Quien siente envidia suele avergonzarse e intentar disimularlo. Pero, aunque se esfuerce por padecer en silencio, las m�s de las veces su propio cuerpo lo delata: el rencor lo hace retorcerse tanto como cuando es sometido a un dolor f�sico, e incluso su cerebro puede te�irse de verde.
Y es que la envidia se sube a la cabeza. As�, lo comprob� un equipo de neur�logos del Instituto Nacional de Ciencias Radiol�gicas de Inage-Ku, en Jap�n, que identific� que ese intenso sentimiento activa los mismos circuitos neuronales del dolor.
Con m�quinas de resonancia magn�tica funcional para observar el cerebro en acci�n y un guion repleto de drama para que el centenar de participantes en el experimento sintieran envidia, los investigadores se dedicaron m�s de dos a�os a la tarea.
�El deseo de tener lo que otros tienen estimula la corteza cingulada anterior dorsal del cerebro, es decir, la misma regi�n que se activa cuando se padece dolor f�sico�, afirm� Hidehiko Takahashi, autor principal del estudio publicado en la revista Science .
Seg�n Takahashi, cuanto mayor es el arrebato de envidia, m�s intenso es el flujo sangu�neo en esa regi�n neuronal. Por eso, aunque el envidioso intente controlarse, no consigue evitar que su cuerpo se contraiga o su ce�o se frunza.
Adem�s, la resonancia magn�tica mostr� que, cuando la sangre se acumula en esa zona cerebral, el �rgano se torna verdoso.
�La asociaci�n entre dolor y envidia estaba ya en la sabidur�a popular, pero hasta ahora no ten�a una explicaci�n cient�fica�, manifest� el experto.
Y �por qu� a m� no?
Al intentar inducir a la envidia a quienes eran objeto de investigaci�n, los cient�ficos comprobaron lo que, hace siglos, sostienen los fil�sofos.
�Los alfareros envidian a los alfareros�, escribi� Arist�teles hace 2.300 a�os, y los neur�logos japoneses tambi�n consiguieron una mayor respuesta cerebral cuando los objetos de investigaci�n se comparaban con personas de su misma condici�n.
�M�s que cuando se piensa en los bienes o la belleza de los ricos y famosos, la envidia se dispara cuando una persona se compara con aquellos a quienes considera sus iguales �del mismo sexo, edad, clase social y curr�culum vitae��, explic� Takahashi.
Por otro lado, la investigaci�n, en la que tambi�n participaron psiquiatras, document� que las personas sometidas a este estudio, cuando se les ped�a verbalizar su rencor, lo hac�an en dos direcciones: �mientras que la mitad se identificaba con la frase "Yo quiero tener lo mismo que tiene aquel"; los dem�s sintetizaban su sentimiento con la expresi�n "Yo no quiero que aquel tenga m�s que yo"�.
Para los cient�ficos, esas expresiones sugieren que la envidia cumple un profundo rol social: sirve de acicate para superarse y ayuda a no derrochar lo que ya se ha conseguido.
El placer de ver fracasar
No todo es dolor en la mente de los envidiosos. Con la m�quina de resonancia magn�tica se evidenci� que solo imaginar a la persona envidiada cayendo en desgracia hace sentir un placer semejante al de comer un chocolate o mantener una relaci�n sexual.
�As� como la envidia es dolorosa, ver fracasar a otros genera una descarga de dopamina que activa los centros del placer del cuerpo estriado del cerebro�, se�al� Takahashi, quien record� el refr�n: �Las desgracias de los otros saben a miel�.
Finalmente, la investigaci�n descubri� que la magnitud del dolor generado por la envidia tiene una correlaci�n neurol�gica con la intensidad del placer de �ver� al otro fracasar
�La envidia funciona, entonces, de forma similar a los sistemas cerebrales que procesan necesidades, y que hacen que, cuanto m�s hambriento o sediento est� uno, m�s placentero ser� comer o beber�, dijo Takahashi, que manifest� su disposici�n a seguir investigando las respuestas neuronales de otros sentimientos.
Publicado originalmente en Naci�n (Costa Rica)