Su origen son bacterias que se encontraban en el interior de la c�lula hace unos dos millones de a�os y quedaron atrapadas una vez que se configuraron las c�lulas actuales. Lo curioso del caso es la buena armon�a con que se establecieron c�lulas actuales y mitocondrias originales, ya que inicialmente pudieron proteger la formaci�n de nuestros actuales n�cleos, por ejemplo, en defensa del corrosivo ox�geno que comenzaba a formar la atm�sfera de la Tierra, una vez que se puso en marcha la fotos�ntesis y el ambiente pas� de ser reductor a convertirse en oxidante.
Las mitocondrias fueron las primeras que dispon�an de capacidad de a partir del oxigeno del aire y del hidr�geno de los carbohidratos liberar energ�a que pod�a utilizar la c�lula. Pero es justamente en el manejo del ox�geno donde su aportaci�n es reveladora, puesto que al capturarlo proteg�an a la c�lula del propio ox�geno y �ste intercambio c�lula y mitocondria se convirti� en simbiosis al obtener ambas provecho de su asociaci�n. La evoluci�n avanz� capacitando a las c�lulas la obtenci�n de la energ�a almacenada en las mitocondrias en el ATP.
El inter�s especial en las mitocondrias deriva, adicionalmente de que no forman parte del n�cleo, sino que se encuentran en el citoplasma, con lo cual la herencia no sigue los mismos mecanismos que los genes que se encuentran en el n�cleo. Dado que, mientras que el �vulo materno contiene un elevado n�mero de mitocondrias, en torno a 100.000, mientras que el espermatozoide contiene muy pocos, la consecuencia es que las mitocondrias proceden de la madre.
Una de las facetas de gran inter�s de las mitocondrias es poder establecer mediante el estudio de la herencia, el origen de las razas. Analizando las mutaciones habidas, se puede identificar la coincidencia de la dotaci�n gen�tica y encontrar el ancestro com�n a un colectivo. As� es como se han propuesto �las siete hijas de Eva�. Pero otra, no menos importante, es la relaci�n que tienen con la producci�n de energ�a. La clave est� en que si bien mantienen la termog�nesis, con las consecuencias vitales que conlleva, en el proceso de producci�n de energ�a se emiten residuos en forma de radicales de ox�geno, altamente reactivos y capaces de producir reacciones indeseadas. De los radicales libres hemos o�do hablar mucho en los entornos de nutrici�n, donde los antioxidantes se proponen, justamente, para evitar las consecuencias de la actuaci�n de aqu�llos. Pero, en el caso de las mitocondrias la potencialidad del efecto se ve aumentada porque sobre quien incide es sobre el ADN que la propia mitocondria contiene y las consecuencias son funestas porque no es posible la enmienda y al imposibilitar la reparaci�n, las c�lulas afectadas acaban muriendo. Es m�s, el deterioro de las mitocondrias genera una situaci�n en la que la propia mitocondria dispara mecanismos de autodestrucci�n, denominado ecotosis, similar a un proceso de suicidio. Es un alarde de eficacia el que hace que en lugar de ir diseminando los productos t�xicos contenidos, destruyan la c�lula donde se encuentran. Es el conocido envejecimiento, resultado de la acci�n programada de las mitocondrias da�adas. La acumulaci�n de situaciones de este tipo en un tejido determinado va mermando, progresivamente, la funcionalidad, hasta que llega un momento en que deja de realizarla. Ya podemos imaginar la acumulaci�n de p�rdida de funcionalidades donde nos lleva, finalmente.
As� que, una forma de paliar el envejecimiento consiste en incidir sobre las mitocondrias, eliminando los productos de desecho que son t�xicos para la c�lula. Los productos antioxidantes, tipo vitamina C, reducen los efectos de los radicales libres de ox�geno aunque, al parecer, se est�n desarrollando productos m�s eficaces que act�an como catalizadores del proceso de captura de los radicales de ox�geno producidos. Es posible que las enfermedades degenerativas tengan su origen en da�os acontecidos en las mitocondrias, que posteriormente desencadenan los s�ntomas que posteriormente se desarrolla.
As� pues, las mismas mitocondrias que producen la energ�a que nos mantiene vivos, manejan como desechos los elementos que inciden en la destrucci�n celular asociada a los procesos de envejecimiento, dualidad desconcertante. Para complejos, los humanos.
Alberto Requena Rodr�guez, Catedr�tico de Universidad e Investigador Principal del Grupo L�seres, Espectroscopia Molecular y Qu�mica Cu�ntica.
Luis Manuel Tom�s Balibrea, Profesor Titular de Universidad e Investigador Principal del Grupo Visi�n Artificial, Rob�tica y Proyectos de Ingenier�a
Publicado originalmente en El Faro de Cartagena (Espa�a)