Pero la energ�a nuclear produce escalofr�os, a pesar de que es la menos contaminante, porque sus residuos duran mil a�os. Sin embargo, en un pueblo de Francia se construye un coraz�n de deuterio y tritio que, como Prometeo, quiere robar el fuego de los dioses. Se llama Iter y su historia es apasionante. Es la energ�a del ma�ana.
En 1950, los cient�ficos rusos Igor Yevgenyevich Tamm y Andrei Sarajov, inspirados por una idea original de Oleg Laurentiev, inventaron la �fusi�n fr�a�. Cinco a�os antes, el mundo hab�a experimentado las primeras bombas at�micas y las superpotencias empezaron una pavorosa carrera por conocer m�s sobre las fuentes del �tomo y su aprovechamiento civil y militar.
Hasta el descubrimiento de Tamm y Sajarov, la base de las explosiones termonucleares consist�a en la ruptura de los �tomos de hidr�geno a partir del bombardeo con otras part�culas, lo cual, como si fueran las fichas de un domin�, desataba la conocida y mort�fera reacci�n en cadena. Era la fisi�n nuclear.
Usada con fines pac�ficos, esa reacci�n en cadena controlada pod�a calentar agua, producir vapor y mover turbinas que a su vez generaban electricidad. El mundo empez� a llenarse de centrales nucleares que supon�an una forma barata y casi ilimitada de crear energ�a, sin depender de otras fuentes que alg�n d�a pod�an escasear como el petr�leo o el gas. Sin embargo, el accidente sufrido por la central de Chernobil en 1986, en la antigua Uni�n Sovi�tica, cuyos efectos produjeron la muerte de miles de personas y la expansi�n de procesos cancer�genos, alertaron al mundo sobre esta terrible forma de energ�a que, para colmo, produc�a unos residuos que no se apagaban en un milenio. Existe hasta un videojuego t�trico sobre las criaturas siniestras a que legendariamente dieron lugar las radiaciones contaminantes de aquel f�retro nuclear.
Desde entonces, a la humanidad se le erizan los pelos cada vez que oye hablar de la energ�a nuclear. Es verdad que se est�n construyendo centrales nucleares m�s seguras, m�s peque�as, m�s potentes y m�s baratas, pero la cuesti�n sigue siendo la misma: �qu� hacemos con unos residuos que permanecen activos durante siglos en piscinas de hormig�n? �Y si vuelve a estallar el n�cleo de una central at�mica?
La fusi�n fr�a
Volvamos al principio de esta historia. Los cient�ficos rusos Sajarov y Tamm hab�an inventado en 1950 el Tokamak. La exacta pronunciaci�n en ruso es toroidal"naya kamera v magnitnykh katushkakh es decir, c�mara toroidal en espirales magn�ticas. Para ser m�s claros, era una c�mara que produce un campo magn�tico en forma de donut para confinar all� el plasma, es decir, la nube de electrones libres. El aparato actuaba como un domador de leones, pero en este caso se trataba de domar part�culas, las mismas que se escapan a velocidades y cantidades prodigiosas durante los experimentos at�micos. Lo llaman fusi�n fr�a.
Tras construirse varios tokamaks experimentales, en 1968 los cient�ficos rusos lograron inducir una serie de explosiones termonucleares producto de la fusi�n de �tomos sin que se produjera otra cosa que energ�a de forma estacionaria. Eso era el primer paso de una nueva fuente de energ�a m�s natural y de gran poder, pues en lugar de romper el n�cleo de los �tomos, como hac�an las centrales at�micas, un�an diferentes �tomos, lo cual era como imitar el comportamiento de sol.
Animados por su descubrimiento, los rusos comunicaron su hallazgo a la comunidad cient�fica y a la Agencia de Energ�a At�mica, diciendo que hab�an conseguido producir temperaturas de hasta un mill�n de grados Celsius, cosa que no fue cre�da ni por brit�nicos ni por norteamericanos. Sin embargo, poco despu�s, siguiendo las indicaciones de los rusos, se pudo reproducir las condiciones del tokamak y en efecto, se demostr� que los rusos ten�an raz�n.
Precisamente la tecnolog�a del tokamak es la que est� detr�s de uno de los proyectos m�s ambiciosos de la humanidad: el ITER, el Reactor Experimental Termonuclear Internacional.
La clave del futuro energ�tico
El aparato s�lo existe ahora en la mente de algunos cient�ficos locos, pero ser� una realidad despu�s dentro de 10 a�os y de 10.000 millones de euros. Se est� construyendo en la ciudad francesa de Cadarache. Producir� unos 500 megawatios, su periodo de vida durar� veinte a�os, pero, sin duda, har� realidad la ciudad autosostenible, no contaminante, benigna e ilimitada. No ser� la ciudad del Sol de Campanella, que era m�s bien un ensayo social, sino la Heli�polis de J�nger, aut�noma, independiente y poco contaminante.
El proyecto se sostiene con la financiaci�n de la Uni�n Europea, Jap�n, Estados Unidos, India, Corea, Rusia y hasta China. Son pa�ses que consumen gran cantidad de energ�a y que temen que tarde o temprano se agoten las fuentes naturales de energ�a a base de combustibles f�siles como el petr�leo.
A partir del 2016, el ITER fusionar� n�cleos de deuterio y tritio para formar un n�cleo de helio, pero liberando neutrones de alta energ�a. Se estima que puede producir temperaturas cercanas a los 100 millones de grados, y la �nica forma de confinarlos en un plasma estable es a trav�s del tokamak, ese invento ruso que puede ser la salvaci�n de la humanidad.
Algunos grupos ecologistas denuncian el proyecto porque piensan que es tan contaminante como cualquier central nuclear y que es incluso m�s peligroso.
�Y qu� es el CERN?
El proyecto ITER se une a otro gigantesco experimento que es el CERN, el acelerador de part�culas m�s grande de mundo, que se est� terminando de construir en Suiza y que ocupa un di�metro de 27 kil�metros. El acelerador pretende emular las condiciones que dieron lugar al Big Bang, la te�rica explosi�n que tuvo lugar en el primer segundo de la historia del universo. Los cient�ficos piensan que el CERN puede ayudar a entender el comportamiento de las part�culas y dar pistas sobre la investigaci�n de la f�sica de altas energ�as.
Ambos, ITER y CERN, proyectos que se llevan lugar en Europa, pueden suponer volver a la vanguardia de la investigaci�n cient�fica en el continente que cre� el mito de Prometeo, aquel semidi�s que rob� el fuego de los dioses para d�rselo a los hombres.
Articulo publicado en El Manifiesto (Espa�a)