Sus rudimentarios m�todos escond�an ingeniosas pistas, un rastro con el que los primeros trashumantes pod�an conocer rutas y asentamientos. Ingeniosas y enormes pistas, algunas de varias toneladas y hasta cuatro metros de altura. Se trata de los d�lmenes y menhires, restos de la cultura megal�tica que se reparten por toda la regi�n.
�Para qu� serv�an exactamente estas moles? �Podemos imaginar que estas gentes del Neol�tico sub�an con los reba�os a las zonas de pastos en verano, �sas que han utilizado los pasiegos hist�ricamente, siguiendo una ruta ganadera se�alizada por sucesivos menhires, que tambi�n les orientaban para descender en invierno�, se�alaba recientemente a la agencia Ical el experto Germ�n Delibes, catedr�tico de Arqueolog�a de la Universidad de Valladolid, despu�s de reconocer que a�n se desconoce �por qu� entonces se colocaron estas enormes piedras�.
Salamanca cuenta con unos 80 d�lmenes inventariados, repartidos en varias zonas, como puede apreciarse en el gr�fico adjunto de la siguiente p�gina, siendo la provincia de Castilla y Le�n donde m�s estudios se han realizado. Principalmente se asientan en las vegas h�medas, encharcamientos y fuentes naturales que no se secan en verano, destacando la zona del r�o Tormes entre Cespedosa y Alba, el r�o Yeltes y el Camaces, aunque en otras zonas de la comarca de Ledesma y el Campo Charro, como Gejuelo, Robliza de Cojos y Villarmayor, entre otros, tambi�n se tiene constancia de restos de la cultura megal�tica.
Ahora bien, �c�mo poder colocar estas moles e incluso hincarlas hasta metro y medio en la tierra? �No est� tan claro que ya utilizasen a los animales como fuerza de tracci�n�, indica Germ�n Delibes, uno de los m�s importantes especialistas en esta etapa de la Prehistoria. �Cuando se habla de la ingenier�a megal�tica para arrastrar una piedra o ponerla de pie, la fuerza es muy probable que fuera humana�, cifrando en unas treinta personas las necesarias para arrastrar las piedras y levantarlas.
Pero no es tan sencillo. Ya en tiempos el prestigioso arque�logo franc�s Jean Pierre Mohen comprob� el n�mero de personas necesarias para mover el techo de un dolmen que pesaba 34 toneladas. Al concluir las excavaciones de un dolmen, invit� a una merienda a los vecinos de la localidad donde llevaba a cabo estos trabajos, aunque con una sorpresa: deb�an tirar de ese bloque p�treo con unas sogas. As�, coloc� la piedra encima de unos rodillos de madera, pero necesit� trescientas personas para moverla. Este ejemplo genera nuevas preguntas, sugiere Delibes: �Aunque conocemos alg�n poblado de esta �poca, no se ha hallado ninguno donde llegasen a vivir trescientos adultos varones. Ante estos interrogantes, s�lo cabe pensar que estas labores constructivas son fruto de un trabajo cooperativo, donde participaban gentes de diferentes grupos familiares o clanes�.
Estas primitivas comunidades humanas tambi�n cazaban, simulta-
neaban el pastoreo con una agricultura de cereales y manten�an relaciones comerciales, puesto que en algunos enterramientos se han encontrado adornos de conchas del Mediterr�neo y s�lex del Tajo. Eran socie-
dades que recog�an y acumulaban alimentos para consumirlos en temporadas donde no recog�an cosechas. �Esto nos da en pensar que hay una parte de poblaci�n que se pod�a dedicar a tareas constructivas que necesitaba de grandes esfuerzos�.
Vestigios para la eternidad
De su paso dejaron monumentos funerarios, los d�lmenes. �Sabemos c�mo mor�an, pero apenas conocemos nada de c�mo viv�an. Un dolmen es un enterramiento colectivo, similar al pante�n actual. Es un lugar de exposici�n, donde se colocan los cad�veres, de manera que un individuo que entrara en el interior de uno de estos santuarios asistir�a a un espect�culo bastante aterrador al encontrarse con medio centenar de esqueletos�, aclara Delibes.
Este catedr�tico de Arqueolog�a ha constatado que no existe correspondencia entre la monumentalidad de las tumbas y la del poblado. �Puede que tenga sentido, estas gentes no pod�an vivir en el mismo lugar porque los campos se acababan estragando�, dejaban de producir. �Pensamos que no conoc�an los efectos del abonado, as� que quienes cada cuatro a�os tienen que cambiar de asentamiento, carece de sentido que construyan grandes viviendas s�lidas para siempre�. Sin embargo, s� da por v�lido que las tumbas se encuentren en el centro del territorio econ�mico, �en el que ellos giraban, que acaba por ser el �nico signo fijo de un grupo sobre un determinado territorio�.
Publicado originalmente en Tribuna (Espa�a)