En la izquierda europea, los que se adaptan mal a los �xitos de la econom�a de mercado siguen esperando, en su fuero interno, una gran ruptura revolucionaria. �Y si Marx, en el fondo, ten�a raz�n? Incluso en Estados Unidos, la izquierda en campa�a electoral acoge esta �crisis� con cierto j�bilo; le es indispensable que con George W. Bush todo vaya mal, sobre todo cuando Irak va mejor. Para los medios de comunicaci�n, que en todo el mundo adoran las cat�strofes, para los analistas cuyo anticapitalismo y antiamericanismo constituyen un fondo de comercio, la ralentizaci�n estadounidense es tambi�n un chollo. M�s all� de este revoltijo ideol�gico, intentemos volver de nuevo al principio de realidad y distinguir lo que la ciencia econ�mica nos ense�a claramente.
En primer lugar, y nos guste o no, el sistema capitalista -deber�a m�s bien llam�rsele econom�a libre- se ha vuelto infranqueable para nuestra �poca. Obviamente, este sistema es imperfecto porque refleja la naturaleza humana, muy imperfecta en s� misma. Pero la econom�a de mercado ha demostrado su eficacia superior contra los incendios del sistema comunista y sus derivados que, entre 1960 y 1990, causaron estragos en tantos pa�ses pobres. Se recordar� que, desde la universalizaci�n de la econom�a libre, el planeta se desarrolla a un ritmo medio anual del 5 por ciento. Esta cifra no es abstracta: la econom�a libre ha aproximado Europa Central a Europa Occidental, y, en estos �ltimos veinte a�os, ha sacado a 800 millones de personas de la pobreza absoluta en India, en China y en Brasil. Que el crecimiento de Estados Unidos se ralentice en un uno por ciento o en un dos por ciento es importante, pero hay que saber relativizar lo que no es m�s que un sobresalto coyuntural en la escena mundial.
Es verdad que se debe conceder una importancia especial al crecimiento estadounidense porque, a pesar de la ret�rica recurrente sobre su decadencia, Estados Unidos sigue siendo la locomotora del crecimiento mundial: la innovaci�n en Estados Unidos, as� como el consumo y el ahorro de los estadounidenses, determinan el dinamismo de Europa, de China o de Brasil. �Se le reprochar� esto a Estados Unidos? �O a Europa, cuyo mercado no siempre est� unificado y donde un exceso de Estado siempre asfixia la innovaci�n?
�Est� realmente enferma esta econom�a estadounidense, cuya salud, buena o mala, es tan contagiosa? Un an�lisis justo de la situaci�n econ�mica debe basarse en la distinci�n esencial entre la tendencia de fondo y la coyuntura. La tendencia estadounidense que, desde hace un siglo, determina la tendencia mundial es del orden de un tres por ciento anual: gracias a la tendencia de fondo, la riqueza estadounidense se mantiene en un tercio de la riqueza mundial, a pesar del auge de China, Europa o India. La perturbaci�n actual no parece encaminada a afectar a la tendencia de fondo, porque �sta se apoya en unas ventajas fundamentales: el liderazgo de la innovaci�n, la seguridad jur�dica de las inversiones, un sistema fiscal favorable a la creaci�n de empresas y el d�lar como moneda de las reservas. Estas ventajas fundamentales siguen siendo estables y no tienen competencia. A esta tendencia hist�rica se incorporan fluctuaciones que no son crisis. Una crisis afecta al sistema en s� mismo; as� ocurri� en 1930. Pero una fluctuaci�n en el sistema no es una crisis.
En el siglo XX, Estados Unidos sufri� dos crisis aut�nticas: en 1930, porque el Banco Central de Estados Unidos cometi� el error de suspender el cr�dito. En 1973, porque Jimmy Carter aplic� la err�nea teor�a keynesiana de reactivaci�n por medio de la demanda y no hizo m�s que generar inflaci�n y desempleo. Pero desde hace 35 a�os, las fluctuaciones ya no han degenerado nunca en crisis: los gobiernos estadounidenses (dem�cratas y republicanos) aprendieron de sus errores pasados. Desde entonces, el Banco Federal cumple con su funci�n alimentando las demandas de cr�dito, pero no demasiado, de forma que no provoca inflaci�n. Por su parte, el Congreso concede algunas rebajas de impuestos, cuyo objetivo principal es calmar a la inquieta opini�n p�blica. La experiencia y la ciencia econ�mica nos ense�an que la mejor manera de librarse de una crisis exige no intervenir demasiado y dejar que el mercado purgue sus excesos.
�Qu� excesos? Cualquier econom�a de mercado est� basada en el principio que se conoce como destrucci�n creativa: los empresarios innovan, pero no todas las innovaciones, t�cnicas o financieras, son coronadas por el �xito. Se comprob� en el a�o 2000, con la burbuja de internet. Actualmente, asistimos a otra depuraci�n: el mercado selecciona entre las innovaciones financieras �tiles para el progreso econ�mico y otras que no lo son. Si bien es probable que el p�nico actual en los mercados haya estado provocado por una mala gesti�n de los cr�ditos inmobiliarios, en Estados Unidos y en otros pa�ses, no se debe llegar a la conclusi�n de que el capitalismo financiero y la creaci�n de nuevos instrumentos, llamados derivados, son un error. La complejidad creciente de los mercados financieros permite repartir un n�mero mayor de riesgos entre un n�mero mayor de inversores; gracias a esta distribuci�n de los riesgos, un n�mero mayor de empresarios puede aventurarse a realizar un n�mero mayor de innovaciones. Los errores ser�n corregidos por el propio mercado. Al final de esta destrucci�n creativa, algunas empresas desaparecer�n, otras nacer�n, se desplazar�n algunos empleos y el crecimiento volver� a encontrar el ritmo adecuado.
Este ciclo cruel resulta atemorizador: explicar que, a la larga, es en general positivo, no tranquiliza a los individuos directamente afectados. Pero en los momentos dif�ciles es cuando conviene defender la econom�a de mercado e ilustrar sus principios. En per�odos de fluctuaci�n, corresponde a los periodistas, a los pol�ticos y a los expertos explicar la realidad en lugar de sembrar el p�nico. As� pues, no deber�a llamarse recesi�n a lo que es una ralentizaci�n del crecimiento.
�Quiere decir esto que el Estado es in�til para el buen funcionamiento del capitalismo? Ciertamente no: donde no hay Estado, el capitalismo no funciona. El Estado es el garante de las reglas del juego y el asegurador de �ltimo recurso. Especialmente en la tradici�n europea, es indispensable que las pol�ticas p�blicas faciliten las reconversiones de un oficio en otro o de una empresa en otra.
Pero cuando el Estado se opone a la destrucci�n creativa, se vuelve peligroso. En el siglo XX, todas las crisis econ�micas aut�nticas, el estancamiento, la inflaci�n y el desempleo masivo fueron originados por Gobiernos incoherentes. No hay crecimiento sin Estado, pero los Estados por s� mismos son capaces de destrozar el crecimiento: en todas las naciones, el progreso avanza por este camino tan estrecho.
Publicado originalmente en ABC (Espa�a)