En esa columna no me refiero a los impuestos (la pol�tica fiscal es materia de otro debate) sino a las tarifas o aranceles aduaneros que bloquean y dificultan la entrada al pa�s de productos m�s baratos y de mejor calidad del extranjero lo cual a todas luces beneficia a los locales ya que libera recursos humanos y materiales para aprovecharlos en la producci�n de otros bienes y servicios. Es en este sentido que el contrabando (originalmente contra un bando militar) resulta en definitiva beneficioso. Mariano Moreno, el pensador decimon�nico argentino, dec�a que �el contrabando subroga al comercio libre�. Sin duda que no existir�a contrabando si no se interpusieran trabas a la entrada de productos reclamados por quienes viven en el pa�s receptor. Solo tiene lugar cuando los comisarios imponen restricciones.
En realidad resulta un espect�culo bochornoso el de los �vistas de aduana� quienes apuntan a una de dos cosas: trasmiten la rid�cula filosof�a de que el ingreso de bienes m�s baratos y de mejor calidad perjudicar�a a los locales o, de lo contrario, piden cohecho para dejar entrar la mercanc�a en cuesti�n. En el primer caso es como si estuvieran diciendo en nombre de los mandones de turno que no se vaya a traer una m�quina fotogr�fica con buena resoluci�n de imagen y barata puesto que eso har�a da�o ya que lo conveniente es verse obligado a adquirir m�quinas que produzcan fotograf�as turbias y caras. Es tragic�mico cuando esta nueva Gestapo inquiere si lo que se trae �son productos personales� como si pudieran ser extra-personales o robados.
Personalmente la desgracia m�s grande de viajar son las aduanas. Me afectan psicol�gica y moralmente. Aunque le revisen la valija a una persona delante m�o me afecta porque se trata de una vejaci�n y una insolente intromisi�n en la intimidad de las personas (y si, despu�s del vejamen de marras la persona le dice al vista de aduana �gracias�, el impacto me desmorona). Y no se diga que es para evitar el ingreso de armas pues esa constataci�n se lleva a cabo con rayos l�ser al abordar el medio de trasporte por razones de seguridad y tampoco para detectar drogas que entran a granel por otros conductos generalmente con apoyo gubernamental (independientemente de que la prohibici�n de drogas produce los mismo efectos que la Ley Seca: est�mulo a la producci�n y al consumo, invasi�n a las libertades individuales y corrupci�n en todos los niveles posibles).
Claro que para entender los efectos del contrabando es menester que se entiendan las ventajas del librecambio. La eliminaci�n de aranceles o tarifas aduaneras genera el mismo efecto que un aumento en la productividad: la inversi�n por unidad de producto disminuye con lo que los productos disponibles se ofrecen en mayor cantidad. Dado que los recursos son escasos y las necesidades son ilimitadas, los factores productivos empleados en fabricar bienes m�s caros y de peor calidad se liberan para poder encarar otros bienes y servicios con lo que la lista disponible se amplia, lo cual quiere decir que se eleva el nivel de vida.
Es lo mismo que ocurre con una familia. Si en nombre de la protecci�n a sus miembros se declara la autarqu�a, todos sus integrantes ver�n reducido su nivel de vida obligados a fabricarse sus propios l�pices, zapatos etc. La cooperaci�n social es inseparable del librecambio. Si se sostiene que la reducci�n aduanera debe ser gradual para permitir el ajuste de los productores locales, es porque no se entendi� que los productores son para servir a la gente y no al rev�s. Si un productor pide protecci�n (desprotecci�n para la gente) durante un per�odo para despu�s liberar el comercio, no se ha percibido que es ese productor que tiene que absorber los costos y no trasladarlos compulsivamente sobre las espaldas de sus cong�neres: es el quien al evaluar su proyecto obtendr� las ganancias que anuncia despu�s de un tiempo (pr�cticamente ning�n proyecto de inversi�n se cubre en el primer per�odo). Si no procede en consecuencia es porque el proyecto es una patra�a dise�ado para vivir a expensas de los dem�s. No hay derecho contra el derecho: no puede argumentarse con solvencia que se ven afectados los intereses de quienes se ajustaron a las disposiciones anteriores, salvando las distancias del horror, los productores de c�maras de gas en la �poca de los criminales nazis no pudieron alegar p�rdidas por cambios dr�sticos en el r�gimen.
Y no se diga que habr� desempleo de trabajo puesto que no existe ese fen�meno si los acuerdos salariales son libres y voluntarios. Solo hay desempleo cuando los salarios son fijados compulsivamente m�s all� de lo que las tasas de capitalizaci�n permiten y, dichas tasas se maximizar�n en la medida en que se aproveche capital y, precisamente, una manera de consumirlo es a trav�s de la tarifa y el arancel aduanero.
Por otra parte, las llamadas integraciones regionales constituyen burdos pretextos para ocultar la incomprensi�n del librecambio, es decir, las ventajas de integrarse al mundo unilateralmente v�a la eliminaci�n de trabas aduaneras. Se suele mantener que la integraci�n es un primer paso en la buena direcci�n, lo cual confirma que no puede darse el paso definitivo porque no se ha comprendido el tema y, por otra parte, no siempre es siquiera un primer paso en la buena direcci�n ya que a veces significa un retroceso para ciertos productos alegando razones de simetr�a en las transacciones (cuando precisamente la asimetr�a es el motivo por el cual se comercia).
En definitiva son los nacionalismos xen�fobos y las culturas alambradas las responsables de las barreras aduaneras directas e indirectas. La tesis de �la industria incipiente� mencionada m�s arriba y los fenomenales aparatos de lobby de empresarios prebendarios hacen de operaci�n tenaza para tejer un cerco en torno al pa�s donde operan que, como queda dicho, empobrece a la gente, muy especialmente a los m�s d�biles. Habitualmente el latiguillo del �dumping� convence al incauto de la implantaci�n de restricciones al comercio libre, sin percatarse que esa figura significa venta bajo el costo, lo cual incentiva a que terceros compren el producto a bajo precio y hagan un arbitraje vendiendo al precio de mercado (y si esto no fuera posible el que vende a precio de liquidaci�n coloca primeramente su stock y los competidores contin�an vendiendo al precio de mercado). Lo cierto es que quienes alegan esta pol�tica de precios ni siquiera se toman el trabajo de consultar lo libros de contabilidad de quienes se acusa de dumping por miedo a que sencillamente se trate de mayor eficiencia.
Publicado completamente en El Cato (EEUU)
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