'Aqu�, en la selva cubana, vivo y sediento de sangre' frase del Che Guevara'
La m�quina de matar: El Che Guevara, de agitador comunista a marca capitalista
Por Carlos Alberto Montaner
Che Guevara, quien tanto hizo por destruir el capitalismo, es hoy una marca quintaesencial del capitalismo. Su imagen es adorno de tazas, mecheros, llaveros, carteras, gorras, pantalones vaqueros, sobres de infusiones y, por supuesto, esas omnipresentes camisetas con la fotograf�a tomada por Alberto Korda: el gal�n del socialismo, con gorra, en los primeros a�os de la revoluci�n, pasando casualmente por delante del visor del fot�grafo y quedando fijado en la imagen que, treinta a�os despu�s de su muerte, sigue siendo el logo del chic revolucionario.
Los productos Che son comercializados tanto por grandes corporaciones como por peque�os negocios, como la Burlington Coat Factory, que sac� un anuncio de televisi�n en el que un muchacho con pantalones militares llevaba una camiseta del Che. Los revolucionarios tambi�n se apuntan a este frenes� de la mercadotecnia: desde The Che Store, que cubre "todas tus necesidades revolucionarias" por Internet, hasta el escritor italiano Gianni Min�, que vendi� a Robert Redford los derechos cinematogr�ficos del diario que escribi� el Che en su viaje por Suram�rica en 1952. Por no hablar de Alberto Granado, que acompa�� al Che en ese viaje de juventud, trabaja como asesor de documentalistas y ahora lamenta, mientras consume vino de rioja y magret de pato en Madrid, que por culpa del embargo norteamericano contra Cuba le resulta dif�cil cobrar sus derechos de autor.
La metamorfosis del Che Guevara a marca capitalista no es nueva, pero la marca est� siendo objeto de una operaci�n de revival en los �ltimos tiempos, y se trata de un revival especialmente notable porque llega a�os despu�s del colapso pol�tico e ideol�gico de todo lo que Guevara representaba. Este �xito inopinado se debe fundamentalmente a Diarios de motocicleta, la pel�cula producida por Robert Redford y dirigida por Walter Salles. Hermosamente rodada en paisajes que han logrado evitar los efectos corrosivos del capitalismo contaminante, la pel�cula muestra al joven en un viaje de autodescubrimiento, cuando su incipiente conciencia social se topa con la explotaci�n social y econ�mica -sentando las bases para una reinvenci�n de nuevo cu�o del hombre al que Sartre un d�a calific� como el m�s completo de nuestra era.
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Es habitual entre los seguidores de una secta no conocer la historia real de la vida de su h�roe, la verdad hist�rica. No es sorprendente que los seguidores contempor�neos de Guevara, sus nuevos admiradores poscomunistas, tambi�n se enga�en aferr�ndose a un mito -excepto los j�venes argentinos entre los que cunde la expresi�n "tengo una remera [camiseta] del Che y no s� por qu�".
�Faro de la justicia?
Pensemos en algunas de las personas que han exhibido o invocado la imagen de Guevara como un faro de la justicia y la rebeli�n contra el abuso de poder. En L�bano, los manifestantes que protestaban contra Siria frente a la tumba del primer ministro Rafiq Hariri portaban la imagen del Che. Thierry Henry, un futbolista franc�s que juega en el Arsenal, apareci� en una gran fiesta organizada por la FIFA con una camiseta roja y negra del Che. En Stavropol, en el sur de Rusia, los manifestantes que denunciaban el pago en efectivo de ayudas sociales tomaron la plaza central con banderas del Che. En el campo de refugiados de Dheisheh, en la franja de Gaza, carteles del Che adornan un muro en el que se rinde tributo a la Intifada. Leung Kwok-hung, el rebelde elegido para el Congreso Legislativo de Hong Kong, desaf�a a Pek�n vistiendo una camiseta del Che. Y el caso m�s c�lebre, en la ceremonia de entrega de los Premios de la Academia de Hollywood de este a�o, Carlos Santana y Antonio Banderas interpretaron la canci�n de Diarios de motocicleta, y Santana apareci� con una camiseta del Che y un crucifijo. Las manifestaciones de la nueva secta est�n por todas partes. Una vez m�s, el mito est� animando a personas cuyas causas, en general, representan exactamente lo contrario de lo que era el Che Guevara.
No hay hombre que no tenga alguna cualidad que le redima. En el caso del Che, esas cualidades pueden ayudarnos a medir el abismo que separa la realidad del mito. Su sinceridad le condujo a dejar testimonio escrito de sus crueldades, incluyendo cosas verdaderamente horrendas, aunque no las m�s horrendas. Su coraje le llev� a que no viviera para asumir la responsabilidad por el infierno cubano. Un mito puede comunicar tanto acerca de una �poca como la verdad. Y as�, gracias a los propios testimonios del Che acerca de sus pensamientos y acciones, y gracias tambi�n a su prematura desaparici�n, podemos saber exactamente el grado de enga�o que muchos de nuestros contempor�neos tienen acerca de tantas cosas.
Puede que Guevara estuviera enamorado de su propia muerte, pero estaba mucho m�s enamorado de la muerte de los dem�s. En abril de 1967, hablando desde la experiencia, resum�a su idea homicida de la justicia en su Mensaje a la tricontinental: "El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa m�s all� de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fr�a m�quina de matar".
En otras ocasiones, el joven bohemio parec�a incapaz de distinguir entre la ligereza de la muerte como espect�culo y la tragedia de las v�ctimas de la revoluci�n. En una carta a su madre de 1954, escrita en Guatemala, donde fue testigo del derrocamiento del Gobierno revolucionario de Jacobo Arbenz, escribi�: "Fue muy divertido, con todas aquellas bombas, discursos y otras distracciones que romp�an la monoton�a en la que estaba viviendo".
La disposici�n de Guevara cuando viaj� con Castro de M�xico a Cuba a bordo del Granma queda reflejada en una frase de una carta a su mujer redactada el 28 de enero de 1957, poco despu�s de desembarcar, y publicada en su libro Ernesto: Memorias del Che Guevara en Sierra Maestra: "Aqu�, en la selva cubana, vivo y sediento de sangre".
En enero de 1957, como indica su diario de Sierra Maestra, Guevara mat� de un disparo a Eutimio Guerra porque sospechaba que estaba pasando informaci�n al enemigo: "Acab� con el problema con una pistola del calibre 32, en el lado derecho de su cerebro... Sus pertenencias ahora son m�as". Luego disparar�a a Aristidio, un campesino que expres� su deseo de abandonar la lucha cuando los rebeldes se trasladaran a otro lugar. Mientras se preguntaba si esta v�ctima en concreto "realmente era lo suficientemente culpable como para merecer la muerte", no le tembl� el pulso a la hora de ordenar el asesinato de Echevarr�a, hermano de uno de sus camaradas, por cr�menes no especificados: "Ten�a que pagar el precio". En otras ocasiones simulaba ejecuciones, aunque no las llevara a cabo, como m�todo de tortura psicol�gica.