Piezas de avión, de automóviles, calzado, joyería e incluso prótesis de cadera o mandíbulas son algunos de los artículos que puede crear una impresora de tres dimensiones. Esta tecnología se empezó a usar hace unos diez años en la fabricación de prototipos de productos para ver cómo iban a funcionar antes de comenzar la producción a gran escala. Pero ha sido en los dos últimos años cuando se ha aplicado con más frecuencia en distintos ámbitos.
Muchas empresas han adoptado la impresión 3D como una parte importante del proceso de diseño. Y es que su funcionamiento es similar al de una impresora normal. El precio de estos sistemas de impresión no es aún asequible para todos los bolsillos, pero se espera que con el paso de los años esté a disposición de todo el que quiera comprarlo.
En un nuevo estudio, publicado en el último número de la revista «Science», investigadores del Instituto de Tecnología de Georgia han descubierto una técnica con la que será posible imprimir una televisión tan fina y flexible como una hoja de papel.
Hasta el momento, el sistema 3D funcionaba mediante la inyección de electrones. Éstos requerían de conductores, generalmente de calcio, magnesio o litio, pero eran químicamente muy reactivos, por lo que se oxidaban y dejaban de funcionar en el momento que se exponían al oxígeno y a la humedad. Por ello, las células solares y las televisiones, por ejemplo, debían ser recubiertas con una barrera rígida y gruesa, como vidrio u otros materiales que les impedían ser más delgadas. «En la investigación hemos descubierto una técnica universal para reducir la función de trabajo de un conductor. Extendimos una capa muy delgada de un polímero, aproximadamente de unos 10 nanómetros de espesor, sobre la superficie del conductor para crear una superficie sólida, que serviría como envoltura», explica Bernard Kippelen, director del Centro de Tecnología de Georgia y autor de la investigación. «Y observamos que la interacción volvía estable a los conductores, evitando que se oxidaran y dejaran de funcionar al contacto con el oxígeno y la humedad como ocurría antes, –prosigue Kippelen–, por lo que creemos que este descubrimiento puede allanar el camino hacia la aparición de dispositivos más flexibles y con un menor coste».
Un paso hacia el futuro
«Este descubrimiento ofrece un gran potencial, ya que podría dar lugar a sistemas como televisiones superdelgadas, libros reconfigurables o trajes camaleónicos», comenta Pedro Gómez, catedrático de la Univesidad Politécnica de Madrid.
El descubrimiento puede simplificar los requisitos de empaquetado y reducir aún más el espesor de la base orgánica que envuelve los aparatos. «Los nuevos dispositivos son la base de las tecnologías del futuro y esto permitirá crear televisores tan delgados y flexibles como una hoja de papel», argumenta Kippelen.
«La batalla de la tecnología hasta ahora era encontrar un material que garantizara la supervivencia de las láminas que recubren los sistemas internos, que proporcione gran luminosidad a baja energía y que sea lo suficientemente flexible como para adaptarse a diferentes formas y superficies», explica Gómez.
La supervivencia de los primeros sistemas que se generen con este formato será efímera. «Habría que compaginar flexibilidad y adaptabilidad a formas y patrones volumétricos no planos con capacidad de aislamiento frente a la oxidación y humedad, –explica Gómez–, pero la nanotecnología de carbono seguro que ofrecerá soluciones que garanticen estas cualidades mecánicas y de barrera química». Según Gómez, «las ventajas son muchas y las desventajas pocas, pero seguro que el precio será muy alto y su duración inicial muy baja. Aunque con el paso del tiempo la creación y los costes materiales, disminuirán los precios». «Como todo en tecnología, es cuestión de tiempo, –prosigue–. Gordon Moore, cofundador de Intel, imaginó en una viñeta en 1965 que los computadores se venderían en los supermercados, junto con la fruta y los cosméticos, y vemos que esto ha llegado a las grandes superficies en cuestión de unos años».
Además, los investigadores han conseguido construir con el mismo sistema células solares completamente plásticas. «Este material es más órganico y además se puede producir a un coste menor que las convencionales de silicio cristalino», finaliza Kippelen.
Noticia publicada en La Razón (España)