El telescopio, que dejó de funcionar hace un año, tomó más de 2,7 millones de imágenes en las que aparecen diferentes tipos de objetos celestes, desde asteroides cercanos hasta lejanas galaxias. Los científicos han estado procesando los datos (más de 15 billones de bytes enviados por el observatorio en órbita) hasta lograr el atlas completo, del que se había presentado un avance que cubría aproximadamente la mitad del cielo. El mapa del Wide-field Infrared Survey Explorer (Wise) aporta también un catálogo de las propiedades infrarrojas de los 560 millones de objetos individuales recogidos. La mayoría son galaxias y estrellas (en igual proporción unas y otras) y muchas de ellas no se habían visto antes, explican el Jet Propulsión Laboratory (en California), responsable de esta misión.
La astronomía de infrarrojo explora objetos y procesos fríos del universo. También el Sol emite en esta longitud de onda, pero sobre todo lo hace en luz visible. Pero también es la astronomía de lo oculto, dicen los científicos, porque hay muchos lugares del universo velados por nubes densas de polvo y gas que interceptan la luz visible pero que dejan pasar la infrarroja, por lo que esas nubes se convierten en transparentes para los telescopios de este rango. El Wise no fue el primero ni mucho menos, y ni siquiera el único en el espacio y no hay que olvidar, en los últimos años el Spitzer (también de la NASA), y el Herschel (de la Agencia Europea del Espacio), pero se diseñó precisamente para hacer un barrido completo del cielo, más que para centrarse en objetos concretos.
Con información de El País (España)