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Nuestro cerebro intolerante

Por Cristina S�ez

Los estereotipos, cuentan los neur�logos, son un tipo de esquemas que elabora el cerebro. Forman parte del sistema que usa este �rgano para organizar la informaci�n y poder actuar de forma m�s r�pida.

Publicado: Martes, 20/4/2010 - 8:21  | 4171 visitas.

Imagen: Ecuador Ciencia
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"Si voy por la calle y me cruzo con una mujer mayor, se agarra fuerte el bolso, �como si yo le fuera a robar!", exclama indignado un chico marroqu� veintea�ero. "Que sea inmigrante no significa que vaya a hacer nada malo", a�ade en perfecto castellano. Seamos o no conscientes de ello, lo cierto es que los estereotipos, los prejuicios, los clich�s, abundan en nuestras conversaciones y reflejan opiniones generalizadas en la sociedad. A menudo, responden a prejuicios que acaban llevando a discriminar a determinados colectivos. Las mujeres no saben aparcar y son parlanchinas; los jud�os, taca�os; los franceses, chovinistas y estirados; los italianos, latin lovers; y as� podr�amos continuar enumerando t�picos hasta el infinito. Podemos alarmarnos al leerlos o escucharlos; rebelarnos contra ellos; pensar que son una sarta de calificativos sin fundamento. Podemos negarlos y afirmar que nosotros, claro, somos igualitarios. Pero lo cierto es que todos los conocemos y nuestro cerebro est� lleno de ellos. �Y eso por qu�?
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Al parecer, nuestro cerebro enciende y apaga el motor de los clich�s seg�n le convenga. Da igual lo que pensemos. Por ejemplo, si estamos en el trabajo y nuestra jefa nos echa un rapapolvo, seguramente se activar�n todos los t�picos relacionados con la mujer, y pensaremos que, claro, es una incompetente.

 Usamos los estereotipos negativos para proteger a nuestro cerebro, vanidoso, de los efectos perniciosos de los feedbacks que no nos gustan. Se han llevado a cabo experimentos que demuestran que los usamos para sentirnos mejor, a veces incluso si debemos castigar a alguien.

 Un grupo de psic�logos cogi� a dos grupos de estudiantes; a uno se le dijo que sus resultados en un test de inteligencia eran peores que la media. Y al otro, que lo hab�a superado con creces. Justo despu�s, a ambos grupos se les hizo evaluar a la misma mujer comocandidata para un trabajo. Curiosamente, aquellos alumnos que no hab�an superado el test evaluaron peor a la mujer, tanto su personalidad como sus m�ritos profesionales, que el otro grupo. Resarcieron as� su maltrecha autoestima.

La neuroimagen no enga�a

Junto a su grupo de investigaci�n de la universidad de Princeton, la psic�loga Susan Fiske analiza c�mo se forman los prejuicios y estereotipos en la sociedad. Para ello estudia la respuesta del cerebro mediante t�cnicas de imagen. Hace un tiempo su equipo emprendi� un estudio sobre c�mo responde nuestro cerebro cuando nos enfrentamos a la presencia de colectivos distintos. Para ello llevaron a cabo un experimento que consisti� en seleccionar a un grupo de personas a las que les preguntaron por determinados grupos sociales y c�mo se sent�an con ellos y hacia ellos.

 "La reacci�n que mostraban los europeos ante vagabundos, drogadictos y gitanos era de desprecio. La sociedad suele ver con repugnancia estos colectivos, a los que considera esencialmente sucios", relata Fiske.

 Mediante t�cnicas de neuroimagen, esta investigadora norteamericana y su equipo vieron que el c�rtex medio prefrontal, que se activa al pensar en otras personas, cuando se trata de estos colectivos no se iluminaba como sucede habitualmente. Por el contrario, seg�n esta investigaci�n, s� se activaba la �nsula, una zona asociada una percepci�n desagradable. Y esto era as� independientemente de que el pensamiento racional del individuo estudiado coincidiera con esa percepci�n o no.

Desde hace m�s de 25 a�os, Susan Fiske dirige un equipo de investigaci�n en la facultad de Psicolog�a de la Universidad de Princeton (Nueva Jersey, EE.UU.) con el que estudia grupos sociales y morales, analiza c�mo se forman los prejuicios y c�mo estos influyen en nuestra forma de actuar. Para esta psic�loga, "nos formamos juicios de valor en funci�n de la percepci�n que tenemos de si aquel grupo de individuos nuevo es cooperativo o, por el contrario, competitivo". Y nos basta apenas una fracci�n de segundo para decidir si confiamos o no en una persona. "Cuando conocemos a alguien, nos fijamos, sobre todo, en su boca, en si nos parece que est� ligeramente sonriente o denota enfado. As� inferimos si una persona es dominante o afable. Tambi�n influyen los rasgos de madurez de sus facciones. Cuanto m�s masculinas, m�s seguras nos parecen". Fiske y su equipo tratan de averiguar qu� vemos cuando miramos a la cara a miembros de otros colectivos."Hemos descubierto que la primera clasificaci�n que hacemos tiene que ver con la etnia, la edad y el sexo. La clase social nos resulta algo m�s complicada, aunque tambi�n la acabamos pescando r�pidamente. La estructura social determina el estereotipo; el estereotipo determina la emoci�n, y la emoci�n determina el comportamiento", se�ala Fiske. 

La memoria cach� del cerebro 

Los estereotipos, cuentan los neur�logos, son un tipo de esquemas que elabora el cerebro. Forman parte del sistema que usa este �rgano para organizar la informaci�n y poder actuar de forma m�s r�pida. Cuando conocemos a una persona nueva, la observamos y en un santiam�n la metemos en una categor�a en funci�n de su cultura, procedencia, edad, clase social, si es hombre y mujer. En definitiva, la clasificamos y le colgamos una etiqueta. Y los psic�logos cognitivos creen que todo lo que aprendemos de nuestro entorno se organiza as�, bajo estos esquemas. Para explicar c�mo funcionan, la neurocient�fica Cordelia Fine, autora del libro A mind of its own. How your brain distorts and deceives (2005), (Una mente propia. C�mo tu cerebro distorsiona y decepciona), utiliza la siguiente met�fora: es como si nuestro cerebro fuera una gran cama llena de grupos de neuronas dormidas, ligadas entre ellas. Cada c�lula nerviosa representa una parte de un esquema.

Por ejemplo, si tomamos perro, al o�r esa palabra, algunas neuronas se despiertan y activan para recordarnos que tiene cuatro patas; otras contienen la informaci�n de que ladra; otras te dicen que tiene pelo... De manera que pensar un concepto o esquema es como despertar a todas esas neuronas a la vez. Lo mismo ocurre si en lugar de perro decimos mujer, jud�o o pobre. La informaci�n "est� muy entrelazada en el cerebro, lo que significa que si usas una parte del esquema, aunque s�lo digas: "Este chico es gay", se activan todas las partes del esquema de homosexuales", dice Fine, aunque lo que ese esquema contenga variar� seg�n la cultura, la sociedad y el individuo. 

Cuesti�n de supervivencia

Esos esquemas, cuando se refieren a otras personas, se rellenan de los juicios de valor que elaboramos de los otros. De esto se encarga la am�gdala, una estructura muy peque�a y evolutivamente muy antigua, situada en el l�bulo temporal del cerebro; forma parte de los circuitos responsables de la emoci�n, de la motivaci�n y del control aut�nomo. Junto con otras regiones �el hipocampo, el septum y el hipot�lamo�, configura el sistema l�mbico, responsable directo de la codificaci�n del mundo personal e instransferible de los sentimientos y emociones. La am�gada la cumple con muchas funciones, desde las visuales m�s b�sicas hasta la capacidad para mantenernos alerta; de hecho, el binomio miedo-agresi�n est� asentado aqu�. Esta regi�n tambi�n est� relacionada con la percepci�n que tenemos de alguien: cuanto m�s sentimos que podemos depositar nuestra confianza en una persona, menos se activa esta zona, y cuanto m�s desconfiamos, m�s activa est�. Y es en esta peque�a regi�n, con forma de almendra, donde se gestan estereotipos y prejuicios.

Seguramente se originaron como una estrategia de supervivencia para tomar decisiones m�s r�pido. Si ante cada nueva circunstancia el cerebro tuviera que procesar toda la informaci�n, recabar todos los datos, valorarlos y obrar en consecuencia, ya no estar�amos aqu�. �Nos hubi�ramos extinguido! Hace mucho mucho tiempo, unos 100.000 a�os, nuestros antepasados a�n estaban en �frica y no hab�an comenzado su �xodo por el planeta, mientras los neardentales se expand�an por todo el mundo. La poblaci�n de seres humanos se redujo a unos 2.000 individuos, al borde de la extinci�n. "Para sobrevivir, tuvieron que aprender a cooperar, a ayudarse unos a otros, a formar equipos para cazar y defenderse de animales m�s fuertes", cuenta Scott Atran, antrop�logo, profesor de la Universidad de Michigan y del Colegio Universitario de Justicia Penal John Jay (Nueva York), quien adem�s dirige el Centro Nacional de Investigaci�n Cient�fica de Par�s (CNRS). Nuestros antecesores cooperaban, eran compasivos, ten�an cierta moral y justicia con aquellos que eran de su grupo y tambi�n desarrollaron mecanismos para protegerse de sus rivales. "En realidad, no puedes funcionar en un grupo a menos que hagas suposiciones sobre otras personas. Es as� como hemos desarrollado maneras de emitir juicios de confianza y desconfianza. Si somos de grupos distintos, tenemos que estar seguros de que los otros no han venido a matarnos", a�ade este antrop�logo. Y esos prejuicios que hac�an que nuestros antepasados se acercaran a otros indivuos o salieran, por el contrario, pitando, se formaban al instante. "La manera m�s r�pida de distinguir entre tu grupo y otro, de saber si puedes confiar en el que tienes delante en un segundo es mirando si habla el mismo idioma, tiene el mismo acento, la misma piel", explica Atran. "S�lo necesitamos una fracci�n de segundo, para decidir si confiamos o no en �l. Y tenemos que hacerlo as� para poder sobrevivir", a�ade Susan Fiske, de la Universidad de Princenton. 

Efectos secundarios

Los prejuicios nos ayudan a desenvolvernos en el mundo, de acuerdo, son esenciales para nuestra supervivencia, pero tienen tambi�n efectos secundarios indeseables, y es que act�an como una especie de filtro que influye sobre la forma como percibimos la realidad: afectan a nuestra interpretaci�n del comportamiento de los otros e incluso tienen el poder de generar predicciones de nuestras creencias estereotipadas. Adem�s de intolerante, nuestro cerebro es un mal estadista: en �l no funciona que cien veces pase X y s�lo dos, Y; porque se queda con Y. Tampoco lleva nada bien eso de que lo contradigan, de que aparezca una evidencia que refute sus afirmaciones, por lo que utiliza una serie de trucos y recursos para desestimar aquellas pruebas que van en contra de sus creencias. "Eso puede condenarnos a estar eternamente con prejuicios y con una perspectiva da�ina de nuestros compa�eros", afirma la neurocient�fica Cordelia Fine.

El segundo peligro potencial de los estereotipos es su capacidad de cambiar nuestra conducta, y eso puede afectar a los dem�s. "Cuando proyectas tus estereotipos sobre los otros, la imagen que te llega de vuelta es m�s un reflejo de tu propia conducta que de sus verdaderas cualidades. Y, sin embargo, tu rol en esta horrible distorsi�n pasa desapercibido", explica Fine. Y pone como ejemplo que si un d�a caminamos solos por una calle y vemos a una persona negra, puede que cambiemos de acera. En nuestro cerebro se ha disparado el t�pico de que esa persona es violenta. Al cambiar de acera, la otra persona puede pensar que lo has hecho porque crees que te va a robar y por tanto, molesta, puede modificar el paso o su expresi�n. Y eso nosotros lo tomamos como una comprobaci�n de nuestra teor�a de que los negros son m�s violentos, cuando en realidad esa persona s�lo ha respondido a tu acci�n.

Los estereotipos afectan a individuos y a colectivos por completo. Un grupo de psic�logos realiz� un experimento con un grupo de mujeres que estudiaban matem�ticas. Existe un t�pico muy extendido que afirma que los hombres superan a las mujeres en esta disciplina, lo que, adem�s, ha suscitado todo tipo de teor�as sobre las capacidades gen�ticas de ambos sexos para esta ciencia. A un grupo de estudiantes de una facultad de matem�ticas les dieron un examen complicado y los chicos consiguieron mejores resultados que las chicas. Dieron ese mismo examen a un segundo grupo al que antes hab�an mostrado un v�deo en el que se les informaba de que las diferencias de g�nero no influyen en los resultados de los ex�menes. Curiosamente, ellas obtuvieron los mismos resultados que ellos.

Pero el experimento no acab� ah�. A un tercer grupo les pasaron el mismo examen pero antes les hicieron ver un reportaje que explicaba que era importante que tuvieran en cuenta c�mo el estereotipo afecta a sus resultados y los efectos que podr�a ejercer sobre sus respuestas. Y� las chicas tuvieron notas ligeramente superiores a los chicos. Parad�jicamente, esos estereotipos que tanto pueden afectar a un grupo tambi�n pueden beneficiar a otro; que el t�pico diga que a los chicos se les dan mejor las mates hace que conf�en m�s en sus capacidades.

Podemos resistirnos

Los esquemas, la forma de organizar el conocimiento que tiene nuestro cerebro, proporcionan una forma r�pida de interpretar la informaci�n del complicado mundo que nos rodea. "Un cerebro intolerante es un cerebro eficiente �afirma la neurocient�fica Fine�. Puede moverse r�pidamente de un sitio a otro". Sin embargo, esa velocidad tiene un coste de precisi�n: nuestros esquemas no reflejan la realidad. "No siempre tenemos el tiempo, la oportunidad, la motivaci�n o los recursos mentales que necesitamos para considerar la riqueza, la complejidad y las personalidades �nicas de quienes nos rodean o vamos conociendo", reflexiona Cordelia Fine. Seguramente, en muchas ocasiones ni tan s�lo reconozcamos esos estereotipos.

Los psic�logos sociales est�n empezando a explorar qu� estrategias nos podr�an ayudar a frustrar esas tendencias intolerantes. Porque que nuestro cerebro tienda a generar y a ser fiel a determinados estereotipos no significa que debamos resignarnos. Podemos ejercer cierto control sobre ellos y disminuir su influencia. El primer paso para ello es ser conscientes y eso requiere un gran esfuerzo mental, puesto que cuando la guardia est� baja, �esos pensamientos salen a flote! A nuestro consciente se le da bastante mal hacer varias cosas a la vez. Cuando est� estresado, demasiado ocupado, cansado, distra�do o bajo presi�n, los t�picos salen de los pantanosos terrenos del subconsciente, y campan a sus anchas por nuestros pensamientos ejerciciendo su influencia negativa.

�Pero no todo est� perdido! "Podemos deshacernos de ellos. Hay que dar a la gente informaci�n sobre el colectivo que sea para que rompa sus creencias", afirma Susan Fiske. Otra forma de romper con ellos es establecer un contacto entre los grupos minoritarios y los mayoritarios, entre los habitantes del pueblo y los reci�n llegados; ponerlos en igualdad de condiciones para que cooperen en pos de un mismo objetivo. "Puede que al principio haya fricciones, pero la interacci�n hace que los sentimientos cambien".

Publicado originalmente en La Vanguardia (Espa�a)

Comentarios sobre el artículo

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Comentario de: Juan D�az publicado el: 6/3/2010 7:15:52 AM
Recuerdo la "teor�a de los constructos personales" de KELLY. Un estereotipo, es un constructo sesgado, no importa tanto como se origin�, sino c�mo cabiarlo por estrategias de cambio actitudinal. La m�s eficiente, es poner a prueba el Constructo Social, para ello, aparte de una disposici�n de mente abierta, inducida por comunicaci�n persuasiva, se requiere de un ambiente facilitador del cambio, que provea las contingencias sociales b�sicas y neutrales, d�nde pueda ser "testeada" la creencia no racional.
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