Un oasis. As� aparece el kibutz de Hatzerim, en pleno desierto del Negev, al sur de Israel. El mismo lugar que ahora ocupan el c�sped cuidado y generosos �rboles, hace sesenta a�os era una invasi�n de desierto. "La gente cuando viene se queda sorprendida de c�mo es esto de agradable, piensan que el verde ya estaba aqu�, pero no es as�, lo hemos ido construyendo nosotros", explica orgulloso y con un aire de ensayada modestia el director del kibutz, agricultor de profesi�n.
Como Hatzerim, existen 300 kibbutzim (en plural, en hebreo), en todo el pa�s. Algunos se remontan hasta hace cien a�os. Cada uno est� asociado a una actividad econ�mica. Al menos as� era al principio, cuando la tierra israel� era paup�rrima. "Hab�a muy pocos recursos, y el sistema comunitario del kibutz permit�a compartirlo todo", explica Natan Barak, nacido en Argentina y secretario general de Hatzerim hasta hace un par de a�os. Su puesto, como todas las dem�s tareas, rota, tras un sistema de elecciones. "Claro que aqu� no es como en vuestro sistema, para nosotros tener un puesto de responsabilidad no es subir en el escalaf�n social, porque es entonces cuando todos se te echan encima", sonr�e.
Desde hace un tiempo, las cosas est�n cambiando en este sistema de vida comunitaria, laico. "Nuestro pa�s ha prosperado mucho, as� que el kibutz se est� privatizando", y lo que naci� como un sistema pr�ctico, de supervivencia, con el tiempo ha asumido una ideolog�a.
Barak vive con su familia en uno de los hogares que cada a�o se crean en Hatzerim. Se asignan en funci�n de las necesidades familiares. A medida que la familia crece, la casa tambi�n lo hace. Barak vive aqu� con su familia. No tiene coche. Ni sueldo.
Cada familia tiene asignado un presupuesto anual, en funci�n de los ingresos del kibutz. Y cuando necesita viajar, se apunta a una lista, a la espera de verse asignado uno de los 180 veh�culos de que dispone la comunidad. "Pero no se enga�en, somos completamente capitalistas, s�lo que nuestra forma de vida es tradicionalista, en comunidad, m�s social", explica Barak. "Nuestro nivel de vida es muy elevado, seguramente mayor que el suyo".
Se ven muchos ni�os y j�venes en Hatzerim, �pero cu�ntos eligen esta forma de vida? En Israel, el servicio militar es obligatorio. Cumplidos 18 a�os, los hombres deben dedicar tres a�os al Ej�rcito, las mujeres, dos. "Alguien tiene que defender el pa�s si nos atacan", explican, un miedo soterrado que sale a la luz en cada conversaci�n con un poco de paciencia. De forma que hasta sus 23 a�os no puede saberse si volver�n o si elegir�n la ciudad, alejados de una vida que desde fuera se antoja polar, entre la claustrofobia ("aqu� se comparte todo, tambi�n la vida privada"), y el refugio. Seg�n los mayores, entre el 30% y el 50%, vuelve.
Al alejarse de Hatzerim, el desierto toma a�n m�s fuerza, por la presencia de cultivos, que airean sus aspersores orgullosos, en mitad del oasis.
Las cifras 300 "kibbutzim" existen en todo Israel, que cuenta con siete millones de habitantes.
180 coches tiene este kibutz del sur a disposici�n de sus habitantes, que no son propiedad individual, sino de la comunidad.
50% de los j�venes que salen de la vida comunitaria en su edad adulta vuelven a ella. La siguiente generaci�n est� asegurada.
Una forma muy especial de hacer negocios
El director del kibutz de Hatzerim recibe al visitante en mangas de camisa. Hasta ah� nada que objetar, si no fuera porque tambi�n es presidente de una de las empresas agr�colas m�s pujantes, no s�lo de Israel, sino del mundo.
No es una excepci�n. Ya sean responsables adjuntos en un ministerio, jefes de empresa o catedr�ticos de Universidad, la informalidad gana en la organizaci�n de la vida social, y sobre todo en los negocios. "El clima no acompa�a para ponerse traje y corbata", explica el jefe de marketing de una firma de tecnolog�a de agua. No puede ser s�lo por esa raz�n. En Espa�a tambi�n hace calor, y cualquier ejecutivo que se precie, se viste seg�n los c�digos occidentales.
Sin embargo aqu�, el protocolo en la vestimenta no existe, como tampoco las jerarqu�as, y el estilo de vida comunitario, incluso fuera del kibutz, se percibe a cada paso. "Tenemos una manera muy informal de hacer negocios", reconoce otro alto directivo, "aunque cuando vamos a Europa o a Estados Unidos, nos adaptamos, por supuesto".
M�s all� del trato, sorprende la franqueza y la ausencia de enrevesadas formulaciones para vender un producto. El israel� no se anda con rodeos.
Publicado originalmente en Cinco D�as (Espa�a)