El a�o pasado, la esposa y los dos hijos de uno de mis colegas fueron diagnosticados con malaria. De repente, sus vidas se voltearon patas arriba y todas sus prioridades y planes cambiaron. La absoluta prioridad es curarse.
Este horrible drama lo vive, a�o tras a�o, un inmenso n�mero de familias africanas. M�s de 300 millones de africanos sufren de malaria y m�s de un mill�n de nuestros ni�os mueren cada a�o de esa enfermedad.
Recientemente, en otros pa�ses que no sufren de tan horrible enfermedad, los ambientalistas estaban celebrando los 100 a�os del nacimiento de Rachel Carson, cuyo libro �Primavera silenciosa� promovi� el activismo en prohibir el repelente e insecticida DDT, en todo el mundo.
En una �poca, la malaria mataba a cientos de estadounidenses anualmente, desde Nueva Jersey hasta California, de la Florida y Luisiana a Michigan y hasta Alaska. Hasta los a�os 30 del siglo pasado, la malaria frenaba una tercera parte de la producci�n industrial del sur de Estados Unidos.
Los zancudos transmisores de la malaria plagaron a Europa durante siglos, aniquilando ej�rcitos desde Alejandro el Grande hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando se comenz� a fumigar a los soldados con DDT. Despu�s de la guerra, el DDT acab� con una epidemia de tifus en Europa y termin� con la malaria en Estados Unidos en 1952 y en Europa en 1961. Tambi�n fue utilizado, a menudo sin cuidado y en exceso, para proteger las cosechas de insectos.
Pero en medio de tales grandes logros, Rachel Carson y el naciente movimiento ambientalista denunciaron que el DDT se estaba acumulando, con devastadoras consecuencias, en los cuerpos de la gente y de los animales. En lugar de proceder con investigaciones cient�ficas para determinar si el DDT es da�ino, lanzaron una campa�a mundial que logr� acabar con el uso del DDT en todo el mundo.
Esta prohibici�n no tuvo ning�n costo para los estadounidenses ni para los europeos porque la malaria ya hab�a desaparecido de sus pa�ses y cuando viajan a Africa se hospedan en lujosos y modernos hoteles y no suelen visitar los hospitales ni los hogares de las v�ctimas, por lo que no ven el sufrimiento de millones de gente pobre, cuyo bienestar alegan defender.
De esta manera, Africa se ha convertido en zona de sacrificios, donde las ideolog�as ambientales exigen la utilizaci�n exclusiva de medios pol�ticamente correctos, como mosquiteros, para prevenir una enfermedad que es el principal asesino de nuestros hijos. La prohibici�n del DDT es un crimen contra la humanidad, al dejar que 300 millones de madres, padres y ni�os africanos sufran a�o tras a�o de malaria.
Hoy en d�a, 65 a�os despu�s de que el DDT fue por primera vez utilizado para controlar esta horrible enfermedad, ninguna otra sustancia es tan efectiva ni tan barata contra enfermedades transmitidas por mosquitos. No hay tampoco ninguna prueba que su utilizaci�n responsable sea da�ina. Por ello, cientos de m�dicos, sacerdotes y defensores de los derechos humanos exigen la aprobaci�n de su utilizaci�n. Por fin la Organizaci�n Mundial de la Salud y USAID est�n oyendo ese clamor y permitiendo fumigaciones en el interior de las viviendas.
El programa de DDT de Sud�frica ha reducido en 80 por ciento los casos de malaria en 18 meses, sin ninguna consecuencia negativa para el medioambiente. Experiencias similares se han logrado en otros pa�ses africanos. Pero a pesar de ello, en Europa amenazan con la suspensi�n de importaciones agr�colas y dem�s sanciones contra los pa�ses que utilizan DDT para salvar vidas. Los organismos de ayuda internacional reh�san apoyo a pa�ses que utilizan DDT, mientras prometen mosquiteros que nunca llegan y vacunas que tomar�n a�os en aparecer.
Mientras tanto, los activistas del ambiente siguen mintiendo descaradamente respecto al DDT y asustando con futuros desastres.
Publicado originalmente en El Cato