Tanto la reciente cumbre clim�tica de la ONU, como la cumbre del G-20 en Pittsburg, intentaron revivir las agonizantes esperanzas de que la conferencia de diciembre en Copenhague pueda resultar en un acuerdo que reemplace al Protocolo de Kyoto, el cual expira en 2012.
Si los l�deres del G-20 en verdad quieren demostrar su compromiso con hacer algo respecto al cambio clim�tico, les har�a bien ser m�s cautelosos en cumplir sus compromisos referentes al libre comercio.
Muchos sentimientos grandilocuentes fueron ventilados en ambos eventos. El secretario general de la ONU Ban Ki-Moon anunci� que el mundo est� �un paso m�s cerca� de un acuerdo sobre cambio clim�tico. Pero, por supuesto, se neg� a indicar que este particular viaje de mil kil�metros parece ser cada vez m�s inestable y que un paso no es ni remotamente el avance suficiente para aquellos que esperan un acuerdo en diciembre.
El nuevo primer ministro de Jap�n hizo las paces con sus colegas al reafirmar su promesa de reducir para 2020 las emisiones de su pa�s a un 25% menos de los niveles de 1990. El presidente chino Hu Jintao solamente prometi� que su pa�s reducir�a sus emisiones por un margen �significativo�, pero al menos se mostr� receptivo a los esfuerzos por reducir emisiones. El presidente Obama dio otro gran discurso que, aunque tuvo pocos datos espec�ficos, indic� que EE.UU. aceptaba la responsabilidad por el da�o causado en el pasado, mientras que continu� insistiendo que se requer�an esfuerzos por parte de �naciones en desarrollo que est�n creciendo r�pidamente�.
En cuanto al comercio, el G-20 sin duda alguna se comprometer� a trabajar para completar la Ronda de Doha de la OMC antes del 2010, y de mantener el comercio abierto mientras tanto. Desafortunadamente, su r�cord en esta �rea no es destacable.
El G-20 ha emitido de manera consistente�e hip�critamente en vista de sus actos posteriores�comunicados enfatizando la importancia de evitar el proteccionismo en medio de la crisis financiera global, solo para que luego sus miembros hagan exactamente lo opuesto. Muchas veces la tentaci�n entre los pa�ses del G-20 de subsidiar y proteger a los suyos ha probado ser demasiado dif�cil de resistir.
La tensi�n pol�tica entre los sectores dom�sticos que buscan una protecci�n y aquellos que est�n a favor de un comercio m�s libre est� empezando a hacerse evidente en el debate del cambio clim�tico. Vale recalcar que el libre flujo de productos y la calidad ambiental no est�n necesariamente en conflicto.
De hecho, gracias a que el comercio deriva en riqueza, y la riqueza en un creciente deseo y habilidad de proteger el ambiente, los dos se complementan. No obstante, muchos l�deres del G-20 est�n haciendo lo mejor que pueden para enmarcarlos como dos objetivos totalmente opuestos. El presidente Sarkozy a principios de este mes se convirti� en el �ltimo pol�tico en pedir que aranceles al carbono �nivelen el juego� para los productos franceses que soportar�n un impuesto al carb�n y que a�n as� tendr�an que competir con importaciones libres de este tipo de grav�menes.
Algunos pol�ticos estadounidenses tienen ideas similares. Los senadores provenientes de estados con industrias de manufacturas, y cuyos votos son cruciales para asegurar la aprobaci�n de la ley acerca del clima que se debate en el Senado, han insistido varias veces que su respaldo depende de la protecci�n de industrias dom�sticas vulnerables. Ellos contin�an argumentando que las importaciones chinas est�n amenazando puestos de trabajo en EE.UU. en industrias con uso intensivo de energ�a, a�n cuando m�s de dos tercios de ese tipo de productos vienen de otros pa�ses con ingresos similares (y, en algunos casos, con pol�ticas m�s verdes).
El presidente Obama habl� en contra de las medidas comerciales excesivas introducidas en dicha ley cuando fue aprobada en junio en la C�mara de Representantes, pero no dijo si vetar�a una ley final si conten�a los mismos elementos. Obama ha demostrado poca voluntad para resistir el canto de sirena del proteccionismo, juzgando por sus acciones respecto al comercio desde que asumi� la presidencia. Tambi�n ha mostrado una falta de comprensi�n sobre las repercusiones del proteccionismo en las relaciones exteriores, al anunciar aranceles sobre los neum�ticos chinos justo antes de la cumbre clim�tica en la que la cooperaci�n de ese pa�s era crucial.
Enfurecer a los chinos amenaz�ndolos con barreras comerciales ser�a un gran error. Y considerando que EE.UU constituye menos del 1% del mercado para los productos chinos intensivos en energ�a, los aranceles incentivar�an a�n menos a los productores a hacer m�s limpias sus t�cnicas de producci�n para lo que ser�a un mercado cada vez m�s peque�o. Lo que har�n es m�s bien aumentar los costos de los productores estadounidenses que usan insumos chinos, y finalmente, los costos para los consumidores estadounidenses.
El proteccionismo en nombre del cambio clim�tico acarrear�a pocos beneficios y mucho riesgo, para el ambiente y para la econom�a mundial. Los l�deres que est�n preocupados por uno o ambos de los objetivos deber�an empezar a cumplir con sus propias promesas acerca del comercio libre.
Sallie James es analista de pol�tica comercial del Cato Institute.
Publicado originalmente en El Cato