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Biograf�a escrita por Eve Curie, hija de Marie y Pierre Curie.
En el oto�o de 1891 se matricul� en el curso de ciencias de la Universidad parisiense de la Sorbona una joven polaca llamada Marie Skłodowska. Los estudiantes, al tropezarse con ella en los corredores de la Facultad, se preguntaban: �Qui�n es esa muchacha de aspecto t�mido y expresi�n obstinada, que viste tan pobre y austeramente? Nadie lo sab�a a ciencia cierta: "Es una extranjera de nombre impronunciable. Se sienta siempre en la primera fila en clase de f�sica". Las miradas de sus condisc�pulos la segu�an hasta que su gr�cil figura desaparec�a por el extremo del corredor. "Bonito pelo". Su llamativa cabellera, de color rubio cenizo, fue durante mucho tiempo el �nico rasgo distintivo en la personalidad de aquella t�mida extranjera para sus compa�eros de la Sorbona.
Pero los j�venes no ocupaban la atenci�n de Marie Sklodowska; su pasi�n era el estudio de las ciencias. Consideraba perdido cualquier minuto que no dedicara a los libros.
Demasiado t�mida para hacer amistades entre sus compa�eros franceses, se refugi� dentro del circulo de sus compatriotas, que formaban una especie de isla polaca en medio del Barrio Latino de Par�s. Incluso all�, su vida se deslizaba con sencillez mon�stica, consagrada enteramente al estudio. Sus ingresos, algunos ahorros de su trabajo como institutriz en Polonia y cantidades peque�as que le enviaba su padre, oscuro aunque competente profesor de matem�ticas en su pa�s natal, ascend�an a cuarenta rublos al mes. Dispon�a, pues, al cambio, de tres francos diarios para pagar todos sus gastos, inclusive los de sus estudios universitarios.
Para ahorrar carb�n no encend�a el calentador, y pasaba horas y horas escribiendo n�meros y ecuaciones sin apenas enterarse de que ten�a los dedos entumecidos y de que sus hombros temblaban de fr�o.
Lleg� a pasar semanas enteras sin tomar otro alimento que t� con pan y mantequilla. Cuando quer�a festejar algo compraba un par de huevos, una tableta de chocolate o algo de fruta.
Este escaso r�gimen alimentario volvi� an�mica a la muchacha que unos meses antes hab�a salido de Varsovia rebosante de salud. Frecuentemente, al incorporarse, sent�a desvanecimientos y ten�a que recostarse en la cama, donde a veces perd�a el conocimiento. Al volver en si, pensaba que estaba enferma, pero procuraba olvidarse de ello, igual que hacia con todo lo que pudiera entorpecer su trabajo.
Jam�s pens� que su �nica enfermedad era la inanici�n.
Ni el amor ni el matrimonio figuraban en los proyectos de Marie.
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