Se trata de un fen�meno explosivo muy poderoso que, aunque no puede competir en intensidad con las versiones "s�per" e "h�per", presenta caracter�sticas sorprendentes e incluso ventajosas con respecto a �stas.
El nombre "nova" procede de un peque�o libro titulado De stella nova (1573), escrito por el astr�nomo dan�s Tycho Brahe a partir de su descubrimiento de la supernova SN 1572. Aunque se trataba de una supernova y no de una nova, los t�rminos fueron intercambiables durante siglos y hasta los a�os treinta del siglo pasado no se establecieron las diferencias entre ambos fen�menos: supernova es el nombre que recibe la �ltima fase en la evoluci�n de las estrellas muy masivas (diez veces mayores que el Sol) cuando, una vez agotado su combustible, se derrumban sobre s� mismas y producen una explosi�n que puede superar la luminosidad de la galaxia que las alberga.
Enanas blancas
Existe, no obstante, otro tipo de supernovas que se crea a partir de la explosi�n de una enana blanca en un sistema de dos estrellas. Estas �ltimas s� que muestran similitud con las novas, que tambi�n se producen en un sistema binario en el que una de las componentes es una enana blanca, y el proceso es el siguiente: las enanas blancas son los restos de una estrella como el Sol que, incapaz de generar energ�a, ha expulsado su atm�sfera y conserva un n�cleo muy compacto. En condiciones normales se enfriar� y perder� de vista, pero si tiene una compa�era cercana puede atraer el gas de su atm�sfera, que se va acumulando en un disco. Cuando el material robado alcanza determinado volumen (m�s o menos una cienmil�sima parte de la masa de nuestro Sol), la presi�n en la base del disco se eleva tanto que se desata una explosi�n nuclear que expulsa las capas externas y produce un aumento de brillo tan intenso que algunas hasta pueden verse a simple vista. Tras unos pocos d�as el brillo comienza a descender y en unos meses vuelve a su nivel antes de la explosi�n. Entonces, la enana blanca, de nuevo hambrienta, retoma su dieta anterior (siempre que su compa�era pueda proveerle materia) y vuelve a formar un disco.
Novas recurrentes
Se cree que, visto el proceso, todas las novas experimentar�n a lo largo de su vida varias explosiones, quiz� con intervalos de varios miles de a�os. Sin embargo, existe un reducido grupo -tan reducido que sus integrantes pueden contarse con los dedos de las manos-, las denominadas novas recurrentes, que sufren explosiones mucho m�s a menudo. En 2006, astr�nomos aficionados informaron de que una estrella d�bil, RS Ophiuchi (RS Oph), se hab�a vuelto visible en el cielo sin la ayuda de telescopios. RS Oph es una vieja conocida que, a lo largo de poco m�s de un siglo de observaciones, ha experimentado varias explosiones con una frecuencia bastante irregular: 1898, 1933, 1958, 1967, 1985 y 2006. Se trata de un sistema estelar binario formado por una enana blanca y una gigante roja que giran muy pr�ximas una alrededor de la otra. Tiene, adem�s, otra particularidad: la gigante roja est� perdiendo gran cantidad de materia en forma de viento estelar que envuelve todo el sistema. Como resultado, la explosi�n de la enana blanca se produce dentro de esta atm�sfera de la gigante roja, y el gas expulsado choca contra ella a gran velocidad (se han calculado temperaturas de unos cien millones de grados -diez veces mayores que las del n�cleo del Sol- para un fen�meno semejante).
Expulsi�n de materia
Otra curiosa integrante del exclusivo grupo de novas, T Pyxidis, tuvo su �ltimo momento de gloria en 1997. Con una frecuencia de estallidos bastante regular (m�s o menos cada veinte a�os), ha desmentido lo que las novas parec�an tener en com�n: la expulsi�n de materia en forma de "cascar�n". Aunque los telescopios terrestres mostraban una burbuja de gas alrededor de la estrella como producto de su �ltima explosi�n, el Telescopio Espacial Hubble la examin� m�s detenidamente y vio que en realidad se trataba de un conjunto de m�s de dos mil burbujas gaseosas, algunas del tama�o de nuestro Sistema Solar, que podr�an deberse a las colisiones entre el material reci�n expulsado (que se mueve muy r�pido) y los restos f�siles (m�s lentos) de explosiones anteriores. Adem�s, T Pyxidis mostraba un par de chorros de material que emanaban de las regiones centrales del disco alrededor de la enana blanca, algo tan inesperado como inusual.
Los datos de que disponemos de las pocas novas recurrentes conocidas apenas permiten generalizaciones, pero parece que sobresalen ciertas caracter�sticas: la enana blanca debe estar cerca del l�mite m�ximo de masa para estos objetos (situado en 1,4 masas solares) y tiene que ser capaz de robar materia a su compa�era a buen ritmo. As�, aunque los estallidos no puedan competir en violencia con los de las supernovas o hipernovas, las novas guardan cierta ventaja: al contrario de sus parientes, no se destruyen con la explosi�n, lo que les permite volver a sorprendernos cada cierto tiempo.
Publicado originalmente en El Pa�s (Espa�a)