Se tiende a pensar que el lenguaje es la característica principal que diferencia al ser humano del resto de animales aunque, cada vez más, muchos investigadores se empeñan en demostrar que simplemente se trata de una manifestación más, y que no es el rasgo fundamental del que se puede inferir la inteligencia porque hay otros muchos seres vivos que muestran una actitud inteligente a pesar de no usar palabras.
«Lo verdaderamente interesante es ver qué hay en común a todo eso, qué es aquello que está detrás de todas esas manifestaciones lingüísticas o no lingüísticas que son de interés para los investigadores», según explica el profesor titular de Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Murcia, Francisco Calvo.
En su opinión, «lo que interesa es, por ejemplo, comprender cómo los animales en general, incluidos los humanos, se muestran competentes ante situaciones que previamente no hemos vivido, ante algo totalmente nuevo a lo que nunca han sido expuestos».
Y plantea que «es normal ser competente para aquello en lo que se ha entrenado, pero ¿cómo es posible ser buenos ante situaciones que no se han visto con anterioridad y, para las cuales, nunca se ha podido entrenar?». La respuesta a esa pregunta se esconde en la capacidad de generalizar, lo que en relación al lenguaje supone buscar una explicación a cómo alguien puede entender frases que nunca ha oído antes simplemente porque las palabras que las componen pertenecen a un idioma que sí se conoce.
En ese sentido existen dos teorías contrapuestas: el modelo nativista y el modelo empirista. Mientras el primero defiende la existencia de una codificación genética que otorga al hombre la capacidad de desarrollar el lenguaje, el segundo expone que se nace sin conocimiento y todo se induce del entorno.
Dos teorías
En defensa de la teoría empirista, el profesor Calvo dirige un proyecto nacional de I+D+i en el que colabora con Aarre Laakso, quien desarrolla su labor en la Universidad de Michigan, en Estados Unidos. Para esta investigación han trabajado con ejemplos artificiales muy básicos con el fin de controlar exactamente qué tipo de información está explotando el sujeto.
En términos generales, el grupo intenta descubrir si la información del entorno es tan rica que es suficiente como para que los humanos puedan inferir y generalizar o si, por el contrario, en el entorno la información no es tan rica, por lo que se necesitan recursos innatos. El objetivo de los investigadores de la Universidad de Murcia es probar experimentalmente cómo de rico o cuánta información puede haber en el entorno que permita a un ser vivo aprender la tarea. Explica Francisco Calvo que basan sus trabajos en la «idea de que el ser humano puede aprender reglas que le permiten generalizar, y es entonces cuando se manifiesta competente ante ese tipo de novedades». Pone como ejemplo las conjugaciones verbales: «Nunca se estudian todos los verbos, sino que se estudian formas canónicas a partir de las cuales se generaliza la norma».
El trabajo, que se publicó en 2011 en la revista "Cognitive Science", se ha llevado a cabo utilizando programas de ordenador que simulan el proceso de adquisición de la gramática y han sido creados modelizando datos experimentales recogidos por investigadores de la Universidad de Harvard.
El grupo de la UMU pone en entredicho una serie de estudios publicados en la revista "Science" que trataban de demostrar que los humanos, ya desde bebés, siguen unas reglas abstractas a la hora de adquirir una gramática artificial. En ese artículo se describía un experimento en el que a un grupo de niños se le mostraban conjuntos de sílabas ordenados de una forma determinada, y se demostró que aun cambiando el tipo de sílaba, si el orden se mantenía, a los bebés no les parecía algo extraordinario; en cambio, tanto en sílabas conocidas como desconocidas si el orden les era completamente nuevo, el conjunto les llama más la atención.
«Para aprender un lenguaje hay que prestar atención, entre otros, a dos aspectos fundamentales: la segmentación del habla y la inducción de las estructuras gramaticales», como señala Paco Calvo, quien explica que «se tiene en cuenta que el cerebro es muy plástico y puede modificar sus conexiones ante la estimulación del medio por lo que, como el entorno lo esculpe, lo convierte en receptivo ante el tipo de irregularidades estadísticas que se presente. Es decir, que se puedan generar o inducir distintas abstracciones sin seguir una regla explícita».
De tal forma que «no se memorizan reglas, sino que se infieren después de haber sido expuestos a un número suficientemente grande de ejemplares. La regla es el resultado final».
En definitiva, del trabajo que han hecho con adultos se desprende que efectivamente las unidades léxicas, la segmentación del habla, se puede conseguir por la pura información estadística del medio y que la inducción de la gramática debe explicarse mediante un mecanismo algebraico. Lo que indica la existencia de un modelo dual compuesto por un mecanismo estadístico (que apoya la idea de que hay sílabas que suelen ir seguidas más a menudo de otras y esa regularidad permite aprender un idioma) acompañado del seguimiento de reglas gramaticales.
Datos desde Harvard
Para demostrar su teoría, partiendo de los datos recogidos en Harvard, se generaron modelos capaces de simular generalizaciones sin haber recibido previamente ninguna regla. Por lo que lo que «si sin meter reglas el modelo es capaz de generalizar, entonces demuestra que lo ha conseguido estadísticamente ya que, por definición, los modelos estaban programados para trabajar siendo sensibles a la estructura estadística, lo que los convierte en una prueba empírica y fiable», en palabras del profesor Calvo.
Y así han conseguido un mecanismo único, estadístico, que permite tanto la segmentación del habla como la inducción de la gramática.
Publicado originalmente en La Verdad (España)