Hipatia aparece por primera vez en la literatura europea en el siglo XVIII, en la Ilustraci�n, utilizada como instrumento en las pol�micas religiosas y filos�ficas.
En 1720, John Toland, protestante, publica un largo ensayo hist�rico sobre Hipatia, o la historia de una dama de gran belleza, virtud y sabidur�a, a la que contrapone �el orgullo, la envidia y la crueldad del arzobispo�. La r�plica viene de Thomas Lewis que, tambi�n sin muchos matices, escribe La historia de Hipatia, una desvergonzad�sima maestra de Alejandr�a, en defensa de san Cirilo.
Tambi�n Voltaire en 1736 explota la figura de Hipatia para manifestar la repugnancia que le inspiran la Iglesia y la religi�n revelada. En un estilo similar al de Toland, escribe Examen importante de milord Bolingbroke o la tumba del fanatismo. Hipatia es asesinada, seg�n Voltaire, porque cree en los dioses helenos, las leyes de la naturaleza racional y la capacidad de la mente humana liberada de dogmas impuestos.
Las versiones reduccionistas de Toland y Voltaire sobre Hipatia marcan la g�nesis de una leyenda que mezcla verdad y falsedad. Si hubieran consultado sus fuentes antiguas con m�s perspicacia, habr�an detectado en ellas una personalidad mucho m�s compleja. Esta �v�ctima de la superstici�n y de la ignorancia� no s�lo cree en el poder redentor de la raz�n; tambi�n busca a Dios a trav�s de la revelaci�n religiosa. Por encima de todo, Hipatia es testaruda, posee una gran delicadeza moral, y defiende el ascetismo tanto como los cristianos dogm�ticos que Voltaire y otros presentan como implacables enemigos de �la verdad y el progreso�.
Influido por la Ilustraci�n, el brit�nico Edward Gibbon elabora la leyenda de Hipatia en su obra magna Historia de la decadencia y ca�da del Imperio romano (1776). Su representaci�n encaja perfectamente con su teor�a seg�n la cual la consolidaci�n del cristianismo es la causa principal de la ca�da de la antigua civilizaci�n.
Plat�n y Afrodita
Hipatia se convertir� tambi�n en el siglo XIX en un personaje literario. El franc�s Charles Leconte de Lisle publica dos versiones de un poema titulado Hypatie, una en 1847 y otra en 1874. La admiraci�n de este autor por la excelencia de los griegos y las ideas hel�nicas acerca del mundo sobrenatural tambi�n aparece en una breve obra dram�tica, Hipatia y Cirilo (1857). En ella encontramos la misma nostalgia rom�ntica por la Grecia antigua, donde la gente viv�a en armon�a con la belleza de la naturaleza divinizada y en conformidad con las ense�anzas de sus fil�sofos: la misma nostalgia que resuena en los poemas de H�lderlin, en los cl�sicos del �humanismo de Weimar� y en las obras de los neohel�nicos ingleses.
Los poemas de Leconte de Lisle se admiran y se leen mucho en el siglo XIX; y la imagen de una Hipatia enamorada de las formas ideales del mundo visible �en contraste con las esferas cerradas del cristianismo r�gidamente dogm�tico de Cirilo� ha sobrevivido hasta nuestros d�as. Incluso en la actualidad tendemos a asociar la figura de Hipatia con el verso de Lisle �Le souffle de Platon et le corps d"Aphrodite� (el esp�ritu de Plat�n y el cuerpo de Afrodita).
Charles Kingsley, cl�rigo, novelista e historiador ingl�s, elabora su leyenda en un extenso libro titulado Hipatia o los nuevos enemigos con rostro antiguo (1853). Tiene forma de novela rom�ntica victoriana con un fuerte componente anticat�lico. Traducido a varios idiomas europeos, su liberal visi�n novel�stica de �la �ltima de los helenos� entretiene a muchos lectores de todo el mundo. Su retrato de Hipatia funciona como s�mbolo de una civilizaci�n que desaparece, como la �ltima v�ctima de la lucha por rescatar el perfecto mundo griego de armon�a, arte y metaf�sica, divinidad y materialismo, alma y cuerpo. Mucho m�s que las narraciones de los autores anteriores, el libro de Kingsley promueve y mantiene la idea de que con la muerte de la �ltima idealista del helenismo desaparecen los valores griegos.
M�rtir de la misoginia
En la segunda mitad del siglo XIX, los positivistas americanos y brit�nicos presentan a Hipatia b�sicamente como cient�fica, como la �ltima estudiosa del Oriente griego. As� J.W. Draper, cient�fico americano, considera a Hipatia una figura heroica en el conflicto entre dos poderes de la historia europea: el esp�ritu libre que busca la verdad en el mundo material frente a la religi�n supersticiosa (representada por la Iglesia) que esclaviza la raz�n.
De acuerdo con el esp�ritu de nuestra �poca, el italiano Carlo Pascal introduce en la tradici�n literaria de Hipatia un nuevo elemento, al presentar su muerte como un acto antifeminista.
En 1978 Mario Luzi publica el drama historicista Libro di Ipazia, en el que interpreta la muerte de Hipatia en t�rminos cristianos. Hipatia se sit�a muy cerca de Jesucristo, y su sacrificio se convierte en martirio.
Los fan�ticos que la asesinan no son los cristianos perversos retratados por Kingsley, sino los poderes siempre presentes del mal y el crimen, inherentes a cualquier multitud. Las estructuras definitorias y los conceptos de la Europa cristiana han florecido sobre la tierra fecunda de las convulsiones y dramas alejandrinos, gracias al sacrificio de Hipatia, a pesar del fanatismo y la desesperaci�n. La Europa cristiana es la consumaci�n del mundo antiguo. El drama de Luzi enriquece la escasa tradici�n de la presencia de Hipatia en la literatura cristiana.
En Alemania, la reciente novela hist�rica de Arnulf Zitelmann Hypatia ha alcanzado un gran �xito de p�blico. En el ep�logo el autor repite la afirmaci�n hecha por otros: �El ataque a Hipatia marca el fin de la Antig�edad�. Y a�ade: �Hipatia, la hija de Te�n, fue la primera m�rtir de la misoginia que m�s adelante llegar�a al frenes� con la caza de brujas�.
La idealizaci�n del paganismo
El execrable asesinato de Hipatia se ha trasformado a partir de versiones tendenciosas en un arma arrojadiza contra la Iglesia cat�lica. Lo que fue un asesinato fundamentalmente pol�tico se ha convertido en un atentado mis�gino y antipagano. Hipatia tampoco fue la �ltima pensadora pagana, pues, aparte de que m�s que pagana era neoplat�nica y no anticristiana �uno de sus principales disc�pulos fue el obispo Sinesio de Cirene�, el neoplatonismo sigui� floreciendo en Alejandr�a, y reverdecer�a en la cristiana Italia renacentista.
La sociedad grecorromana, profundamente esclavista, ha hecho grandes aportaciones a la historia de la cultura universal, pero no era el para�so de la libertad que con ingenuidad han presentado algunos autores renacentistas y rom�nticos. Precisamente el Renacimiento trat� de rescatar lo m�s valioso de una cultura en la que millones de personas sufrieron la esclavitud y los horrores de guerras emprendidas, en muchas ocasiones, por la simple ambici�n de alcanzar el poder.