El debate sobre el consumo de azúcar sigue ahí. Cada vez que salen nuevos estudios sobre una dieta con o sin azúcar este se reaviva. Como ejemplo, el reciente y polémico estudio publicado en la revista Nature, centrado en el potencial tóxico de este producto, que ha vuelto a poner en primera página los riesgos por el excesivo consumo de este producto.
Este estudio, recogido por
Consumer, recoge datos del consumo medio de azúcares en forma de refrescos por cada ciudadano estadounidense: unos 216 litros de refresco al año, con un contenido medio de un 58% de azúcar. Esto se traduce en un consumo superior a 600 Kcal diarias procedentes de los azúcares, más del doble del consumo que se estima
en España. En una dieta normocalórica de unas 2.000-2.200 Kcal, supondría el 30% del total de las calorías procedentes de los azúcares, solo de los refrescos, sin contar el resto de alimentos dulces que pueden formar parte de la alimentación cotidiana del individuo. Los expertos se pronuncian hacia un límite inferior en el consumo de azúcares procedentes de alimentos o bebidas procesadas, que no supere el 10% de las calorías totales de la dieta.
El consumo elevado y mantenido de azúcares afecta a la salud humana más allá de las calorías que proporciona a la dieta. La fructosa, uno de los azúcares más usados por la industria alimentaria, puede desencadenar procesos que conducen a la toxicidad hepática y al desarrollo de diversidad de enfermedades crónicas, como las coronarias. Incluso la Asociación Americana de Diabetes y la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) alertan de que ingestas elevadas de fructosa pueden derivar en complicaciones metabólicas como dislipemias, gota, resistencia a la insulina y un aumento de las reservas de grasa en los órganos.
Noticia publicada en 20 Minutos (España)