La cultura dominante creada e impuesta hist�ricamente por la sinarqu�a, elite expoliadora due�a de los monopolios, las grandes corporaciones y el Estado, el cual es su gran invento sojuzgador, ha despojado paulatinamente al ser humano de su independencia y soberan�a a trav�s del mito mesi�nico del Estado, que ha reducido al individuo a una �masa ab�lica y desarmada de la que s�lo se espera obediencia� (1).
La divulgaci�n en el mundo occidental del falaz postulado de Maquiavelo de la maldad constitutiva de la naturaleza humana -esto es el diagn�stico rid�culo del hombre como naturaleza corrupta, �precursora de la anarqu�a moral y social�-, se ha impuesto como eslogan manipulador para concluir convenientemente que de ese ser humano se puede esperar cualquier cosa, lo que conlleva, siempre siguiendo a Maquiavelo, a atribuirle al Estado �su idoneidad para contener la maldad�, justificaci�n perversa de la existencia inexorable del Estado, es decir, de la dominaci�n ineludible de un grupo de hombres que mediante el monopolio de la violencia y la exacci�n impondr�n el �orden burocr�tico y homogeneizador� con el prop�sito embaucador de evitar el caos y la disoluci�n de la sociedad.
Estos clich�s en contra de la dignidad y la libertad individual no solamente son una visi�n mentirosa de los hechos, sino que son un h�bito mental que ha causado innumerables perjuicios y que reforzados con la promoci�n acad�mica de la falacia en contra del mercado y de la libre competencia hacen creer que la concentraci�n de la riqueza, la pobreza, la falta de oportunidades para poner en acci�n la creatividad son producto del liberalismo, desconociendo verdades tan elementales como que �los monopolios no surgen por una tendencia innata del mercado, sino por la intromisi�n del Estado en contra del mercado libre�, como bien lo se�ala Ludwig von Mises. De esta manera el ser humano es adoctrinado para que abdique de sus propios derechos, olvide sus potencialidades y se convierta en esa masa alienada que lo lleva a esperar todo del Estado.
Esta concepci�n liberticida es sostenida por todos los partidos de �izquierda� y de �derecha� que, a pesar del fracaso del estatismo, contin�an clamando por el fortalecimiento y la expansi�n de las actividades del Estado como coartada demag�gica para llevar a cabo la �igualdad y la justicia social�. Pero lo que muestran las evidencias es que la intervenci�n del Estado ha producido el monopolio o asignaci�n de la riqueza para la elite sin�rquica y ha arrastrado al ser humano hacia sistemas cada vez m�s totalitarios.
En oposici�n radical a este dogma nefando promotor del estatismo existe la cosmovisi�n liberal libertaria, depositaria de la corriente humanista que concibe la naturaleza humana como una potencialidad innata hacia la libertad individual, la bondad, la belleza y la ayuda mutua (2), que tiene como criterio esencial de valor �tico el bienestar y la felicidad del hombre y que percibe la vida como un campo de posibilidades infinitas en cambio constante y evolutivo, generando un orden que sucede por s� mismo, un orden espont�neo. Desde este punto de vista las sociedades verdaderamente libres son el fruto de las acciones espont�neas de los hombres. Como escribe Ortega, �orden no es una presi�n que desde fuera se ejerce sobre la sociedad, sino un equilibrio que se suscita en su interior�(3).
El orden espont�neo propicia el logro de los diversos y enriquecedores proyectos de millones de seres humanos sin sujetarlos a los planes uniformadores de la cultura sin�rquica. En consecuencia, el orden espont�neo del mercado basado, por su �ndole, en el respeto a la libertad econ�mica, a la propiedad privada no monopolista y a la informaci�n veraz y oportuna, garantiza la libertad individual. Explica Friedrich Hayek, Premio N�bel de Econom�a, que �la disposici�n espont�nea de millones de decisiones y de informaciones conduce, no al desorden sino a un orden superior� Nadie puede saber c�mo planificar el desarrollo econ�mico, porque no conocemos verdaderamente los mecanismos de �ste; el mercado pone en juego decisiones tan numerosas que ninguna calculadora, por potente que sea, podr�a registrarlas. En consecuencia creer que el poder pol�tico (el Estado) es capaz de sustituir al mercado es un absurdo�. Concluye Hayek afirmando que la superioridad hist�rica y cient�fica del liberalismo reside en �la superioridad del orden espont�neo sobre el orden por decreto�(4).
Desde esta perspectiva, la democracia -supuestamente un sistema de gobierno donde se respeta y promueve la libertad individual- ha sido la mayor supercher�a hist�rica utilizada por los sinarcas de todos los matices para imponer de manera universal y por v�a electorera el poder del Estado. As�, la libertad individual se quema en la hoguera de la democracia y en el omnipresente poder subyugador del Estado. Como lo han denunciado pensadores libertarios como el espa�ol Negro Pav�n, el Estado con todos sus calificativos, democr�tico, benefactor, socialdem�crata, comunitario, social, comunista, etc., encierra realmente �un totalitarismo encubierto que obliga a la sociedad "a vivir para el Estado"� produciendo necesariamente corrupci�n y caos�(5). Sin duda, el Estado es la m�s grave amenaza y el mayor peligro para la libertad individual y ha de consider�rsele, como afirma Hayek, �contrario al mantenimiento de la civilizaci�n�(6).
Hoy la situaci�n de la libertad individual en Colombia es dram�tica. Las medidas econ�micas del primer gobierno sin�rquico de Uribe V�lez han llevado a un cercenamiento pavoroso de la libertad econ�mica y por tanto de la libertad individual. As� lo constata el gran deterioro en los �ndices de Libertad Econ�mica, donde Colombia pasa de ocupar el puesto 68 en el 2001 a ocupar el puesto 83 en el 2004, el puesto 88 en el 2005 y, por �ltimo, en el 2006 el puesto 109 registr�ndose de esta manera en el cuatrienio uribista una impresionante ca�da de 41 puestos, colocando al pa�s en la categor�a de pa�ses mayormente controlados. En el a�o 2005 Colombia qued� entre los 10 peores del mundo en cuanto a competencia empresarial (7). En este per�odo cr�tico se han vuelto end�micos el narcotr�fico, las mafias de todo tipo y la corrupci�n y se ha afianzado la guerra irregular liberticida sostenida por la �izquierda�.
Complementando lo anterior otra calificaci�n p�sima para Colombia en el 2005 fue en el indicador de Desarrollo Desigual donde obtuvo 8.5 (siendo 10 la peor calificaci�n), lo que quiere decir que las medidas econ�micas del Estado comunitario de Uribe est�n encaminadas a consolidar el poder expoliador de los monopolios en manos de la sinarqu�a, incluidos los medios de comunicaci�n, como lo denunci� Jorge Iv�n Gonz�lez, director del Centro de Investigaciones para el Desarrollo (CID): �el crecimiento es muy concentrado, lo que aumenta la desigualdad� hay concentraci�n en el sector financiero (dos grupos econ�micos tienen el 60%), concentraci�n en las tierras, concentraci�n del mercado accionario y, en general, del capital y de las posibilidades�(8). Seg�n un informe de 2007 del PNUD, Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, Colombia presenta uno de los mayores �ndices de desigualdad en el mundo, ocupando el tercer lugar despu�s de Hait� y Brasil. A su vez el continente Latinoamericano es considerado el m�s desigual (9).
El conocimiento de una realidad esclavizante es nuestra mejor manera de subvertirla. El combate por el mundo libre convoca a crear conciencia y actitud cr�tica activa para romper los h�bitos de pensamiento, los prejuicios, las ficciones y las aberraciones de unas ideas viciosas que colocan al Estado como el gran dios y que debilitan al individuo haci�ndolo sumiso y manejable. Hay que echar abajo, en palabras de Jean Francois Revel, �el montaje de una interpretaci�n estatista-totalitaria del mundo, la l�gica de la instalaci�n de este sistema esclavista en el esp�ritu y la ceguera que introduce en �l� para que afloren todas las potencialidades t�picamente humanas. En s�ntesis, hay que vencer el dominio de las ideas irracionales que proclaman la ineluctabilidad del Estado. La meta es una sociedad libre, pues como dijera Aldous Huxley �la libertad existe y tiene sentido �nicamente dentro de una comunidad autorregulada de individuos que cooperan libremente�(10).
NOTAS:
1. Dalmacio Negro, La tradici�n liberal y el Estado. Uni�n Editorial, Madrid, 1995, p�g. 113;
2. Ashley Montagu, Que es el hombre. Editorial Paid�s, Buenos Aires, 1969, p�g. 125;
3. Paloma de la Nuez, La pol�tica de la libertad, p�g. 202;
4. Guy Sorman, Los verdaderos pensadores del siglo XX. Editorial Atl�ntida, Buenos Aires, 1989, p�gs. 198 y 199;
5. Dalmacio Negro, La tradici�n liberal y el Estado. Uni�n Editorial, Madrid, 1995, p�g. 320;
6. Friedrich Hayek, La fatal arrogancia. Uni�n Editorial, Madrid, 1990, p�g. 19;
7. www.colombia-aut�ntica.org; www.revista.libertaddigital.com/articulo.php/1003; www.heritage.org , Resumen ejecutivo. �ndice de Libertad Econ�mica;
8. www.lanacion.com.co �Crecimiento econ�mico no redujo la desigualdad�, 26 de junio de 2006. ;
9. www.elpais.com.co/paisonline/notas/octubre182007/eco01.html ;
10. Aldous Huxley, Nueva visita al mundo feliz, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1983, p�g.32.
Publicado originalmente en Diario de Am�rica (EEUU)