Para empezar, el simple hecho de tener una sola definici�n de inteligencia ya es controversial, ya que �sta se puede describir desde la �ptica puramente biol�gica, psicol�gica o social y antropol�gica. Sin lugar a dudas, la capacidad de entender y asimilar informaci�n, y la de elaborar y utilizar nueva informaci�n es un proceso tan din�mico y complejo que dif�cilmente existe un solo mecanismo que lo explique. Adem�s, hay que considerar los procesos que determinan los niveles de percepci�n y almacenamiento de la informaci�n referentes a la experiencia y la memoria sin dejar de lado otros procesos como el del aprendizaje y comunicaci�n.
�C�mo evolucionaron todos estos mecanismos que hoy nos parecen tan naturales? Charles Darwin, en su libro sobre la descendencia del hombre, aborda este problema comparando la complejidad de las emociones, la capacidad mental, la inteligencia y los instintos del hombre y otros animales, y entre grupos humanos de diferentes partes del mundo. Darwin trataba de demostrar que los caracteres del hombre proven�an en gran medida de sus ancestros y que estos cambios se dieron de manera gradual a lo largo de la historia evolutiva del hombre.
La evoluci�n del cerebro se puede analizar en funci�n de la evoluci�n del tama�o del cr�neo en los hom�nidos. Si asumimos como v�lido el linaje evolutivo Homo habilis (surgido hace 2.4 a 1.6 millones de a�os), Homo erectus (1.6 millones a 300 mil a�os) y Homo sapiens (nosotros o la mayor�a de nosotros), como la l�nea evolutiva que dio origen al hombre, entonces podemos analizar y comparar diferentes caracteres para entender esta evoluci�n. El tama�o del cr�neo se relaciona con la evoluci�n de otras partes del mismo cr�neo y con otras partes del cuerpo. Por ejemplo, en la l�nea evolutiva que acabamos de describir no s�lo cambia la capacidad craneana, sino la proporci�n con las mand�bulas y la dentadura. Estos caracteres juntos pueden conformar un cr�neo con las mand�bulas y los dientes muy pronunciados como ocurre con los primates, o un cr�neo en donde la frente y las mand�bulas se encuentran en el mismo plano como en los humanos. Lo mismo sucede con respecto a la relaci�n entre el tama�o del cr�neo y el tama�o de otras partes del cuerpo como el t�rax o la longitud de los brazos o piernas. Estas relaciones de medidas entre las partes son muy importantes porque tambi�n reflejan el funcionamiento o el comportamiento de un organismo. Por ejemplo, brazos muy largos en proporci�n al cuerpo indican el modo de caminar y su capacidad para trepar �rboles, o una pelvis muy ancha en relaci�n con el tronco puede estar asociada al sexo en adultos por la funci�n reproductiva de las mujeres o hembras en animales.
El volumen del cr�neo es un indicador de la capacidad del cerebro. En los primates, el tama�o del cerebro es mucho mayor en relaci�n con su masa corporal con respecto al de otros mam�feros. Es decir, considerando la relaci�n entre el tama�o del cuerpo y del cerebro, los primates y particularmente el hombre presentan un cerebro de una talla mucho mayor a la esperada. Esto sugiere que en la evoluci�n de los primates, la talla del cerebro aument� en mayor proporci�n que otras partes del cuerpo. De hecho, observaciones en hom�nidos revelan un crecimiento de la capacidad craneana de cerca de cuatro veces en los �ltimos 4 millones, de 450 cent�metros c�bicos en los autralopitecos hasta mil 400 cent�metros c�bicos en el hombre moderno.
De acuerdo con Leslie C. Aiello y Peter Wheeler, dos cient�ficos ingleses, hay dos periodos en los que el cerebro se expande de manera importante, uno que coincide con la aparici�n de las primeras especies del g�nero Homo (hace aproximadamente 2 millones de a�os), y el segundo periodo cuando aparece el Homo sapiens y el cerebro alcanza la talla actual. Estos cient�ficos proponen que el crecimiento del tama�o cerebral tiene una relaci�n importante con la capacidad de ingerir alimentos de alta calidad. Es de esperarse que una especie del g�nero Homo cuyo cerebro sea mayor en relaci�n con el cuerpo, desarrolle estrategias de alimentaci�n de mejor calidad que las de un australopiteco.
Observaciones de la dentadura y utensilios de los hom�nidos sugieren que el g�nero Homo incorpor� a su dieta alimentos blandos como tub�rculos, bulbos, carne y otros productos animales, en relaci�n con los alimentos m�s duros que inger�an los autralopitecos. El tipo de dieta se relaciona con la proporci�n del tracto gastrointentinal. El consumo de alimentos de mayor calidad tiende a disminuir la masa de dicho tracto. En el hombre moderno hay una reducci�n importante de este tracto en relaci�n con el del chimpanc� y los australopitecos, por lo que se piensa que la evoluci�n del cerebro ocurri� a expensas de la reducci�n de otro sistema como el digestivo. A su vez, el mantenimiento de una dieta de alta calidad implic� el desarrollo de habilidades m�s complejas pudiendo seleccionar as� a individuos con cerebros m�s desarrollados.
El mantenimiento del cerebro humano es un proceso altamente costoso en cuestiones de energ�a, pues a pesar de que representa 2 por ciento del peso del cuerpo, requiere de 20 por ciento de la energ�a corporal. El 75 por ciento de dicha energ�a se utiliza en la transmisi�n de se�ales entre las neuronas que facilitan toda una gama de redes neuronales que permiten que se den distintas funciones en el cuerpo humano.
De acuerdo con los neurocient�ficos, lo m�s relevante para el desarrollo del funcionamiento del cerebro no es s�lo su tama�o, sino su complejidad. El aumento en el tama�o cerebral que acabamos de describir se debe principalmente al desarrollo de la neocorteza o corteza cerebral, que es la parte visible del cerebro cuando se ve desde fuera al eliminar el cr�neo. En los primates la neocorteza est� doblada en una serie de circunvoluciones o surcos, necesarios para acomodar su gran superficie debajo del cr�neo. En el hombre moderno la neocorteza y sus conexiones ocupan 80 por ciento del volumen cerebral. Desde un punto de vista simplista la funci�n b�sica de la corteza cerebral es la de sensar y procesar la informaci�n para formular una respuesta motora acorde. Sin embargo, funciones complejas como el lenguaje, involucran regiones espec�ficas de la corteza, como es el caso del �rea de Broca en la porci�n frontal izquierda de la corteza cerebral. Lo que es a�n m�s interesante es que no todas las �reas del cerebro se han desarrollado proporcionalmente. Por ejemplo, la corteza frontal ubicada en la parte anterior del cerebro y que se encarga de las funciones complejas en los primates se desarroll� de forma dram�tica en relaci�n a la corteza visual, ubicada en la parte posterior del cerebro.
Publicado completo publicado en La Jornada (M�xico)