Pocos cient�ficos islandeses debieron de imaginar, en la ma�ana del 14 de noviembre de 1963, que la erupci�n que se estaba produciendo en mitad del Atl�ntico, al sur del pa�s, iba a dar lugar a la isla de Surtsey, un espacio protegido dedicado por completo a la investigaci�n y, adem�s, su nuevo y especial lugar de trabajo.
El proceso por el que se form� la isla dur� m�s de tres a�os y medio. Entre noviembre de 1963 y junio de 1967, la lava sigui� fluyendo y las erupciones se sucedieron en diversos puntos de la reci�n creada superficie.
Cuando las erupciones llegaron a su fin, la isla de Surtsey contaba con una superficie cercana a los tres kil�metros cuadrados. El nuevo islote iba a convertirse en una parte peculiar de la historia de Islandia. Durante su aparici�n, en 1965, el Gobierno island�s le otorg� el estatus de reserva natural, y limit� el acceso al personal de investigaci�n.
Durante esos a�os se acord� que la reci�n nacida isla pasar�a a ser un enorme laboratorio al aire libre. Su objetivo era estudiar el establecimiento de la vida, tanto animal como vegetal, en un territorio virgen.
Para controlar que el ecosistema no fuese alterado por obra del ser humano, cient�ficos islandeses crearon la Surtsey Research Society , una sociedad encargada de administrar las visitas a la isla y que divulga los avances realizados en los diferentes �mbitos de estudio. Borgthor Magnusson, bot�nico y miembro de la Surtsey Research Society, es uno de los pioneros del lugar: �Empec� mis visitas a la isla en 1975. Era estudiante de biolog�a y trabajaba en un laboratorio que ese a�o hizo la primera expedici�n�, explica. Desde entonces, no hay verano en que no pase unos d�as en Surtsey. �Pasamos unos cuatro o cinco d�as, entre julio y agosto�, dice Magnusson.
Dos huellas La isla s�lo tiene dos huellas que remiten al hombre: un refugio permanente para los investigadores y un faro que se encuentra en la cima del volc�n. Cualquier otra reminiscencia humana se retira de inmediato para preservar las condiciones especiales del entorno. Tambi�n est� absolutamente prohibido transportar plantas o animales al espacio protegido.
La llegada de las especies a este nuevo pedazo de tierra ha sido m�s r�pida de lo esperado y se ha producido en dos oleadas. En palabras de Magnusson, el primer asentamiento fue de �plantas que llegaron arrastradas por la corriente del mar. El oc�ano transport� las semillas y pronto pudimos ver las mismas especies que se encuentran en Islandia. Es un proceso normal�, explica. La primera planta, que se divis� en 1965, fue una mostaza �rtica pero la pionera en sobrevivir un invierno fue una arenaria de mar.
Pero el mayor impacto en la isla, y en los estudios que se realizaban, estaba por llegar. �En los a�os 80 del siglo pasado empezaron a llegar p�jaros a la isla. Las gaviotas provocaron un gran cambio en el paisaje de Surtsey ya que introdujeron nuevas semillas, ya fuera mediante la creaci�n de nidos o por sus deposiciones. Lo han cambiado todo�, manifiesta el cient�fico. En la actualidad habitan en la isla 11 especies de p�jaros y la mayor comunidad la forman los fulmares, una especie t�pica de latitudes n�rdicas.
A d�a de hoy, la superficie que ha resistido la erosi�n se acerca a los 1"5 kil�metros cuadrados, casi la mitad de lo que era en 1967.
Magnusson asegura, en todo caso, que la variedad que se encuentra en Surtsey se perder� con los a�os. Los efectos del clima y, sobre todo, del mar, �har�n que la isla acabe siendo la mitad de lo que fue. Como todas las del archipi�lago [de Westmann, una zona de islas volc�nicas]�, asegura.
Datos desconocidos Surtsey ha proporcionado a los investigadores un escenario m�s que posible del proceso que siguieron las especies vegetales y animales para llegar hasta Islandia despu�s de la �ltima glaciaci�n. Y ha revelado un dato desconocido: �Nos hemos dado cuenta de la importancia de las aves en este desarrollo�, afirma Magnusson.
El pasado verano, la Unesco decidi� otorgar a Surtsey la condici�n de Patrimonio de la Humanidad . La organizaci�n se decidi� a otorgar la distinci�n, entre otros motivos, por �proveer un impoluto laboratorio natural al mundo�.
Noticia publicada en P�blico (Espa�a)