Pero pocos saben (o recuerdan) que ese bombardeo pudo haber sido solo la pesadilla de un soldado estadounidense o la fantas�a tan�tica de un militar japon�s si alguien hubiese seguido la pista que aport� Ricardo Rivera Schreiber, un peruano que por esos d�as andaba de embajador en tierras niponas. En los dif�ciles caminos de la guerra, las oportunidades se toman o se lamentan. Esto que puede parecer un juego de palabras tiene sentido en la historia del recordado diplom�tico: fue �l quien inform� a la autoridad norteamericana en Jap�n del bombardeo, nada menos que 11 meses antes de que se produjera. Ins�lito, pero cierto.
Rivera Schreiber pudo haber evitado la m�s grande tragedia naval de Estados Unidos. La historia sali� a la luz p�blica en 1948, cuando Cordel Hull, secretario de Estado norteamericano, public� sus �Memorias�. En la p�gina 984 menciona el gesto colaborador del diplom�tico peruano. �C�mo un funcionario latinoamericano en Jap�n se enter� de la noticia con tanta anticipaci�n? La historia es de novela, pero ha quedado consignada con detalles en una entrevista exclusiva que el propio Rivera Schreiber dio a El Comercio el 8 de febrero de 1949, luego de su retorno de Europa.
All� precisa que no busc� la informaci�n, pues no contaba con los medios para hacerlo ni era su funci�n en el consulado peruano en Yokohama. Revela tambi�n que desde setiembre de 1940 sab�a, por su jefe de personal dom�stico, que un int�rprete del consulado que ven�a espor�dicamente �era un miembro de la polic�a secreta japonesa�. El esp�a no ten�a contacto directo con Rivera Schreiber, pero s� con el valet, a quien revelaba informaci�n valiosa. Este, por su lado, transmit�a lo que sab�a al embajador del Per�.
�Mi valet me dio muchas veces sus vaticinios sobre diversos sucesos de pol�tica internacional que, al cabo, advert� que siempre se cumpl�an�, cont� a El Comercio Rivera Schreiber.
Una ma�ana, el valet le dio una informaci�n extraordinaria. Le cont� que Jap�n �iba a la guerra� y que �era poderoso�, tanto que destruir�a la �escuadra americana�. Lo dijo varias veces.
�Diez d�as despu�s, volvi� a presentarse muy nervioso y me dijo lo mismo y, al preguntarle yo si la destrucci�n de la escuadra estadounidense se efectuar�a en San Diego (California), me contest� que no, que ser�a en el centro del Pac�fico�, detall� el embajador en el reportaje.
En ese momento, intrigado, pregunt� si el int�rprete hab�a llegado esa ma�ana. El valet contest� que s�. La �ltima visita hab�a ocurrido diez d�as antes, es decir, el mismo n�mero de d�as que hab�an pasado desde su anterior vaticinio. Rivera Schreiber empez� a preocuparse, aunque consideraba a�n remota la posibilidad del ataque.
La visita del profesor Yoshuda, de la Universidad de Tokio, su amigo personal, cambi� las cosas. Yoshuda, un conocido antimilitarista y pacifista, le asegur� que se avecinaba una �gran desgracia que traer�a para siempre la ruina de su pa�s�. Le dijo que el almirante Yamamoto hab�a trazado un plan para atacar la escuadra americana en Pearl Harbor y que �un simulacro de tal ataque se estaba llevando a cabo �en esos momentos� en una de las islas al sur del Jap�n�.
Yoshuda asegur� al representante peruano que Yamamoto hab�a preparado incluso a los �aviadores suicidas� y que el plan estaba listo �para entrar en acci�n sin la menor duda�.
Rivera Schreiber no lo pens� dos veces y decidi� comunicarse por tel�fono con el embajador estadounidense en Jap�n, Joseph C. Grew, a quien pidi� una cita. Lo consideraba un amigo, o por lo menos se ten�an confianza. Era el 26 de enero de 1941.
La conversaci�n fue directa y sin olvidar detalle alguno. El impacto fue tal que Grew envi� un mensaje urgente al presidente Roosevelt. �Mi colega del Per� se ha enterado por varios conductos, inclusive uno japon�s, que se est� preparando un ataque sorpresa a Pearl Harbor, para el caso de un conflicto entre el Jap�n y los Estados Unidos�, dec�a el mensaje de Grew. Al d�a siguiente, Cordel Hull, secretario de Estado de EE.UU., ya conoc�a la versi�n del representante peruano.
El embajador Rivera Schreiber cont� a El Comercio, en 1949, que hasta all� lleg� su intervenci�n. �Naturalmente, no pod�a ir m�s all�, dijo. �Vino luego la precipitaci�n de los acontecimientos y el 7 de diciembre se produjo �ante el asombro del mundo� el ataque a Pearl Harbor, tal como me lo hab�an vaticinado mi valet y el profesor Yoshuda�, refiri�. No pod�a olvidar esa historia.
En 1949, las investigaciones confirmaron que la Secretar�a de Marina estuvo enterada y luego el Estado Mayor, para finalmente llegar al conocimiento del almirante Kimmel, comandante de la flota norteamericana en el Pac�fico, quien consider� que se trataba �de un rumor�, nada m�s.
Los diarios detallaron con asombro las consecuencias de esa desidia. El 7 de diciembre se produjeron los anunciados ataques a Haw�i, Filipinas, Singapur y Sumatra. La ofensiva lleg� hasta Hong Kong, donde, sin embargo, fue rechazada por las fuerzas aliadas. La reacci�n militar estadounidense fue r�pida, pero las p�rdidas marcaron una de las mayores tragedias en la historia de ese pa�s.
Tras el informe oficial de los hechos, el diplom�tico peruano fue homenajeado por el Senado norteamericano en 1945.
Memorias de una viuda
Catorce a�os despu�s de la muerte del embajador, ocurrida el 25 de julio de 1969, su viuda, Teresa Kroll, hizo una declaraci�n oficial por escrito sobre esta historia. El documento lleva la fecha del 3 de mayo de 1983 y est� dirigido al c�nsul general de EE.UU. en Lima. All� ratifica lo dicho por su esposo a El Comercio en 1949 y precisa otras cosas: su confianza en las fuentes, es decir, el valet Felipe Akakawa y Yoshuda; rechaza la incredulidad hist�rica de algunos autores; se�ala que su esposo recab� informaci�n valiosa durante dos meses y que luego se la coment� en privado al embajador Grew; confirma que servicios americanos descifraron posteriormente cables secretos del Gobierno Japon�s a su embajada en Washington, lo que ratificaba los datos de Yoshuda; e incluso sospecha que el mensaje de Grew a su Gobierno no era el mismo que redact� junto con Rivera Schreiber.
Al final de su misiva, la se�ora Kroll cuenta una an�cdota entre Grew y su esposo. Se trata de un breve di�logo que sostuvieron tras la tragedia, mientras viajaban en el barco Asama Maru, que part�a de Jap�n. Rivera Schreiber le dijo a Grew que todo hab�a ocurrido tal como se lo advirti� en enero. �El se�or Grew, visiblemente afectado, le respondi�: �S�, efectiva y lamentablemente, pero lo que usted me inform� lo transmit� el mismo d�a a mi Gobierno��. Fue una alerta perdida.
Publicado originalmente en El Comercio (Per�)