Los seres humanos tienen dos formas de obtener los bienes y servicios que desean. La primera es el intercambio pac�fico y voluntario con sus semejantes (catal�ctica) a cambio de otros bienes y servicios que estos �ltimos necesitan de los primeros. O, mejor dicho, es el intercambio de derechos de propiedad sobre esos bienes y servicios.
La otra manera de conseguirlos es el robo, es decir, la violencia f�sica ejercida sobre los dem�s, mediante lo cual los propietarios son obligados a entregar esos mismos bienes y servicios a cambio de nada.
A su vez, esta �ltima forma compulsiva tiene dos variantes posibles: una es ejercer esa coacci�n directamente (como hacen los asaltantes y delincuentes), la segunda es realizar ese saqueo mediante una resoluci�n de los gobiernos.
En el caso del delincuente com�n, �ste obra fuera de la legalidad. Pero cuando la expoliaci�n se efect�a a trav�s de los gobiernos, no por ello deja de ser un robo, si bien se le da una apariencia de legitimidad.
Las econom�as llamadas �mixtas�, predominantes en casi todo el planeta, son una palmaria demostraci�n de ese despojo en detrimento de unos para beneficiar a otros. �Qu� nombre gen�rico se le da a tal expoliaci�n? Pues el de �redistribuci�n de la riqueza�.
Para entendernos mejor: por riqueza se entiende aqu� la sumatoria de todos los bienes y servicios, de todo lo que cada uno de los que habitamos en un pa�s producimos para obtener ingresos y vivir.
A su vez, si se habla de �redistribuci�n� eso significa que previo a ello hubo una �distribuci�n�. Lo que quiere decir que, como el funcionario de turno no est� conforme con lo que obtuvo cada uno interactuando o intercambiando espont�neamente, decide que algunos deben recibir m�s de lo que obtuvieron y, como contrapartida, otros menos. A estos �ltimos les es quitado lo que obtendr�n aquellos.
Esta �redistribuci�n� adquiere ropajes diferentes: subvenciones, subsidios, tarifas aduaneras proteccionistas, precios m�ximos o m�nimos o tasas de inter�s preferenciales, por dar algunos ejemplos, pero su naturaleza expoliatoria es la misma.
Precisamente de esta �ndole son las �ltimas medidas �nada nuevas, por cierto� adoptadas por el gobierno de los Estados Unidos con motivo de la crisis relacionada con las hipotecas: salvar a los bancos que se equivocaron o no acertaron al otorgar los cr�ditos y a los deudores que tomaron estos �ltimos. Tenemos, as�, por un lado, a los victimarios.
Veamos, ahora, qui�nes son las v�ctimas, es decir, los que pagar�n los platos rotos. En primer t�rmino, la totalidad de los habitantes de Estados Unidos, quienes m�s tarde o m�s temprano sufrir�n los efectos de los miles de millones de d�lares lanzados al p�blico, v�a impuesto inflacionario o bien, cuando se pretenda contener o evitar inflaci�n, con distorsiones en la econom�a real tanto o m�s graves.
Mientras tanto, se festeja el �alivio� provocado con el solo anuncio de esas medidas y otras que se propician de marcada �ndole intervensionista y dirigista: pr�rroga compulsiva de plazos hipotecarios, regulaci�n de tasas, etc�tera.
Ludwig von Mises fue quien primero vio con claridad la naturaleza y causas de los llamados �ciclos econ�micos�: los auges artificiales provocados por la expansi�n de la moneda y el cr�dito, no generados con ahorro previo, sino de la nada, con el fin de hacer descender las tasas de inter�s a un nivel menor al de mercado. Con posterioridad, llega la hora de la verdad, cuando los actores econ�micos advierten la ficci�n y el mercado comienza a ajustar para volver a la realidad. A esta �ltima etapa se le llama err�neamente �recesi�n�, a la cual temen despavoridos los pol�ticos y gobernantes.
Por lo tanto, para evitar esa temible �recesi�n�, se suele insistir con m�s intervencionismo, m�s inyecci�n de cr�dito y m�s �redistribuci�n�, con lo cual suele obtenerse una contenci�n temporal del problema (mejor dicho, sobre los efectos, no sobre sus causas), hasta que cada vez es m�s dif�cil dilatar las consecuencias y, entonces, cuando el ajuste se produce, es mucho m�s doloroso y dif�cil de digerir pol�ticamente.
Todo esto nos demuestra varias cosas. En primer lugar, que son los gobiernos y no los �mercados� los causantes de las crisis, dado que s�lo aqu�llos pueden expandir artificialmente el cr�dito y el gasto p�blico. Segundo, lo absurdo de pretender que se pueden solucionar las crisis con medidas de la misma �ndole que las que las provocan (intervencionismo y dirigismo). Tercero, que termina habiendo v�ctimas involuntarias y victimarios, ambos indicados por el �dedo m�gico� de los gobiernos.
Ese dedo m�gico puede ser el de Busch, la Reserva Federal o el Congreso, como en este caso; o el de Duhalde, Cavallo o De la R�a, como en el 2001/2002 (corralitos bancarios, confiscaciones de dep�sitos). Sin embargo, siempre se evita el ajuste v�a mercado �redistribuyendo� entre favorecidos y expoliados.
Que en los Estados Unidos �sin duda uno de las naciones con menor intervencionismo y mayor seguridad jur�dica, respeto por los derechos individuales y propiedad privada; un pa�s con instituciones s�lidas que permanecieron por m�s de 200 a�os� se siga practicando tambi�n este �capitalismo trucho� con �ganadores� y �perdedores� elegidos a dedo, es decir �v�ctimas y victimarios�, nos se�ala una vez m�s que el sistema institucional de la libertad (o capitalismo en su aspecto econ�mico) no es el culpable de estas crisis, como pregonan hasta el cansancio los socialistas, intervensionistas y keynesianos, sino que las perturbaciones se originan en su falta de aplicaci�n total y coherente.
Una de las reglas de oro de la econom�a libre es el de la responsabilidad: quien no acierta debe sufrir las consecuencias de sus errores en sus estimaciones, no hac�rselos pagar a otros.
El capitalismo no es, por lo tanto, un sistema del pasado, como pretenden sus enemigos sin fundamento, sino un sistema para el futuro.
En suma: para terminar con los ciclos econ�micos, tal como sosten�a Mises, hay que dejar de lado el intervencionismo y ser capitalista en serio: es decir, sin v�ctimas forzadas y sin victimarios favorecidos arbitrariamente.
Publicado originalmente en Uruguay Informe