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�tica individual y social

Por Francisco Capella

La �tica individual o privada trata de las normas propias, de las acciones de un ser humano cuyos efectos directos recaen sobre s� mismo y sus posesiones y no afectan a los dem�s.

Publicado: Sábado, 13/12/2008 - 8:32  | 31335 visitas.

Imagen: Ecuador Ciencia
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La �tica individual permite todo y no obliga a nada: toda acci�n o inacci�n de un individuo cuyos efectos recaen exclusivamente sobre su propiedad es leg�tima. Cada individuo puede asumir las normas personales de comportamiento que considere adecuadas para alcanzar la felicidad. La sabidur�a espiritual acerca del bienestar �ntimo es una cuesti�n de conciencia de tipo persuasivo, no puede convertirse en ley social, y debe tener en cuenta la enorme complejidad y las diferencias subjetivas entre los seres humanos.

El ser humano act�a porque cree que el resultado de su acci�n ser� beneficioso seg�n su valoraci�n particular. Utilizando sus limitados conocimientos y capacidades, la persona intenta prever a priori las posibles consecuencias deseables e indeseables de su acci�n. Toda acci�n tiene un coste, el valor de aquello a lo que el actor debe renunciar para alcanzar su meta, y puede tener consecuencias no deseadas. El actor asume los inconvenientes, las consecuencias previstas no deseadas, porque juzga m�s valiosos los objetivos a conseguir, las consecuencias previstas deseadas. La persona no act�a si considera que los costes son excesivos. La persona siempre persigue objetivos valiosos y nunca act�a para perjudicarse conscientemente a s� misma.

Toda acci�n humana est� afectada de incertidumbre y riesgo, y puede tener consecuencias imprevistas, deseadas y no deseadas. La acci�n tiene una duraci�n temporal y las valoraciones subjetivas del actor pueden cambiar durante la misma: en algunos casos, lo que a priori se juzgaba de forma positiva (negativa), a posteriori se eval�a de forma negativa (positiva). El ser humano es flexible y puede aprender de sus �xitos y de sus fracasos si toma sus propias decisiones y asume las consecuencias de sus actos. Si la persona no puede acertar o equivocarse, si otros toman las decisiones, el aprendizaje es imposible: el ser humano no puede desarrollarse si se impide su funcionamiento adecuado.

Si un ser humano cree que otra persona puede da�arse a s� misma como consecuencia de una acci�n, puede intentar convencerle de ello, pero no puede coaccionarla ni usar la violencia en su contra. A menudo las personas intentan controlar el comportamiento ajeno con la excusa de que es por su propio bien cuando la motivaci�n real es el inter�s particular de quien juzga al otro. El intervencionista entrometido intenta vivir vidas ajenas en lugar de concentrarse en la suya propia (tal vez huyendo de sus fracasos personales), suele ser un inmaduro inconsciente de la complejidad de la vida que desconoce que las motivaciones de los otros pueden ser diferentes de las suyas propias.

Ninguna persona est� legitimada para interferir por la fuerza con respecto a acciones pac�ficas de otra persona, ya sea para obligar o para prohibir. El propio actor es quien normalmente mejor conoce sus deseos, capacidades y limitaciones. Es imposible conocer a priori si la valoraci�n final de un actor ser� positiva o negativa. El despotismo paternalista, siempre contrario a la �tica, es sistem�ticamente ignorante y violento: se disfraza de buenas intenciones irrelevantes (y frecuentemente falsas) y presume de un conocimiento superior que en realidad no posee. Los d�spotas asumen que la mayor�a de la gente no sabe lo que le conviene y no puede actuar de forma aut�noma, y en realidad el d�spota es el ignorante m�s arrogante. Un pol�tico es un d�spota que se impone por la fuerza y el enga�o, no un l�der o gu�a a quien la gente sigue y obedece voluntariamente.

No es �tico obligar a una persona a realizar una acci�n alegando que es en su propio beneficio, ni prohibir a una persona realizar una acci�n alegando que es para evitarle un da�o. Si una persona quiere corregir las acciones de otra, puede intentarlo mediante la persuasi�n, pero no mediante la violencia. Si una persona duda acerca de qu� es mejor para su propio inter�s, puede consultar a otra que considere m�s experta para pedirle consejo. No existe ninguna forma a priori de determinar qui�n es un experto adecuado. En la sociedad libre, las personas tienden a acudir a aquellos expertos m�s capaces cuyo asesoramiento resulta mejor. Es absurdo afirmar que es mejor para las personas ser guiados por la fuerza en contra de su voluntad, lo cual tiende a producir individuos ignorantes, pasivos e incapaces de decidir por s� mismos. Si una persona asume que est� legitimado para controlar la vida de otro cualquiera, por simetr�a deber�a aceptar ser controlado por otro.

Diversos pensadores han ofrecido m�ltiples propuestas acerca de c�mo vivir la vida, qu� hacer para alcanzar la felicidad y la satisfacci�n, y qu� caracter�sticas de la personalidad (inteligencia, sensibilidad, coraje, moderaci�n, caridad, generosidad�) son virtudes deseables como facultades personales. Los principios morales a menudo se presentan como normas que consiguen lo mejor para el agente a largo plazo.

Algunas escuelas de pensamiento tratan el placer y el dolor de forma demasiado simplista, sin entender su funcionalidad biol�gica adaptativa. Los estoicos proponen aprender a dominar el dolor y la adversidad, lo cual es adecuado para situaciones donde el control humano no es posible pero resulta absurdo cuando el dolor indica que la conducta debe ser modificada para no arriesgar la supervivencia. Los hedonistas proponen buscar el placer y disfrutar de la vida, lo cual tiene el riesgo de intentar conseguir directamente las sensaciones mentales placenteras sin realizar las acciones adecuadas a la supervivencia que van normalmente asociadas al placer.

La �tica social o p�blica trata de las acciones de un ser humano cuyos efectos directos recaen sobre la propiedad ajena. Abarca las normas de comportamiento en convivencia, frente a los dem�s. La �tica social permite toda relaci�n beneficiosa para las partes, proh�be toda relaci�n perjudicial para al menos una parte, y solamente obliga al cumplimiento de los contratos libremente pactados. Un ser humano puede participar o no en una relaci�n libremente, de acuerdo a su voluntad, con su propiedad privada respetada, o coaccionado, en contra de su voluntad, con su propiedad privada agredida. Una persona se relaciona o se abstiene de hacerlo voluntariamente cuando percibe un beneficio en su decisi�n. Si una persona es forzada a relacionarse o se le impide violentamente una relaci�n, necesariamente sufre una p�rdida, ya que lo que har�a voluntariamente es lo contrario de lo que se ve obligada a hacer. S�lo en una relaci�n voluntaria todos los participantes resultan beneficiados y ninguno resulta perjudicado. En toda relaci�n violenta al menos una parte resulta perjudicada. En una situaci�n binaria, la v�ctima es perjudicada por la agresi�n del criminal. En una situaci�n ternaria, una tercera persona puede perjudicar a otras dos forzando o impidiendo una relaci�n contra la voluntad de ambas partes.

La regla de oro de hacer a los dem�s lo que uno quiere que le hagan, y no hacer a los dem�s lo que uno no quiere que le hagan es absurda y su popularidad demuestra la generalizaci�n de la ignorancia �tica. Parece proponer simetr�a en las relaciones entre personas, pero ignorando que las preferencias de las personas pueden ser muy diferentes, y lo que uno quiere otro puede odiarlo y viceversa. La regla m�s correcta es no hacer a los dem�s lo que ellos no quieren que les hagan, y hacer voluntariamente a los dem�s lo que ellos quieren que les hagan.

Publicado originalmente en Libertad y �tica (Espa�a)

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