Recuerdo recientemente una pancarta de un huelguista que proclamaba uno de los principios primordiales del sindicalismo: "El movimiento sindicalista te ha tra�do el fin de semana". Bien, no exactamente. En Estados Unidos la media de trabajo semanal era de 61 horas en 1870, y actualmente es de 34 horas. La raz�n por la cual se ha doblado el tiempo libre en Am�rica no ha sido gracias al sindicalismo, sino gracias al capitalismo. Como explic� Mises, �En una sociedad capitalista prevalece un firme aumento hacia la inversi�n del capital� Consecuentemente, la productividad marginal del trabajo, la tasa salarial, y los beneficios del salario medios tienden a aumentar de forma permanente�.
Por supuesto, esto s�lo es cierto en una econom�a capitalista donde permanezcan la propiedad privada, libre mercado, y empresarialidad. El fuerte incremento en el nivel de vida de los (predominantes) pa�ses capitalistas se debe a los beneficios en la inversi�n del capital privado, empresarialidad, avances tecnol�gicos, y en una mejor y mayor cualificada mano de obra (no gracias al monopolio de la educaci�n p�blica, que s�lo ha servido para empobrecer intelectualmente a la gente). Los sindicatos se aprovechan de esta circunstancia buscando pol�ticas que impidan las intr�nsecas instituciones del capitalismo.
La reducida semana laboral es una invenci�n que naci� con y del capitalismo. La inversi�n de capital hizo aumentar la productividad marginal del trabajo a medida que transcurr�a el tiempo. Es decir, se requer�a menos trabajo para producir el mismo nivel de producci�n. Cuando la competencia se volvi� m�s intensa, varios empresarios compitieron por los trabajadores m�s cualificados ofreci�ndoles mejores sueldos y una jornada m�s reducida. Los empresarios que no ofrecieron una semana de trabajo reducida estuvieron obligados, por la fuerza de la competencia, a compensar al trabajador con mayores sueldos o simplemente dejaron de ser competitivos en el mercado de trabajo.
La competici�n capitalista es tambi�n la raz�n por la cual haya desaparecido �el trabajo infantil� a pesar que los sindicalistas digan lo contrario. Los j�venes se iban de las granjas para ir a trabajar a las duras condiciones de las f�bricas porque era una mejor forma de supervivencia para sus familias y para ellos mismos. Pero a medida que los trabajadores empezaron a estar mejor remunerados �gracias a la inversi�n capitalista y consecuentes mejoras productivas� cada vez m�s gente se pudo permitir dejar a sus hijos en casa y llevarlos a la escuela. La regulaci�n sindicalista que prohib�a el trabajo infantil vino despu�s de que los ni�os dejaran de trabajar.
Adem�s, las leyes del trabajo infantil siempre han sido proteccionistas y han contribuido a que los j�venes perdieran su oportunidad para trabajar. Desde que el sindicalismo se opone al trabajo infantil, los sindicatos han recurrido al poder del estado para desproveer a los j�venes de su derecho a trabajar. En el Tercer Mundo, la alternativa al �trabajo infantil� es generalmente la prostituci�n, el crimen o el hambre. Los sindicatos de forma absurda proclaman su alta visi�n moralista imponiendo pol�ticas proteccionistas que inevitablemente llevan a esas consecuencias.
Los sindicatos, en las �ltimas tres d�cadas, tambi�n alardean de defender las regulaciones de la �Occupational Safety and Health Administration� (OSHA)[1]. El puesto de trabajo del empleado ha sido cada vez m�s seguro en el �ltimo siglo, pero no debido a las regulaciones sindicales, sino a la fuerza competitiva del capitalismo.
Un lugar de trabajo inseguro o peligroso es costoso para los empresarios porque han de pagar una compensaci�n a los trabajadores para atraerlos (mayor sueldo). Los empresarios, por lo tanto, tienen un poderoso inter�s econ�mico en mejorar y hacer m�s seguro el puesto de trabajo de sus empleados; especialmente en el sector industrial donde los salarios generalmente constituyen el principal coste total de ese factor. Adem�s, los empresarios han de reducir las p�rdidas ocasionadas por el coste del trabajo, ense�ando a trabajar a los nuevos empleados, y pagando las imposiciones estatales de cualquier accidente en el trabajo que el empleado tenga. Y eso sin mencionar las amenazas de los pleitos.
Las inversiones en tecnolog�a, desde el aire acondicionado para tractores a los robots usados en las f�bricas automovil�sticas, hacen tambi�n el puesto de trabajo m�s seguro. Pero muchas veces los mismos sindicatos se han opuesto a esta tecnolog�a con el Ludismo diciendo que las mejoras t�cnicas �destruyen los puestos de trabajo�.
Mises ten�a raz�n al decir que los sindicatos siempre han sido la principal fuente de propaganda anticapitalista. Pero desde que Mises escribi� La Acci�n Humana los sindicatos han estado tambi�n al frente de los grupos de presi�n haciendo aumentar las regulaciones e impuestos �del capital� a las empresas obstaculizado as� la econom�a de mercado. Estas imposiciones han hecho que todos, incluyendo los sindicatos, sean econ�micamente m�s ineficientes. La regulaci�n que se hace contra las empresas por parte de los diferentes �rganos estatales, regionales, locales y diferentes bur�cratas del gobierno constituyen un impuesto sobre la inversi�n de capital muy real que convierten las inversiones privadas en menos beneficiosas. Menos inversi�n de capital genera un declive en la productividad del trabajo, que a la vez, vuelve m�s lento el aumento de los sueldos y el nivel de vida.
Adem�s, menor productividad lleva a una bajada de la producci�n en la econom�a que genera precios m�s altos. De esta forma, menos productos son inventados y comercializados. Todo esto es da�ino para el bienestar econ�mico, incluso de aquellos a los cuales los sindicatos dicen �representar�. (Incre�blemente, hay algunos economistas que defienden que los sindicatos son buenos para la productividad. Pero si eso fuera cierto, las empresas los contratar�an en lugar de gastarse millones de d�lares evitando el sindicalismo).
Mises tambi�n apunto que cuando los negocios est�n m�s regulados, las decisiones empresariales se basan de forma creciente en la conformidad de los mandatos del estado que no en los beneficios. Los sindicatos contin�an reclamando m�s regulaciones empresariales para vivir de ellas intentando convencer al trabador �y sociedad� que �la empresa es el enemigo�. Esa es la raz�n por la cual, como ya dijo Mises, los sindicatos siempre han sido anticapitalistas. Los trabajadores necesitan ser protegidos �del enemigo� gracias a los sindicatos.
Sin embargo, la substituci�n de beneficios por burocracia s�lo reduce los beneficios econ�micos de todos. El resultado final es otra vez una reducci�n en la productividad de las inversiones, y consecuentemente se llevan a cabo menos inversiones. As�, los salarios disminuyen gracias al rechazo de la propaganda sindicalista. Los dirigentes sindicalistas bien remunerados pueden mantener sus trabajos y privilegios expandiendo ese tipo de propaganda pero, en realidad, s�lo est�n da�ando a aquellos que pagan sus cuotas sindicales enriqueciendo al sindicalista profesional con su sueldo.
Publicado originalmente en Jorge Val�n (Espa�a)
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