Con acuerdos para reducir aranceles, promover la inversi�n extranjera y tratados de libre comercio, M�xico ha desempe�ado un papel sumamente activo en materia de comercio exterior desde 1986, cuando se incorpor� al GATT. Pero sin duda alguna, el evento m�s trascendente ha sido la conformaci�n de un mercado com�n con Estados Unidos y Canad�, por medio del Tratado de Libre Comercio de Am�rica del Norte (TLCAN) que entr� en vigor en 1994.
Hoy, M�xico es el pa�s con mayor n�mero de tratados comerciales en el mundo (doce), lo que permite a sus ciudadanos tener acceso seguro y preferencial a 800 millones de personas en los mercados de 42 pa�ses en tres continentes. Gracias a ello, se ha convertido en la octava potencia comercial del mundo y la primera de Am�rica Latina, con una participaci�n de 38% en las exportaciones y 44% en las importaciones totales de la regi�n.
Expansi�n comercial. Durante 2006, el comercio internacional de los 105 millones de mexicanos ascendi� a $506.000 millones (60% de su PIB), una cantidad equivalente al valor de lo que produjeron las 145 millones de personas que habitan desde Guatemala hasta el Per�, pasando por Venezuela. Entre 1990 y 2006, M�xico multiplic� por seis sus exportaciones (de $41.000 a $250.000 millones), e increment� sus importaciones en m�s de 500 por ciento (de $42.000 a $256.000 millones). A�o con a�o, el comercio exterior se expande a un ritmo del 16%.
La apertura de las fronteras al comercio logr� diversificar e incrementar de manera sustancial nuestras exportaciones, al tiempo que benefici� enormemente a la poblaci�n en general, y a los m�s pobres en especial, al poner a su disposici�n mayor cantidad y calidad de productos y servicios a precios mucho m�s accesibles.
Inversi�n extranjera. Por su parte, la inversi�n extranjera directa, m�s de $19.000 millones, constituye cuatro veces el monto recibido en 1993. Desde entonces, dicha inversi�n ha crecido cada a�o m�s de 7% en promedio. Considerando la inversi�n extranjera directa captada en los �ltimos diez a�os, M�xico ocupa el cuarto lugar como receptor entre los pa�ses en desarrollo y el primero en Am�rica Latina.
En un principio los que se opon�an a la apertura atemorizaban a las personas predicando que las econom�as grandes acabar�an con las empresas nacionales y destruir�an muchos empleos mexicanos; y que terminar�amos perdiendo nuestra soberan�a. Lo que realmente sucedi� es que las empresas se han vuelto competitivas y la calidad y remuneraci�n del empleo ha mejorado. Los empleos que se perdieron en industrias que no pod�an competir se ganaron en otras debido a que la gente, despu�s de comprar bienes extranjeros m�s baratos, ten�a m�s dinero disponible para la adquisici�n de otros art�culos. Efectivamente, desde la entrada en vigor del TLCAN se han creado, en t�rminos netos, cerca de dos millones de empleos asociados a actividades de comercio internacional. De hecho, hoy en d�a, uno de cada dos empleos que se generan en M�xico est� asociado de alguna manera al comercio exterior y, por supuesto, casi nadie cree que hayamos perdido nuestra soberan�a.
La verdad es que M�xico pudo salir del estancamiento econ�mico cuando decidi� sacar al Gobierno de la actividad econ�mica y permitir que sus ciudadanos pudieran libremente intercambiar bienes con las personas de los pa�ses vecinos. La decidida apertura comercial adem�s de contribuir a reducir la inflaci�n y ordenar las finanzas p�blicas �pues �amarr� el compromiso de las autoridades mexicanas por la estabilidad y la conducci�n responsable de la pol�tica econ�mica� ha derivado en una profunda integraci�n econ�mica con sus principales socios, de forma tal que en los �ltimos 15 a�os, M�xico y su vecino del norte, Estados Unidos, han aumentado su producci�n en por lo menos 50 por ciento, y han experimentado una tasa de crecimiento anual del 3% en promedio. La modesta expansi�n econ�mica (otrora inexistente) ha reducido la proporci�n de hogares que vive en pobreza extrema de 25 a 17 por ciento, pues ahora las familias �y sus negocios� tienen acceso a m�s bienes y servicios, de mejor calidad y precio.
Proteccionismo contra los pobres. A pesar de la vasta evidencia que existe a su favor ��y uno de los mejores ejemplos es M�xico� el libre comercio es, a menudo, asociado con p�rdida de empleos, deterioro ecol�gico, injusta distribuci�n de la riqueza, p�rdida de identidad nacional. Con las m�s buenas intenciones y sentidos argumentos sobre el empleo y la soberan�a nacional, nuestros gobiernos distorsionan precisamente nuestras decisiones imponiendo grav�menes, cuotas comerciales, subsidios, permisos, regulaciones, tr�mites, controles de precios, tipos de cambio manipulados, candados a los capitales for�neos y hasta decretando como ilegal el comercio de ciertos bienes. En su af�n de �proteger la industria nacional y el empleo� terminan, en primer lugar, beneficiando con rentas extraordinarias a unos cuantos grupos bien organizados a costa del empobrecimiento de la mayor�a y, en segundo, generando un mayor desempleo en otras industrias que dependen de insumos comerciables. Pol�ticamente es una estrategia sumamente rentable: mientras los votos para el pol�tico populista son inmediatos, los costos para la poblaci�n se van distribuyendo en el tiempo.
Y es que cuando los empresarios y los intelectuales piden al gobierno proteger cierta industria, lo que en realidad est�n pidiendo es que los pobres subsidien a los ricos o a los incompetentes. Nuestra limitada visi�n comercial, aderezada con arrogancia pol�tica, impide percatarnos de que las barreras a la importaci�n y las dem�s trabas al comercio nos empobrecen a todos: consumidores, que disponen de menos productos y m�s caros; exportadores, que enfrentan una paridad cambiaria desfavorable, y productores nacionales, que enfrentan insumos encarecidos y la competencia de un mercado negro. En s�ntesis, el proteccionismo reduce el bienestar de todos.
Los resultados positivos del libre comercio en M�xico est�n a la vista de todo el mundo. El bienestar econ�mico es la recompensa de haber ampliado la libertad y la dignidad de las personas. Los pol�ticos latinoamericanos deber�an tener la suficiente humildad para reconocer que no son los pa�ses quienes comercian, sino las personas, y que las personas pueden hacer con sus cosas lo que les venga en gana.
Publicado en IEEP (Ecuador)