Hace exactamente 160 a�os, la madrugada del 17 de octubre de 1849, Federico Chopin mor�a en un apartamento del barrio parisino de la Plaza Vend�me a causa de la tuberculosis que se le hab�a detectado hac�a m�s de una d�cada. No hab�a llegado a los 40 a�os de edad, pero s� hab�a conseguido cambiar para siempre la historia de la m�sica, gracias a su virtuosismo para la interpretaci�n al piano y un estilo po�tico en su m�sica: libertad para experimentar, armon�a, ritmo, melod�a y simetr�a, todos elementos afines al conocimiento cient�fico y las matem�ticas, que en este aniversario de Chopin nos invitan a revisar las fronteras y los puntos de contacto entre m�sica y ciencia.
Federico Francisco Chopin (originalmente: Fryderyk Franciszek Chopin) nace en 1810 dentro de una mansi�n se�orial cercana a la ciudad de Varsovia, en Polonia, a donde hab�a llegado de joven su padre Nicol�s Chopin, emigrado de Francia para buscar fortuna. Y lo consigui�, trabaj� como tutor para varias familias de la aristocracia polaca y se cas� con una joven arist�crata que tocaba el piano, Justyna Krzyznowska, a la saz�n, madre de Federico. As� que Chopin se cri� en una familia en la que cada miembro de ella contaba con alg�n talento, a la madre pianista hay que sumarle que el padre tocaba el viol�n y la flauta. El peque�o Federico recibi� sus primeras instrucciones de un tutor a partir de 1816, cuando contaba con seis a�os de edad, y al a�o siguiente ya ofrec�a conciertos, despertando los halagos de la cr�tica que comenz� a compararlo con Mozart cuando era ni�o, as� como con Beethoven. Entonces Chopin es uno de esos casos en que �xito aparece en la infancia del h�roe en cuesti�n: antes de los 15 a�os ya es un reconocido int�rprete en los c�rculos de la burgues�a de Varsovia y pronto conquista al exigente p�blico de Viena. A los 16 a�os ingres� al Conservatorio de Varsovia, donde estudi� teor�a musical y composici�n siendo calificado como �de extraordinario talento�. Pronto llega a Par�s y se relaciona con personalidades del mundo de la m�sica como Gioacchino Rossini, Luigi Cherubini, H�ctor Berlioz, Henrich Heine y, especialmente, con Franz Liszt. Chopin cuida y pule sus composiciones con detallada obsesi�n: a lo largo de 10 a�os logra convencer a los franceses de su genialidad musical y se presenta con rotundo �xito en todos los escenarios, acumula una considerable fortuna acompa�ada de una inseparable fama, al grado de que Aurora Dupin, la mujer que se escond�a bajo el c�lebre seud�nimo masculino de George Sand, decide enamorarse de aquel joven de 26 a�os que compon�a �m�sica digna de los dioses�. Sin embargo, por esas mismas fechas Federico Chopin es diagnosticado con tuberculosis y George Sand asume el cuidado de Chopin como una misi�n a la cual dedicar su vida, �necesito sufrir por alguien�, dicen que dijo.
M�sica y genialidad
A la sombra de la vida de Chopin surge una pregunta: �cualquier persona puede llegar a ser un gran m�sico si se esfuerza lo suficiente? A partir del siglo XX algunos investigadores de neurociencias han orientando sus trabajos hacia las relaciones entre �genialidad� y m�sica, interesados por la manera en que el cerebro puede ser estimulado para realizar sus actividades (registrar, organizar e interpretar informaci�n) a partir del ejercicio musical. Y es que llama la atenci�n el hecho de que las genialidades de la ciencia tambi�n se desenvuelvan con soltura en el campo musical, como podemos confirmar en conocidas listas que incluyen a los siguientes: Galileo Galilei era hijo de un m�sico, as� que desde peque�o aprendi� a tocar el �rgano; William Herschel, el gran astr�nomo ingl�s que descubri� Urano en 1783, se dedicaba originalmente a la m�sica y trabaj� durante varios a�os como director de peque�as orquestas; el celeb�rrimo Albert Einstein era amante de tocar el viol�n (aunque se sabe que no lo hac�a muy bien); los padres de la f�sica cu�ntica, Max Planck, Werner Heisenberg y Niels Bohr, eran destacados pianistas, y m�s recientemente tenemos a Richard Feynman, quien era un aventajad�simo int�rprete de bong�.
Tambi�n es posible rastrear otros ejemplares casos en tiempos m�s remotos: Leonardo da Vinci dedica sus d�as y sus a�os a probar; proyecta veh�culos para la guerra, puentes m�viles para los ej�rcitos, m�quinas que deber�an alzar el vuelo; compra clandestinamente cad�veres para abrirlos y conocer directa, �ntimamente, el cuerpo humano, sus sistemas vitales. De esas experimentaciones surgen dibujos preciosos y precisos en un ejercicio que roza la pr�ctica m�dica en el estudio de la anatom�a. Desatendiendo cualquier tipo de clasificaci�n disciplinaria, Leonardo se ejercita con pericia en la pintura a partir de su gusto por las matem�ticas, en el dibujo basado en su inter�s por la anatom�a. Pero Da Vinci tambi�n escribe: �la m�sica es la m�s sublime y la m�s libre de todas las artes�.
M�sica y cerebro
Se trata, pues, de nombre relevantes en la historia de la ciencia (de la cultura). �Coincidencias o la m�sica es el camino a la genialidad? Habr�a que ser m�s cautos, desde luego, y distinguir entre un gusto por la m�sica, la dedicaci�n a �sta como un pasatiempo, y un talento propiamente dicho. O corremos el riesgo de caer en lo que Sergio de R�gules describe como �la p�ldora de la inteligencia� a ra�z de que en los a�os 90 el gobernador de Georgia, en Estados Unidos determin� que si los beb�s escuchaban m�sica de Mozart se volv�an m�s inteligentes, por lo que decret� una ley para que en las guarder�as de esa regi�n los menores a dos a�os pasen una hora diaria de sus incipientes vidas oyendo a don Wolfgang Amadeus. Aquel supuesto �Efecto Mozart� -�hace falta decirlo?- no tiene ning�n sustento, pero el origen del desliz se localiza en un estudio publicado en la revista Nature firmado por Gordon Shaw y Frances Rauscher de la Universidad de Wisconsin, quienes evaluaron la capacidad de un grupo de estudiantes universitarios para ordenar secuencias temporales y percibir relaciones espaciales, antes y despu�s de haber escuchado m�sica de Mozart. Un experimento tan curioso como incompleto.
El inter�s de la ciencia por la m�sica radica en su valor como expresi�n art�stica aut�nticamente universal, en el sentido de la no necesidad de una explicaci�n por parte del autor o ejecutante, que nuestro cerebro no procesa igual al lenguaje oral o escrito. Se trata, pues, de un lenguaje especial en el que la mec�nica, la ac�stica, la bioqu�mica, la psicolog�a, la fisiolog�a o las neurociencias est�n �ntimamente relacionadas. Sergio de R�gules, m�sico, f�sico y divulgador cient�fico, sugiere que �las investigaciones acerca de la neurofisiolog�a de la m�sica seguramente ayudar�n a dar respuesta al enigma evolutivo.�
Publicado completamente en La Jornada de Jalisco (M�xico)