Usualmente -y no sólo los profesionales de los medios- quien se abandera de las "políticas públicas" de controles de precios se imagina a sí mismo como una especie de Robin Hood o un Ché Guevara con un kalashnikov repartiendo "justicia social" desde las alturas de su imaginaria "altura moral", cree que el expresar una demanda de "control de precios" lo ha elevado en el "imaginario colectivo" a una especie de salvador de la patria.
Pero la realidad termina pinchando los egos más inflados, reduciendo al salvador de la patria a la pequeñez de un papanatas promedio.
Jamás, en toda la historia económica, en cualquier sociedad en cualquier parte el mundo, jamás han funcionado los controles de precios, cuarenta y tres siglos de historia económica lo atestiguan. El gobernante que ha creado controles de precios o también denominados precios oficiales, sólo ha arruinado economías, creado mercados negros, desarrollado mecanismos de corrupción y originado escasez artificial de productos.
Expliquemos un poco. La economía en realidad no es una ciencia de números o gráficos enigmáticos, y aunque su estudio exige una buena dosis de investigación histórica, de elaboración de teorías más o menos plausibles y últimamente más interrelación con campos diversos como la neurociencia y la biología, los fundamentos de la economía como la ley de la oferta y la demanda sí están al alcance de un profesional de la comunicación. De hecho, uno puede encontrarse con que alguna humilde vendedora del mercado posee rudimentarios pero acertados conocimientos sobre las leyes de la oferta y la demanda.
Por ejemplo, un vendedor de papas podría enseñarle al periodista-pretendiente-a-Robin-Hood que cuando existe una mala cosecha el precio de la papa tiende a subir y que por el contrario, si una cosecha es muy buena, la abundancia tiende a reducir el precio. El mismo vendedor podría enseñarle al periodista que sin embargo la papa es más apreciada en la sierra y es allí donde el precio es mejor porque los serranos valoran más la papa y eso incide en el precio hacia el alza, en la costa la papa es menos apreciada y son más valoradas las yucas y los maduros, por ende el precio de la papa es menor en la costa, o al menos así sería si la papa se cosechase a la misma distancia de una ciudad costera que en la sierra. El mismo análisis puede realizarse sobre cualquier producto en el mercado y el resultado será siempre el mismo: a mayor demanda mayor el precio y a menor demanda menor el precio, pero la demanda está influída por las valoraciones que hacen los individuos sobre un bien, esto último es muy importante.
Pero lo que se les escapan a ciertos periodistas, son los resultados nefastos de los controles de precios.
Cuando un gobierno introduce un precio obligatorio mínimo o máximo a cualquier producto, primeramente está cometiendo una arbitrariedad regulando sobre asuntos que no son de su incumbencia, pues es el dueño de un bien el único que puede fijar un precio de venta a su propiedad. En segunda instancia, cualquier precio oficial y su control correspondiente incluye sanciones para los infractores, lo cual implica una penalización a un ciudadano pacífico sobre una acción legítima como es colocar un precio a su producto, sin embargo, con frecuencia tales funcionarios son sobornados para impedir sanciones cuando lo legítimo es que estas sanciones no deberían existir al igual que cualquier contro, de precios. En tercer lugar, dependiendo de la severidad y condiciones del mercado, el control de precios genera mercados negros en donde se negocian los productos que desaparecieron de los estantes debido a que negociarlos "legalmente" supone una pérdida para el productor. Un mercado negro es una mala situación, pues es el lugar ideal no solo para vender producción legítima sino también productos de dudosa calidad y potencialmente perjudiciales para la salud como licores falsos o adulterados, sólo por citar un ejemplo.
El precio de un bien fijado a un tope máximo tenderá de hecho a aumentar de precio en el mercado negro mientras que el producto desaparece de los estantes en el mercado "legal". ¿La razón? simple, el gobierno ha desincentivado de fabricar a los productores un producto que vendido legalmente les causaría una pérdida, el gobierno ha creado además una situación de riesgo (el temor a ser confiscado o multado) que los comerciantes sólo asumirán con una compensación mayor reflejada en un aumento del precio.
El precio de un bien fijado a un tope mínimo tenderá por el contrario a subsidiar a ciertos productores, quienes dejarán de ser competentes y proveerán un bien o servicio de menos calidad a un precio artificialmente alto perjudicando al consumidor en calidad y falta de competencia empresarial, ya que el productor ya no necesita ser eficiente para lograr exactamente lo mismo que lograría un completo incapaz pero con una producción artificialmente protegida por el gobierno.
Así que la economía en realidad trata sobre las valoraciones y acciones que hacen las personas sobre bienes, así como de cualquier otro aspecto de la vida. Vemos entonces que la economía real, no el bodrio keynesiano (que probablemente una generación posterior lo reclasificaría como mala ciencia o técnica de fraude a gran escala) se basa en valoraciones que hacen los individuos sobre bienes, servicios y cualquier otro aspecto sobre la base de la información de la que disponen, influyendo sobre las leyes de la oferta y la demanda. Trabar el sistema de oferta y demanda con regulaciones, impuestos y controles de precios sólo arruina la economía, crea oportunidades de corrupción, pone en riesgo la salud de los consumidores, frena la competitividad empresarial y genera más problemas que los que pretende solucionar. Si bien los políticos son los que suelen cometer la estupidez de imponer controles de precios, bien podemos agradecer a ciertos periodistas y medios por repetir mediocremente la necesidad de tales controles.