Marie siempre hab�a desde�ado las precauciones que ella misma impon�a estrictamente a sus disc�pulos. Apenas se somet�a a los ex�menes de sangre que eran norma obligatoria en el Instituto del Radio.

Estos an�lisis mostraron que su f�rmula sangu�nea no era normal, pero eso no le preocup� gran cosa. Durante treinta y cinco a�os hab�a estado manejando el radio y respirando el aire viciado de sus emanaciones, y durante los cuatro a�os de la guerra se hab�a expuesto frecuentemente a las radiaciones, todav�a m�s peligrosas, de los aparatos de rayos Roentgen. Un peque�o trastorno de la sangre, y algunas quemaduras dolorosas en las manos, no eran, al fin y al cabo, un castigo demasiado severo si se ten�a en cuenta el n�mero de riesgos que hab�a corrido.

Marie no le dio importancia a una ligera fiebre que finalmente comenz� a molestarla; pero en mayo de 1934, v�ctima de un ataque de gripe, se vio obligada a guardar cama. Ya no volvi� a levantarse. Cuando al fin fall� su vigoroso coraz�n, la ciencia pronunci� su fallo: los s�ntomas anormales, los extra�os resultados de los an�lisis de sangre, que no ten�an precedente, acusaban al verdadero asesino: el radio.

El viernes 6 de julio de 1934, a mediod�a, sin discursos ni desfiles, sin que estuviera presente ni un pol�tico, ni un solo funcionario p�blico, Madame Curie fue enterrada en el cementerio de Sceaux, en una tumba inmediata a la de Pierre Curie. S�lo los parientes, los amigos y los colaboradores de su obra cient�fica, que le profesaban entra�able afecto, asistieron al sepelio.