Según ha explicado a Efe el investigador del CSIC en el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA) Cristóbal Galbán, la investigación partió de la medición de los contaminantes presentes en el aire y en el agua durante la campaña que les llevó desde Islandia hasta el Polo Norte para estudiar el transporte atmosférico de contaminantes.
"Nosotros estudiamos el intercambio de los contaminantes entre el aire y el agua", teniendo en cuenta el papel del fitoplancton o microalgas presentes en el océano, debido a su gran capacidad para captar contaminantes y "secuestrarlos".
Durante el estudio, que forma parte de la contribución española al Año Polar Internacional, los investigadores comprobaron que el trayecto de Islandia hasta el Polo Norte estaba dominado siempre por las mismas masas de aire.
Sin embargo, observaron cómo según se iban acercando a zonas polares, las concentraciones en el aire eran menores.
"Vimos que las microalgas, al estar secuestrando activamente los compuestos contaminantes, bajaban la concentración de estos compuestos en el agua y, de esta manera, el agua tenía capacidad para absorber más contaminantes e incrementar el intercambio entre el aire y el agua" ha señalado el investigador del CSIC Jordi Dachs, del IDAEA.
"Esto sucede porque estos contaminantes son poco solubles en el agua y tienden a acumularse en el fitoplancton y en las partículas de materia orgánica oceánicas. Una parte de estas partículas se deposita en el fondo oceánico, limpiando así el océano superficial de contaminantes orgánicos persistentes, lo que favorece que se incremente la deposición por intercambio entre el aire y el agua", ha indicado Galbán.
El papel de las microalgas secuestrando contaminantes -un proceso conocido como bomba biológica- se había modelizado "pero hasta ahora nadie lo había visto in situ en zonas polares", ha subrayado.
La "bomba biológica oceánica" genera, así, una elevada deposición de contaminantes en las zonas del Atlántico Norte que rodean al Ártico, favorecida por las bajas temperaturas.
Galbán ha destacado que en el Ártico la biomasa de fitoplanctón es elevada. Además, estos contaminantes tienden a acumularse aún más en organismos cuando las temperaturas son bajas, lo que hace a los ecosistemas polares especialmente sensibles a estos contaminantes, que afectan a las poblaciones inuit y a la fauna ártica.
Los investigadores creen que las conclusiones de este trabajo -que será publicado en el próximo número de la revista Nature Communications- permitirán mejorar los modelos de estudio actuales de transporte y efectos de contaminantes orgánicos persistentes, ya que estos modelos no consideraban relevante el proceso de la bomba biológica oceánica.
La parte experimental de este estudio fue realizada durante la campaña oceánica ATOS-I, a bordo del BIO Hespérides, como parte de las actividades del Año Polar Internacional.
Publicado por Noticias Terra (España)