En la segunda parte del experimento las tortugas fueron puestas en un charco, donde pudieran sumergir la cabeza. Cosa que hacían repetidamente por periodos de 100 minutos.
Calcularon la excreción de la urea por la boca al medir cuanto de este compuesto químico se acumulaba en el agua. Los resultados mostraron que era 50 veces más alta a comparación con la que era expulsada por los conductor urinarios.
Para comprobar los científicos inyectaron urea a las tortugas y midieron los niveles en la sangre y la saliva, encontraron que la saliva contenía 250 veces más urea que la sangre, así concluyeron que sumergían su cabeza para expulsar la urea por la boca.
De acuerdo a Yeun K. Ip, autor principal del artículo del estudio, este comportamiento puede tratarse de adaptación a su entorno, ya que al vivir en aguas salobres y no poder excretar las sales, la expulsión por la boca parece la mejor opción para deshacerse de la urea.
Noticia publicada en El Mañana (México)