MAR�A VALERIO
MADRID.- Desde principios del siglo XX se sabe que la restricci�n de calor�as en el organismo tiene un efecto antitumoral. Sin embargo, no todos los tipos de c�ncer reaccionan igual en un entorno de "ayuno", y queda mucho por saber exactamente sobre la relaci�n entre una dieta frugal y esta enfermedad. La �ltima pieza del puzle aparece esta semana en las p�ginas de la revista "Nature", donde se explica porqu� no todos los c�nceres responden igual a la falta de alimentos.
Un trabajo realizado en roedores y llevado a cabo por cient�ficos del Instituto Howard Hughes de Nueva York (en EEUU), ha tratado de desentra�ar precisamente porqu� unos tumores s� son sensibles a la restricci�n cal�rica y porqu� otros diferentes, en las mismas circunstancias, no se reducen de tama�o.
Cuando el cuerpo no recibe suficiente cantidad de alimentos, se produce una reducci�n de los niveles de ciertas sustancias que circulan en el organismo; como la insulina o algunos factores de crecimiento similares a ella (IGF1), que sirven como "gasolina" para el desarrollo de las c�lulas tumorales. Sin embargo, como explican ambos autores, teniendo en cuenta que en las mismas circunstancias los tumores no reaccionaban de manera uniforme hac�a pensar que pod�a haber algo m�s, alg�n elemento intr�nseco al propio tumor, que podr�a ayudar a predecir la respuesta a la reducci�n cal�rica.
Predecir la respuesta
Nada Kalaany y David Sabatini inyectaron c�lulas malignas derivadas de tumores de cerebro, colon, pr�stata o mama en varios roedores con una dieta un 60% m�s pobre en calor�as de lo normal. Y lo que descubrieron fue que el efecto de la dieta en los tumores depende de una v�a de se�alizaci�n concreta, la llamada P13K. Si dicha se�al est� inactiva, los tumores s� reaccionan a la restricci�n de calor�as y pueden reducir hasta dos tercios su volumen cuando se cortan los nutrientes. Por el contrario, cuando esta v�a est� activa, reducir las calor�as carece por completo de efecto en la evoluci�n de la enfermedad "y la mutaci�n protege a las c�lulas de la muerte", apunta Kalaany en declaraciones a elmundo.es.
Aunque todos los animales sufrieron una reducci�n en los niveles de insulina y su "gemela" IGF1, la dieta s�lo produjo un descenso en el volumen del tumor en ciertos casos. Concretamente en aquellos que ten�an P13K inactivo.
Teniendo en cuenta que en la actualidad ya hay varios ensayos con f�rmacos que tratan de imitar las condiciones de cortar el suministro de nutrientes, los autores sospechan que sus investigaciones pueden tener importantes implicaciones en este sentido. Es decir, este tipo de compuestos no ser�n eficaces en todos los tumores, y lo m�s probable es que carezcan de efecto en aquellos tipos de c�ncer que tengan mutaciones que causan la activaci�n de P13K.
Por el contrario, si fuese posible "desconectar" dicho interruptor ser�a posible hacer que las c�lulas tumorales resistentes a la restricci�n diet�tica s� respondan en un entorno pobre en calor�as.
Sin embargo, y a pesar del optimismo, insisten en que sus trabajos se han realizado durante un per�odo de tiempo breve y en ratones con tumores en estad�os iniciales, por lo que es dif�cil extrapolar sus conclusiones a otros escenarios diferentes. "En c�nceres m�s avanzados, es posible que haya otras mutaciones adicionales a �sta que tambi�n intervengan".
Kalaany tambi�n es cauto a la hora de extrapolar estas conclusiones a los humanos, "que aunque podr�an reducir su ingesta de calor�as, probablemente habr�a diferencias de una persona a otra debido a nuestra variabilidad gen�tica". De hecho, esta especialista considera que una posible aplicaci�n de sus resultados tendr� que esperar al desarrollo de un f�rmaco capaz de reproducir las condiciones de una restricci�n radical de nutrientes.
"Estas sustancias podr�an ser �tiles en pacientes que no tengan mutada la v�a de P13K, porque si est� alterada, lo m�s probable es que tambi�n sean resistentes a este tratamiento. En estos casos, habr�a que combinar un compuesto capaz de inhibir esta mutaci�n y otro que simule la restricci�n de calor�as", concluye.
Publicado originalmente en El Mundo (Espa�a)