Publicado en el Instituto Juan De Mariana
La base de las protestas ecologistas es casi siempre malthusiana. Los hombres siempre estar�amos consumiendo m�s de lo posible, con consecuencias desastrosas. Si Thomas Malthus puso su atenci�n en la producci�n de comida, que estar�a siempre por debajo de las necesidades humanas y, por tanto, limitar�a su crecimiento, los ecologistas modernos se han centrado en todo tipo de recursos, desde el petr�leo hasta la tierra cultivable.
Una de las �ltimas modas consiste en hacer un test para averiguar nuestra "huella ecol�gica". Seg�n uno de ellos, para mantener mi nivel de vida consumo 4,3 hect�reas (la media espa�ola ser�a de 4,7) y para que todos los habitantes de la Tierra pudieran vivir como yo har�an falta 2,4 planetas. Est� basado en una medida harto discutible que "traduce" todos los tipos de consumo a �reas, de modo que "ocupemos" no s�lo la zona en la que vivimos, sino el terreno necesario para darnos de comer, los recursos energ�ticos que consumimos e incluso el �rea de bosque necesaria para absorber el CO2.
No voy a preocuparme en discutir si la medida es buena o mala; parece bastante admitido que no es m�s que una aproximaci�n que, de hecho, no puede ser precisa. No deja de ser curioso, eso s�, como los ecologistas caigan y hagan caer en la gente una y otra vez en la misma falacia econ�mica, negando la posibilidad de un cambio tecnol�gico que, de hecho, sucede continuamente. Por ejemplo, la "revoluci�n verde" ha permitido multiplicar nuestra producci�n agr�cola incrementando el suelo cultivado en s�lo un 2% desde 1950. Sin embargo, si hubieran inventado esta medida de "huella ecol�gica" antes de los a�os 60, la producci�n alimenticia hubiera cubierto el n�mero de hect�reas necesarias para darnos de comer con la tecnolog�a agraria antigua. Hemos reducido de hecho nuestra huella en la alimentaci�n desde entonces comiendo cada vez m�s; la tecnolog�a lo ha hecho posible.
Lo mismo sucede con otros recursos como los energ�ticos. El enorme desarrollo que disfrutan China y la India ha producido, por ejemplo, un gran encarecimiento del petr�leo. Eso ha provocado que se comiencen a emplear fuentes cuya extracci�n no era anteriormente rentable, como las arenas bituminosas de Canad�, y las compa��as hayan buscado y encontrado otros lugares donde extraer petr�leo. Y es que, como argument� Julian Simon, las "reservas conocidas" no son m�s que la cantidad total existente en las zonas que han sido estudiadas y parecen prometedoras con las t�cnicas de extracci�n actual. As�, Exxon asegura que el abastecimiento est� asegurado hasta 2030 "y m�s all�".
Por �ltimo, hay que recordar que el precio es precisamente medida de, entre otras cosas, la escasez. En el momento en que cualquier recurso se hace relativamente escaso con respecto a la necesidad que tenemos de �l se encarece, reduciendo autom�ticamente nuestro consumo y oblig�ndonos a economizar. Se crea as� un enorme incentivo para que inventores y empresarios perge�en nuevos modos de hacer lo mismo empleando menos cantidad de ese recurso. Como dice el economista Jes�s Huerta de Soto, "el descubrimiento, por ejemplo, de un carburador que duplique la eficiencia de los motores de explosi�n tiene el mismo efecto econ�mico que una duplicaci�n del total de reservas f�sicas de petr�leo".
El concepto de huella ecol�gica se utiliza para atacar ideol�gicamente a las sociedades libres desde dos frentes distintos. Por un lado, olvidadas ya por absurdas las tesis marxistas de explotaci�n del proletariado y las leninistas de explotaci�n del Tercer Mundo (pues �ste ya ha demostrado en Asia que puede enriquecerse haci�ndose capitalista), ahora se impone el concepto de deuda ecol�gica; las sociedades pr�speras estar�an haci�ndose ricas a costa del planeta y de los pa�ses pobres, a los que estar�amos esquilmando sus recursos. Por otro lado, intenta imponer la idea de que nuestro desarrollo es imposible de sostener porque la Tierra no da m�s de s�, facilitando la imposici�n de medidas que lo coarten.
Evidentemente, cada uno es libre de hacer el test de su huella ecol�gica, preocuparse y reducir su consumo. No veo motivo alguno para censurar esa actitud; los bienes y servicios que nuestra sociedad provee no son obligatorios, que se sepa. El problema est� en que el ecologismo no s�lo pretende concienciarnos para que cambiemos nuestro modo de actuar, sino utilizar el Estado para que nos obligue a hacerlo, como ejemplifica el protocolo de Kyoto. Es ah� donde conceptos como la "huella ecol�gica" dejan de ser entretenidos esfuerzos moralistas basados en un concepto del mundo est�tico e irreal para convertirse en un peligro para nuestras libertades m�s b�sicas.