos, sino esforzarse por persuadir para su causa al 10% o 20% de los electores del centro llamados cambiantes (o swichters) y que sumados a su base partidaria tradicional, generalmente de alrededor de 30%, podr�an darle la victoria. Segunda, que el cerebro pol�tico es un cerebro emocional; que no estamos ante una m�quina de c�lculo desapasionado que busca objetivamente los hechos y las cifras adecuados para tomar una decisi�n razonada.
Con estas conclusiones, el autor propone un nuevo tipo de inteligencia: la inteligencia pol�tica, con estos componentes: inteligencia emocional, empat�a, habilidad para emanar y convocar confort o bienestar, y habilidades para formar coaliciones y administrar jerarqu�as e inteligencia general.
Ahora bien, la inteligencia pol�tica se refiere no s�lo a la del electorado, que al parecer eval�a y califica candidatos en siete segundos a�n antes de que pronuncien una palabra; sino a la que deber�an proyectar los propios candidatos y sus mensajes de campa�a, como lo hicieron exitosamente Reagan y Clinton, espl�ndidos comunicadores de gran inteligencia pol�tica y que, adem�s de desbancar a un presidente en funciones, (Carter y Bush padre, respectivamente) lograron reelegirse 4 a�os despu�s. O sea, a mayor inteligencia pol�tica del candidato, mayores posibilidades de que resulte victorioso.
Dec�a David Hume que la raz�n es esclava de la emoci�n y en pol�tica electoral el aserto cobra cada d�a m�s peso. Los partidos mexicanos deber�an empezar a dise�ar sus campa�as y a seleccionar sus candidatos con otros par�metros; los de la inteligencia pol�tica, que por ning�n motivo deber�a ser desestimada debido a que, celebro informar, no estamos ante un descubrimiento menor.
A describir los componentes de la inteligencia pol�tica y a ofrecerle adicionales reflexiones sobre la nueva centralidad de las ciencias neurol�gicas en pol�tica, dedicar� la segunda parte de este texto ma�ana domingo. Baste ahora con transcribir una frase de Political Brain que bien podr�a ser el n�cleo de la obra y la semilla de una nueva percepci�n pol�tica de la manera en que nuestros partidos hacen campa�a y seleccionan candidatos: �No podemos cambiar la estructura del cerebro pol�tico, que representa millones de a�os de evoluci�n, pero podemos cambiar la manera en la que le hablamos�.
Publicado originalmente en Cr�nica (M�xico)