Con el motivo del 100 aniversario de la publicación de la obra del economista austríaco Ludwig von Mises, "La teoría del Dinero y del Crédito", el catedrático de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Jesús Huerta de Soto, fue invitado ayer por la Fundación Rafael del Pino para dar una ponencia sobre un tema de gran actualidad: "Las crisis financieras".
Bajo el título "Crisis financiera, reforma bancaria y el futuro del capitalismo", dio una clase magistral a todo el auditorio sobre las causas y las consecuencias de los ciclos económicos, así como de las medidas que se deben aplicar para salir de ellos.
¿Qué nos ha llevado hasta aquí?
Lejos de lo que comúnmente se piensa, el origen de la crisis no se halla en una falta de regulación, sino que se encuentra en un exceso de ella. El profesor Huerta de Soto, explicó que el trasfondo de todo está en el incumplimiento sistemático de los principios generales del derecho por parte de las entidades financieras al no respetar un coeficiente de caja del 100% y adueñarse, atentando contra el derecho de propiedad, básico de una economía de mercado, del dinero de sus clientes.
Este hecho, ya ha sido denunciado a lo largo de la historia por millones de economistas y juristas desde que los escolásticos españoles del siglo de oro se dieran cuenta de que los nuevos préstamos que concedían los banqueros con cargo a los depósitos de sus clientes, era dinero que pasaba a formar parte de la masa monetaria y pervertía la información de los precios que servía para el cálculo económico de los empresarios y la coordinación de los agentes que intervenían en el mercado. Huerta de Soto, además, avisó de que tal acción supone varios delitos penales tales como el de apropiación indebida o estafa.
No obstante, aunque los argumentos jurídicos sean contundentes, los economistas de las dos principales corrientes modernas (Keynesianos y Monetaristas) no han sabido apreciar las consecuencias económicas que se generan de ello. Huerta de Soto afirmó que su agujero teórico principal se basa en desconocer la teoría del capital de Eugen Böhm Bawerk. El éxito de la misma está en observar la economía como un proceso dinámico por etapas y no un conglomerado de agregados macroeconómicos que describen una realidad estática.
La Escuela Austríaca de Economía, de la que es máximo exponente mundial el profesor Huerta de Soto, sí aplica los conocimientos de Bawerk para estudiar el mercado, y por lo tanto es capaz de ofrecer una imagen más nítida y precisa de lo que ocurre cuando se da una expansión crediticia a partir del dinero creado de la nada por las entidades bancarias y orquestada por un banco central que mantiene los tipos de interés artificialmente bajos.
El nuevo dinero puesto en circulación en forma de préstamos acciona tres mecanismos que el profesor Huerta de Soto explicó con gran detalle. El primero de ellos es el incremento del valor actual de la corriente futura de flujos de caja de los bienes de capital como causa de la bajada de tipos de interés, dando a entender a los empresarios que la preferencia temporal de la sociedad ha disminuido y por tanto se puede encaminar hacia proyectos de inversión más alejados de la etapa de consumo final y más capital intensivos.
El segundo es la disparidad entre los beneficios de las empresas de las distintas etapas. Así, el de las más alejadas del consumo se incrementa y el de las más cercanas se reduce. Y por último, el denominado "efecto Ricardo", que consiste en que al reducirse los precios de los bienes de consumo, suben los salarios reales y entonces incentivan a los empresarios para sustituir la mano de obra por bienes de capital.
Estos tres mecanismos ensanchan y alargan la estructura de producción de la sociedad, que sería sostenible, si se hubiera hecho con ahorro real y no con dinero creado de la nada. Los tipos de interés al no reflejar la preferencia temporal en la expansión crediticia de tipo intervencionista, origina que, por un lado, mientras los empresarios están invirtiendo en procesos cada vez más complejos, por el otro, los consumidores están demandando más productos. Es decir, se están llevando a cabo proyectos de inversión erróneos y los beneficios obtenidos son tan ficticios que según vienen en la época de auge, se van en la época de recesión con la misma intensidad. El profesor Huerta de Soto sentenció: "En la burbuja se produce una descoordinación generalizada" de todos los agentes económicos.
Crisis y recesión
Tarde o temprano el crédito cesa y el precio de los bienes de consumo se incrementan más rápido que el de los de capital como consecuencia de que el ahorro no era real y los tipos de interés no representaban la preferencia temporal de los agentes. Es por tanto que se producen los tres efectos antes descritos de forma inversa. Además, el mercado ha logrado descubrir los errores de descoordinación y se desencadenan otras tres fases. La primera, una crisis financiera. De la noche a la mañana todo el sistema bancario se vuelve insolvente debido a que sus activos han disminuido su valor hinchado y el pasivo sigue conservado la misma cantidad de deuda. La segunda etapa es la recesión económica en la que los agentes se percatan de su error, luchan por salvar lo poco que puedan y por reorientar sus recursos hacia nuevas actividades productivas, y comienzan a tomar medidas para desapalancarse y saldar sus deudas. Y por último, la tercera etapa, que consiste en una crisis presupuestaria en la que los políticos deben rebajar el nivel de gasto público para ajustarse también a las nuevas circunstancias.
¿Cómo salimos de esta?
Jesús Huerta de Soto llamó al optimismo indicando que la crisis es una situación en la que se descubren los errores y se empiezan a subsanar. Es el inicio de la recuperación si las fuerzas políticas no lo impiden. Por lo tanto, indicó que "el secreto para salir de la crisis es dejar a los mercados libres". La flexibilidad y las facilidades de reajuste a las nuevas circunstancias deben ser la clave. Y en cuanto a la economía financiera, los bancos centrales deben ser abolidos y se debe establecer el coeficiente de caja del 100%. Además, de cara a garantizar la estabilidad de la moneda, también abogó por volver al patrón oro.
En cuanto al problema de la deuda pública el profesor propuso una medida que de forma parecida ya expresó el economista norteamericano Irving Fisher en el siglo pasado. Ésta, sería monetizar los depósitos de los clientes de las entidades financieras y hacer la operación con cargo a la deuda pública que tienen en su haber. Estos títulos se cancelarían y se obligaría a los bancos a mantener los depósitos a la vista sin encaje alguno.
Noticia publicada en Intereconomía (España)