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Hijo de alemanes, padre de austriacos

 
Carl Menger
Carl Menger
Imagen: Agencias / Internet
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Publicado: Martes, 31/8/2010 - 8:44

Por Juan Ram�n Rallo

Durante d�cadas, la opini�n casi un�nime de los arque�logos del pensamiento econ�mico era que la Escuela Austriaca hab�a nacido ex nihilo por obra y gracia de Carl Menger, un economista no s�lo desgajado del contexto intelectual de su �poca, sino incluso enfrentado a la corriente mayoritaria del momento, representada por la Escuela Hist�rica Alemana de Gustav Schmoller.

Sin duda, no faltaban razones de peso para llegar a esta conclusi�n. El que probablemente sea el mejor historiador del pensamiento econ�mico que haya existido jam�s, Joseph Schumpeter, escribi� en 1915, con motivo del 75 cumplea�os de Menger: "Como si hubiesen venido de otro mundo �sin explicaci�n y sin causa� Menger, B�hm-Bawerk y Wieser aparecieron en la escena econ�mica de aquella �poca". Schumpeter conoc�a en ese momento el terreno de primera mano, porque pocos a�os antes hab�a sido disc�pulo de Eugen B�hm Bawerk, a su vez disc�pulo de Menger. El paso de los a�os tampoco hizo cambiar a Schumpeter de opini�n, pues a lo largo de su vida reiter� este juicio en diversas ocasiones; por ejemplo en su libro de biograf�as de economistas, datado en 1952, puede leerse que "con autonom�a y grandeza cient�fica, el trabajo intelectual de Menger se presenta con un marcado contraste frente a su entorno. Sin estimulaci�n externa y desde luego sin ninguna ayuda, atac� el edificio en ruinas de la teor�a econ�mica".

M�s llamativo a�n es el caso del gran Ludwig von Mises, quien en su historia de la Escuela Austriaca se�ala textualmente que "sin duda, ninguno de sus profesores, amigos o colegas se interes� por los problemas que emocionaban a Menger. Cuando, poco antes de estallar la Primera Guerra Mundial, le pregunt� sobre las reuniones informales en las que participaban los j�venes economistas de Viena para discutir problemas de teor�a econ�mica, me coment�: 'Cuando ten�a tu edad, nadie en Viena se preocupaba por estas cosas'. Hasta finales de los a�os 70 del s. XIX no hab�a ninguna Escuela Austriaca. S�lo estaba Carl Menger".

El problema �y lo siento mucho por el gran Schumpeter y todav�a m�s por el a�n mayor Mises� es que este relato hist�rico es m�s falso que un duro sevillano. Desconozco las razones que llevaron a estos, por otro lado, honestos y ejemplares economistas a tergiversar de manera tan artera la historia del pensamiento econ�mico �aunque la hip�tesis m�s probable es la marcada germanofobia de ambos� pero despu�s del devastador art�culo de Erich Streissler sobre las influencias intelectuales de Carl Menger, resulta simplemente imposible seguir sosteniendo que el austriaco era algo as� como un outsider en su �poca. Menger, por el contrario, fue la culminaci�n hist�rica de toda una tradici�n econ�mica que hoy sabemos que abarcaba a la Escuela del Valor de Uso alemana (Gebrauchtwertschule) e incluso, tras los impagables descubrimientos de Gabriel Calzada, a toda una corriente de pensamiento que llega hasta nuestra Escuela de Salamanca (pasando por Francia, Escocia, Holanda e Italia).

Casi ninguno de los grandes hallazgos que se le atribuyen a Menger �la subjetividad del valor, la relaci�n real entre precios y costes, el origen evolutivo del dinero e incluso la utilidad marginal decreciente� es original suyo, sino que ya eran sobradamente conocidos en Alemania desde comienzos del s. XIX.

Tengamos en cuenta que la magnum opus de Menger en 1871, los Principios de Econom�a, fue desde un comienzo muy bien recibida en Alemania por cuanto encajaba a la perfecci�n con todo lo que se ven�a publicando y ense�ando en sus universidades desde hac�a 70 a�os. Es m�s, Menger en ning�n momento trata de ocultar esa deuda intelectual con sus precedesores alemanes, pues dedica sus Principios a Wilhelm R�scher, el economista alem�n m�s importante de la �poca; cita positivamente y con profusi�n a otros economistas alemanes como Hermann, Sch�ffle, Knies o Rau; y, de hecho, reconoce expl�citamente en el pr�logo que "el campo de estudio aqu� tratado ha sido, en su mayor parte, patrimonio com�n de los recientes avances de la econom�a pol�tica alemana".

Menger no lleg� a lo m�s alto de nuestra ciencia rebotando contra el vac�o, sino alz�ndose sobre hombros de gigantes; m�s bien, de otros gigantes como �l. Porque si algo no me gustar�a es que esta contextualizaci�n de la obra del austriaco desmereciera un �pice su monumental contribuci�n a la ciencia econ�mica. Menger fue un genio como pocos habr� tenido nuestra disciplina. Antal Fekete �probablemente el continuador m�s fiel del pensamiento mengeriano� ha llegado a afirmar que el austriaco se sit�a a la altura intelectual de Arist�teles dentro de la historia del pensamiento. Y, exagerado o no, lo cierto es que sus Principios de Econom�a siguen siendo, en palabras de otro enorme economista como Charles Rist, "la mejor introducci�n que se le puede dar a un joven economista para que aprenda las nociones b�sicas de la econom�a pol�tica".

El libro sistematiza, clarifica y engarza lo mejor de todos sus predecesores en un corpus que servir� de base para el ulterior desarrollo de la ciencia econ�mica. A trav�s del individualismo metodol�gico, es decir, tomando como punto de partido el individuo que act�a y toma decisiones, Menger va explicando c�mo los bienes econ�micos lo son en tanto instrumentos para satisfacer necesidades humanas; que la importancia de esas necesidades ser� la que determinar� su valor y su precio (y no el trabajo incorporado, como creyeron, entre muchos otros, David Ricardo y Karl Marx); que la importancia de las necesidades ser� progresivamente decreciente conforme aumente la cantidad de un bien (resolviendo la paradoja de por qu� los diamantes eran m�s caros que el agua siendo menos �tiles); que los intercambios se realizar�n a un precio que sea mutuamente beneficioso para las partes en funci�n de la importancia subjetiva que le asignen al bien intercambiado; que la producci�n de cada bien se estructura en una serie de etapas temporales �distinguiendo entre bienes finales o de consumo y bienes de orden superior� y en un ambiente de incertidumbre inerradicable en torno al resultado final donde, por tanto, el individuo puede equivocarse; que el valor y el precio (o coste) de los bienes econ�micos de orden superior depender� del valor y del precio del bien de consumo que contribuyan a producir (aun hoy se sigue creyendo ingenuamente que los precios dependen de los costes cuando es al rev�s); que no todos los bienes econ�micos ser�n igualmente vendibles en grandes cantidades (presentar�n diversos grados de lo que m�s tarde llamar� "liquidez"); y que mediante la b�squeda empresarial de medios que faciliten y aceleren los intercambios, el dinero evolucionar� de forma espont�nea en sociedad �sin necesidad de que lo imponga el Estado� a partir de los bienes m�s l�quidos (los que son m�s f�cilmente vendibles), siendo el caso paradigm�tico el del oro.

Aunque, como digo, muchas de estas ideas no eran nuevas, su unidad s� lo fue. Y por ello logr� un reconocimiento y una influencia generalizada que s�lo cabe lamentar que no fuera mucho mayor.

Pero ser�a injusto reducir los logros de Menger a sus formidables Principios de Econom�a. Tras la publicaci�n del libro, el economista austriaco se convirti�, primero, en el tutor personal del pr�ncipe Rudolf, el sucesor al trono del Imperio austroh�ngaro y, posteriormente, en uno de los dos p�giles de la c�lebre Methodenstreit o pol�mica sobre el m�todo en econom�a.

De las lecciones a Rudolf nos ha quedado una recopilaci�n de las transcripciones escritas que hizo el propio Rudolf y donde encontramos el lado m�s pol�tico del pensamiento de su tutor. Menger educ� al pr�ncipe en los principios del liberalismo, pero no de un liberalismo cualquiera, sino, en palabras de Streissler, a la saz�n editor de la recopilaci�n de las lecciones, "un liberalismo cl�sico de la m�s pura cepa que asignaba un papel al Estado incluso m�s reducido que el de Adam Smith". L�stima que Rudolf no gozara de la fortaleza psicol�gica suficiente como para hacer buen uso de la magn�fica formaci�n recibida.

De la pol�mica sobre el m�todo que libr� con �xito contra el historicista alem�n Gustav Schmoller hemos recibido la otra gran obra de Menger: La investigaci�n sobre el m�todo de las ciencias sociales, donde se analizan los distintos m�todos y enfoques que pueden d�rsele a la ciencia econ�mica en sus tres vertientes (teor�a econ�mica, historia econ�mica y econom�a aplicada). Menger considera que el m�todo ideal �siempre que pueda utilizarse� es el deductivo, por ser mucho m�s preciso, completo, riguroso y exacto que el inductivo. Esta valiosa semilla metodol�gica fue la que germin� en todo su esplendor en la praxeolog�a de Mises, una ciencia a priori de la acci�n humana y de la econom�a.

Concluida la Methodenstreit, Menger continu� preparando hasta su muerte una segunda edici�n de sus Principios de Econom�a bastante m�s ambiciosa y omnicomprensiva que la primera y donde se integraran algunas de las investigaciones sobre el dinero, el capital o el inter�s que segu�a desarrollando. Parte de su proyecto te�rico qued� inconcluso y s�lo pudo ser completado por economistas posteriores (especialmente por su disc�pulo B�hm-Bawerk). Pero otra parte muy importante fructific� en ricos hallazgos que se fueron publicando en art�culos sueltos �como una caracterizaci�n m�s precisa de la liquidez de los bienes seg�n la variaci�n de sus spreads de precios o su definici�n empresarial del capital� y que nunca fueron hilvanados coherentemente con el resto de su teor�a en esa tan esperada segunda edici�n de los Principios. Este fue motivo por el cual, y para desgracia de nuestra ciencia, esas nuevas aportaciones de Menger han ca�do en el olvido a la espera de que alguien las rescate.

Es curioso, pues, que m�s de un siglo despu�s de que Menger revolucionara la ciencia econ�mica, los economistas todav�a no le hayamos sacado todo el jugo posible a su obra. Pero precisamente por ello �porque no lo desarroll� todo y no todo lo que desarroll� fue perfecto�, generaciones sucesivas de economistas se han ido acercando a sus libros para ir enriqueciendo nuestra ciencia alrededor del coraz�n te�rico mengeriano. La obra de Menger no s�lo alcanz� fama universal, sino que, sobre todo, dio origen a la l�nea de pensamiento y al programa de investigaci�n econ�mico m�s realista y profundo de cuantos se hayan abierto hasta el momento: la Escuela Austriaca de Econom�a.

Publicado originalmente en Libertad Digital (Espa�a)

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