Cuando supe el porqu� de mi nombre, me apresur� a leer la obra ic�nica de Leon Uris, ��xodo�. En ella relata, como trasfondo hist�rico, la fundaci�n del Estado de Israel. La historia de Karen Clement, una de las protagonistas, signific� m�s que s�lo la inspiraci�n de mi progenitora para nombrarme cuando la sorprendi� mi arribo al mundo. Supuestamente iba a tener un var�n: en esa �poca, las futuras madres no se hac�an examen alguno para saber de antemano el sexo del hijo que esperaban.
Ese libro represent�, en realidad, el inicio de mi grande afecto por el pueblo jud�o: despu�s de �xodo vino el resto de la obra de Uris, rele�da varias veces, y luego de mi conversi�n al catolicismo �relativamente reciente para m�s se�as�, lo que representan el juda�smo e Israel para el mundo y para Occidente en particular, se agrand� ante mis ojos.
Dec�a Juan Pablo II, papa con vocaci�n ecum�nica en donde los hubiere, que los cristianos somos los hermanos menores de los jud�os. Tiene sentido, no s�lo porque Jes�s, su familia y amigos �los primeros cristianos, en suma� eran jud�os, sino porque Occidente no ser�a tal sin la tradici�n judeocristiana que constituye uno de sus basamentos.
Como a casi todos por estos rumbos latinoamericanos, me ense�aron a amar al buen Jes�s en mi ni�ez. Luego lo dej� a un lado por dos d�cadas. Para mi buena fortuna lo volv� a encontrar, pero esa es otra historia. La traigo a colaci�n porque no ser�a el hijo de Mar�a el �nico jud�o a quien yo amar�a en la vida. Con el tiempo, descubrir�a que muchas de las mentes que han alumbrado mi camino con su refinamiento intelectual y moral, pertenecieron a jud�os.
Por ejemplo, las tres mujeres m�s brillantes del siglo XX tuvieron en com�n, adem�s de su intelecto refinado y su vocaci�n filos�fica, el juda�smo, si bien no aquilatado de la misma manera ni en igual medida. Ayn Rand no lo tom� en consideraci�n, quiz� debido a su ate�smo furibundo. Con la extraordinaria defensa que hizo del fundamento moral del capitalismo laissez faire, se gan� m�s que solo mi tributo intelectual. La quiero mucho, en realidad, y lamento que no haya sido m�s feliz de lo que fue. En mi opini�n, se priv� de lo mejor de esta vida: el conocimiento de Dios y el trato con �l.
No fue el caso de mi santa favorita, Edith Stein. Declarada Doctora de la Iglesia y Patrona de Europa, muri� martirizada en Auschwitz por su condici�n de jud�a, pese a que en 1943 ya hac�a a�os que hab�a tomado los h�bitos de monja carmelita. Su accidentado camino espiritual incluy� agnosticismo. Quiz� por eso me identifico tanto con ella: �Mi constante b�squeda era, sin yo saberlo, una forma de oraci�n�, escribi�. Vaya si no �or� yo tambi�n por a�os con mis incursiones en el New Age, el seudo feminismo y la bohemia izquierdista.
La sosegada Hannah Arendt, con una experiencia vital que la coloc� al centro de la hecatombe moral del siglo pasado �el totalitarismo�, supo sacar del horror una lecci�n invaluable para quienes actualmente nos ganamos la vida escudri�ando la din�mica social. Y hoy, cuando las sombras se niegan a dejar de cernirse sobre esta Latinoam�rica nuestra, no puedo menos que recordar su advertencia: no soslayemos el mal ni lo minimicemos, pues luego no podremos chillar diciendo que no lo vimos venir.
�Rand, Stein, Arendt! Tres hijas del juda�smo a quienes mucho les debemos los occidentales, lo sepamos y admitamos o no. Una de ellas no alcanz� a ver a Israel renacido en un Estado jud�o. Las otras s�. Yo tambi�n. Y espero verlo afianzado y que estos 60 a�os que han transcurrido desde su fundaci�n sean tan s�lo los primeros.
�Shalom Eretz Israel!
Publicado originalmente en Diario de Am�rica