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La ciencia, dicen muchos científicos, ha sido devuelta al trono que le corresponde porque los progresistas han recuperado el poder. Los progresistas, dicen los progresistas, emulan la fría indiferencia del discurso científico. Así que ahora escuchamos la calmada y comedida voz de un científico generosamente distinguido por los progresistas, Rajendra Pachauri.

Es el presidente del Panel Intergubernamental del Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC) que compartió la edición 2007 de un Premio Nobel de la Paz cada vez más raro. Denunciando a los escépticos con las estridentes certezas de los que dicen que el calentamiento global representa una amenaza inminente para el planeta, dice:

"Son las mismas personas que niegan la relación entre tabaquismo y cáncer. Es la gente que dice que el amianto es igual de inocuo que los polvos de talco - y espero que se lo acerquen a la cara todos los días".

No le juzguemos tan duramente como él habla de los demás. Nada le preparó para el horror de encontrarse con desconcertante disidencia. Los alarmistas del calentamiento global, mimados desde hace tiempo por obedientes medios de comunicación, manifiestan una incongruencia interesante - histeria e insultos que se acompañan de serenas declaraciones acerca de la "ciencia demostrada" del cambio climático. Si estuviera demostrada, nos ahorraríamos la hipérbole equivalente al "Cierra la boca, explicó" de Ring Lardner.

La industria del calentamiento global, como el Alejandro del famoso cuento infantil, está teniendo un terrible, horrible, nada bueno, muy mal día. En realidad tres meses malos, que empezaron el 19 de noviembre con la publicación de los correos electrónicos que recogen los intentos de los científicos por dar la vuelta a los datos y censurar la disidencia para fortalecer las "pruebas" del calentamiento global.

Pero si ya hay supuestamente un consenso amplio, consolidado e inatacable. Qué raro.

A continuación vino el fracaso de La Última Oportunidad - Esta Vez Va en Serio - del Mundo, también conocida como cumbre de cambio climático de Copenhague. Fue una nulidad, y desde entonces las cosas han empeorado para los que tratan de provocar al mundo un espasmo de estatismo profiláctico a base de dar sustos.

En 2007, antes de que la recesión económica empezara a exigir seriedad y a desalentar la grandilocuencia, siete estados occidentales de Estados Unidos (y cuatro provincias de Canadá) decidieron sanar el planeta por su cuenta. El gobernador de California Arnold Schwarzenegger entonaba "No podemos esperar a que el gobierno de los Estados Unidos se ponga al día con el medio ambiente". Las 11 jurisdicciones formaron lo que hoy se conoce como Western Climate Initiative para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, a partir de 2012.

O no. La gobernadora de Arizona Jan Brewer suspendió recientemente la participación de su estado en lo que no se ha implantado aún, y algunos legisladores de Utah están considerando al parecer una acción similar. Le preocupa, con sensatez, que imponga costes a las empresas y los consumidores. También pidió la reconsideración de la estricta normativa que tiene Arizona de emisiones de los vehículos, calcada de la incorregible de California, por temor a que eleve el precio de los coches nuevos.

La semana pasada, BP America, ConocoPhillips y Caterpillar, tres integrantes de los primeros en sumarse a los 31 de la U.S. Climate Action Partnership, decían: Oh, no importa. Se retiran de la USCAP. Se trata de una coalición de empresas y grupos alarmistas del calentamiento global que se formó en 2007 cuando la legislación de licencias de emisión parecía inevitable y la colaboración con los emisores de licencias parecía prudente. Un portavoz de Conoco decía: "Tenemos que dedicar tiempo a abordar las cuestiones con impacto sobre nuestros accionistas y consumidores". Qué concepto.

Los escépticos del calentamiento global también se han equivocado. Han dicho que no se ha producido ningún calentamiento estadísticamente significativo en 10 años. Phil Jones, ex director de la Unidad de Investigación del Clima de Gran Bretaña, fuente de los correos filtrados, admite que han sido 15 años. No es de extrañar que el apoyo a las medidas correctivas radicales, el sacrificio de la riqueza y la libertad para combatir el calentamiento, se esté derritiendo más rápido que los glaciares del Himalaya que el informe del IPCC afirmaba, sin ninguna base científica seria, podrían desaparecer antes de 2035.

Jones también dice que si durante lo que se denomina Período Cálido Medieval (alrededor de 800-1300), la temperatura global puede haber sido más alta que la de hoy, eso altera el debate. Desde luego. Ello complica la tarea de acusar a la civilización contemporánea de las temperaturas actuales supuestamente sin precedentes.

La semana pasada, Todd Stern, Representante Especial de Estados Unidos para el Cambio Climático - sí, hay uno, y luego la gente se pregunta por dónde meter la tijera al gobierno - advirtió que los interesados en "socavar la acción contra el cambio climático" tratarán de aprovechar "cualquier minucia que puedan encontrar". ¿Minucias como la ciencia alterada, o como la ausencia de calentamiento?

Es tentador decir, sólo medio en broma, que la cartera de Stern viola la Primera Enmienda, que prohíbe al gobierno la adopción de una religión oficial. En religión es en lo que se ha convertido la fe en el calentamiento global antropogénico catastrófico. Ahora es un tejido de afirmaciones impermeables a las pruebas, afirmaciones de que todo, incluyendo una gota fría de proporciones históricas, supuestamente lo confirma, y que nada, ni siquiera la ausencia de calentamiento, lo puede desmentir.

Publicado originalmente en Diario de América (EEUU)