La realidad existe y, adem�s, es inteligible. Es la hip�tesis del mundo real, el punto de partida de todo conocimiento cient�fico. No importa tanto si esta doble hip�tesis es cierta o no, el cient�fico la necesita para darse moral cuando se enfrenta a la comprensi�n de la realidad. Pero hay momentos extremos -los m�s relajados y los de mayor tensi�n- en los que el cient�fico se siente con licencia para filosofar: �c�mo distinguir lo real de lo que no lo es? �Por qu� habr�a de ser todo comprensible? A Albert Einstein se le atribuye una frase perturbadora: "Lo m�s incomprensible del mundo es que el mundo sea comprensible".
Empecemos, con todo el respeto, por desmentir a Einstein. La idea de "comprender" tiene que ver con lo com�n entre lo diferente, en contraste con la idea de "observar" que m�s tiene que ver con lo diferente entre lo similar. La investigaci�n cient�fica es una reflexi�n continua de la observaci�n en la comprensi�n y viceversa. Por ello, una buena met�fora del conocimiento inteligible es aquella que lo evoca como un bosque de �rboles, �rboles con ramas, ramas con ramas y ramas con hojas. Un particular pedazo de la realidad, compuesta por objetos y fen�menos, est� bien representado por los extremos terminales de los �rboles: las hojas. Y dos hojas tienen algo en com�n si existe un camino que conduce de la una a la otra, de rama en rama, sin bajarse del �rbol. Cada fronda compatible con esas hojas (con esa realidad) es una posible comprensi�n de tal realidad. En particular, un pedazo de realidad es ininteligible si resulta que cada hoja pertenece a un �rbol distinto. Pues bien, supongamos un pedazo de realidad con n elementos reales (n hojas: objetos o fen�menos). �Con cu�ntos �rboles distintos se pueden conectar tales hojas? Una vieja f�rmula de la matem�tica de los grafos arb�reos (Cayley) da la respuesta: existen n elevado a n-2 �rboles distintos posibles. Esto significa que 2 hojas s�lo se pueden conectar con 1 �rbol, 3 hojas con 3 �rboles, 4 con 16, 5 con 125, 6 con 1.296... En el universo hay del orden de 10 elevado a 80 part�culas, as� que, en el peor de los casos, s�lo hay una manera totalmente ininteligible de representar la realidad frente a cuatrillones de otras maneras m�s comprensibles. Es decir, incluso en ausencia de toda informaci�n sobre una realidad cualquiera, ya se puede aventurar que es m�s probable que �sta sea inteligible que lo contrario. Pero resulta, adem�s, que s� tenemos informaci�n. Parece, por ejemplo, que toda la materia tiene una historia com�n, que todos los objetos actuales proceden de una sopa inicial de quarks, que todos los seres vivos conocidos proceden de una sola c�lula... El mundo ser�a ininteligible si nada tuviera que ver con nada, si pudi�ramos concebir un bosque con m�s �rboles que ramas. La frase de Einstein no es sino un gui�o coqueto de una de las mentes que m�s profundamente ha penetrado en la comprensi�n del movimiento de los cuerpos, de quien ha dado con un tronco com�n donde antes hab�a todo un bosquecillo de �rboles que se ignoraban mutuamente.
Bueno. Y ahora que hemos decidido que podemos comprender cualquier cosa, vamos a por una cuesti�n que nos incomoda, como individuos y como especie, desde que accedimos a la autoconsciencia. �Qu� significa envejecer? �Es realmente inevitable? �Existe alguna ley fundamental de la naturaleza que obligue a envejecer y a morir? �Es la muerte un mero incidente de la evoluci�n? �Qui�n se beneficia de mi humillante decrepitud? Muchos son los que conf�an en la eternidad en el m�s all�. Vale. Pero �podemos so�ar tambi�n con una eternidad te�rica en la realidad f�sica del m�s aqu�?
Tratemos primero de observar: 1. Durante miles de millones de a�os s�lo existieron bacterias y, como se sabe, una bacteria se convierte ella misma en dos hijas id�nticas. Una bacteria puede morir por un accidente, pero su muerte no es necesaria. De hecho, por cada bacteria que vive en la actualidad (�y son muchas!) existe una l�nea de miles de millones de a�os totalmente exenta de cad�veres. Cada 20 minutos, m�s o menos, la identidad materna es sustituida por otras dos id�nticas. �Id�nticas? En rigor, un objeto s�lo es id�ntico a s� mismo. Es lo mismo, pero no es igual. El individuo no muere pero algo cambia (muchos se conformar�an con eso). 2. El envejecimiento imparable y la muerte necesaria aparecen en escena con la reproducci�n sexual. Dos progenitores engendran un tercero (o m�s) pero no se integran f�sicamente en �l. Quedan a un lado y es entonces cuando se pone en marcha el deterioro de sus partes y funciones y se inventa la muerte irremediable. Los procesos vitales acaban fallando, como acaba fallando cualquier m�quina por la acci�n inmisericorde del Segundo Principio de la Termodin�mica. El ox�geno que da la vida tambi�n mata. Uno no puede vivir sin oxidarse. Vivir envejece. S�, pero todo es reparable. La eternidad es s�lo una cuesti�n de mantenimiento. La hidra por ejemplo no exhibe s�ntomas de senilidad. La selecci�n natural no la ha tomado contra los viejos por la sencilla raz�n de que en la naturaleza no hay animales viejos. La vejez es un artefacto cultural de ambientes protegidos. 3. Los machos de un curioso rat�n marsupial del g�nero Antechinus mueren en masa agotados de tanto copular durante d�as y d�as sin darse un respiro para comer ni para dormir. Algo similar ocurre con pulpos y calamares. En este caso se dir�a que la muerte es parte de un programa prescrito. Pero un programa se puede desactivar y en este caso quiz� bastar�a con renunciar al sexo (algunos, quiz� no muchos, firmar�an un contrato as�). 4. Cada especie tiene un tiempo de vida caracter�stico: las tortugas de las Gal�pagos viven dos siglos, los ratones viven meses, algunos gusanos viven s�lo semanas... Esto sugiere que el envejecimiento est� controlado por los genes y tambi�n en ese caso podemos intervenir, como ya se ha demostrado con el modest�simo gusano Caenorhabditis elegans, del que se han conseguido mutantes que extienden su vida natural en m�s de un 200% (ser�a como extender nuestros 120 a�os de vida m�xima hasta casi los 400 a�os).
Tratemos ahora de comprender y busquemos convergencias en esta mar de divergencias. �Qu� es el envejecimiento? En la d�cada de los noventa, Zhores Alex�ndrovich Medv�dev cont� nada menos que unas 300 (�!) teor�as distintas. Cada a�o se publican datos y teor�as nuevas. �Se puede vislumbrar un tronco com�n entre tanto �rbol, tanta rama y tanta hoja?
Lo m�s cierto de este mundo es que el mundo es incierto. Por mucho que invirtamos en seguridad nunca podremos anular del todo la posibilidad de un accidente fatal. De ah�, entre otros, el inter�s de la reproducci�n: es m�s sensato hacer una copia a tiempo que empe�arse en un mantenimiento indefinido. A mayor incertidumbre exterior, menor mantenimiento interior. Se puede pensar en una buena inversi�n que burle el envejecimiento si las condiciones de seguridad son razonables (como en el caso de la tortuga o el elefante: buen blindaje, pocos enemigos, entorno estable...), pero es un p�simo negocio si el individuo est� en la base de la cadena tr�fica (�todo el mundo come ratones!). En ese caso, la selecci�n natural opta por el usar y tirar y apuesta por una reproducci�n masiva. Nada impide en principio que la selecci�n cultural burle, una vez m�s, a la selecci�n natural. Pero por peque�a que sea la incertidumbre, la eternidad es demasiado larga para que el accidente no llegue, tarde o temprano, a ser una certeza. S�lo por este detalle, invertir en la eternidad del m�s aqu� ser� siempre, natural o culturalmente, una aut�ntica ruina. Hoy asumimos de buen grado el riesgo (considerable) de perder la vida al cruzar una calle. Pero por mucho que se reduzca el riesgo �qui�n cruzar� la calle si lo que est� en juego es la eternidad?
Jorge Wagensberg es director del �rea de Ciencia y Medio Ambiente de la Fundaci�n La Caixa.
Publicado originalmente en El Pa�s (Espa�a).
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