Como todo material ordenado, el proceso viene acompa�ado por un aumento de entrop�a.
Cuando un material de este tipo se somete a un campo magn�tico, los dominios se ordenan con �l y en los casos en que los dipolos tengan la misma orientaci�n que el campo magn�tico inductor, suman su efecto. Cuando cesa el campo magn�tico aplicado, los dominios permanecen alg�n tiempo. Adem�s del hierro, cobalto y niquel, hay muchos compuestos que presentan esta propiedad.
Cuando el ordenamiento de los momentos magn�ticos es en la misma direcci�n pero en sentidos opuestos, por ejemplo por pares, se produce el denominado antiferromagnetismo. Si el valor absoluto de los momentos magn�ticos apareados, es el mismo, se cancelan y si son diferentes se reducen. En los materiales ferromagn�ticos hay una temperatura denominada de Curie, por encima de la cual dejan de tener las propiedades ferromagn�ticas. Los materiales antiferromagn�ticos tambi�n pierden las propiedades al elevar la temperatura, ahora denominada de Neel, que una vez superada los convierte en param�gneticos, exhibiendo un momento magn�tico permanente en ausencia del campo externo aplicado. Cuando aplicamos un campo magn�tico algunos de los momentos se alinean paralelos a �l. Aumentando la intensidad se puede lograr la alineaci�n de todos. Eso quiere decir que los momentos magn�ticos que se pueden obtener en materiales antiferromagn�ticos son elevados e incluso pueden dar lugar a la imanaci�n permanente.
El ferrimagnetismo se da en los materiales cer�micos donde los momentos magn�ticos de los iones son diferentes ofreciendo diferente resistencia a la alineaci�n al aplicar un campo magn�tico. Como resultado se obtiene una magnetizaci�n neta. La magnetita presenta ferrimagnetismo, a�n cuando las interacciones que dan lugar a la propiedad magn�tica, son antiferromagn�ticas.
La visualizaci�n de los dominios en un material antiferromagn�tico formaba parte de la conjetura hasta recientemente en que se ha accedido a examinar la ordenaci�n interior, gracias a la aplicaci�n de los rayos X. El orden interno de estos materiales es del tama�o de la longitud de onda de los rayos X, lo que significa que se sit�a por debajo de los 10 nanometros. Mediante la generaci�n de la holograf�a con rayos X se ha logrado visualizar la configuraci�n de un dominio magn�tico. Chapman sugiri� el uso de un l�ser de electrones libres de rayos X blandos y hacerlo pasar a trav�s de un orificio practicado en un espejo y se hacen incidir sobre una membrana de nittruro de silicio de 20 nanometros de espesor que se sit�a delante de un espejo plano cubierto con m�ltiples capas. Con esto se consigue producir el haz difractado que constituye el haz de referencia y la difracci�n retardada que es el haz objeto, de forma que la interferencia sobre un detector CCD produce el holograma. Ambos haces son el objeto correspondientes a instantes de tiempo diferentes: El experimento, en realidad, recrea la observaci�n de Newton del �espejo polvoriento� que consisti� en que en una sala oscura y con un peque�o prisma y un agujero practicado en una pantalla form� un rayo casi monocrom�tico de luz solar que reflej� en un espejo plateado, colocado formando un �ngulo de tal suerte que el rayo reflejado retornase a trav�s del agujero de la pantalla. Newton observ� la formaci�n de anillos luminosos y oscuros, dejando la interpretaci�n a Thomas Young, que 100 a�os despu�s introdujo el concepto de interferencia que daba lugar a la formaci�n de los anillos, puesto que eran dos haces de luz los que recorr�an caminos diferentes, como consecuencia de la dispersi�n que produc�an las particulas de polvo situadas en la superficie del espejo donde se reflejaban.
Ahora se ha conseguido producir un holograma de los dominios de un material antiferromagn�tico. Se observa, adicionalmente, una evoluci�n de los citados hologramas, incluso a muy bajas temperaturas, lo que requiere una interpretaci�n cu�ntica que parece estar vigente en los dominios magn�ticos, como lo est� en las part�culas microsc�picas como los electrones o los �tomos. La incidencia en la computaci�n cu�ntica es evidente, por cuanto la existencia de estados coherentes a nivel de dominios magn�ticos abre la posibilidad de disponer de materiales susceptibles de soportar los qubits requeridos para la construcci�n de los ordenadores cu�nticos.
Publicado originalmente en El Faro de Cartagena (Espa�a)